Los algoritmos no son imparciales ni equidistantes.



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Detrás de los algoritmos hay personas que piensan y a las que no se les puede presuponer una total objetividad, en un mundo dominado por los intereses económicos (como siempre) de los grupos financieros más fuertes.

Detrás de los algoritmos hay personas, ingenieros o  matemáticos.“Incluso si no están diseñados con la intención de discriminar contra grupos de personas, si reproducen las preferencias sociales de una manera completamente racional, también están reproduciendo formas de discriminación”, declaró a The New York Times el año pasado el profesor de la universidad de California David Oppenheimer." (2)

Cualquier persona o institución que introduzca contenidos en la red conoce esta realidad y sabe que estas fórmulas, en apariencia inocentes y aleatorias, no son tan ingenuas como pudieran parecer, lo que ya está generando diferentes polémicas dentro y fuera de internet. Si entramos en una nueva era, la tecnológica, con un nuevo modo de producción, nuevas fuerzas productivas, nuevas clases, -las que dominan la sociedad del conocimiento y las que se mantienen al margen, en fase de extinción -, a nadie le debe extrañar que veamos en Zuckeberg, Bill Gates, Larry Page, Sergey Brinn, Evan Williams o  Meg Hourihan..., los amos de las plataformas de las redes sociales, como las clases dominantes emergentes, que están desbancando poderes milenarios, incluido el temporal de la Iglesia y que pueden desmoronar imperios con la publicación de documentos que no están al alcance de la prensa tradicional: Weekeleaks, Vatileaks ..., que hacen tambalearse a quienes hasta ayer se creían impunes. En su avance necesitan la colaboración de aquellos a los que van a fagocitar, los nuevos esclavos, algo que ya hizo la burguesía, la clase social que protagonizó las revoluciones del siglo XIX y que buscó la colaboración de los sectores más depauperados de la población, los sans culottes, el espectador medio de sus ejecuciones en las plazas públicas, ajusticiados con la máquina democrática por excelencia, que proporcionaba una muerte indolora a cualquiera, con independencia de su poder económico o rango social: Madame 'Le Guillotine', que los franceses paseaban por sus colonias como el símbolo de la nueva sociedad. Después dejaron a estos infelices, a estos lumpen radicalizados,  en las cunetas del desarrollo, machacados con largas jornadas laborales y salarios de hambre, como denunciaban los escritores de la época y, en especial, un socialista-utópico y romántico por excelencia, Charles Dickens, que puso en el centro de su denuncia la explotación de los niños en las primeras etapas de la industrialización (David Coperfield, Oliver Twist...). Novelas autobiográficas, de un niño trabajador que acumuló la suficiente valía para trasladar al mundo en sus novelas cómo se produjo y a costa de quién el avance social que supuso la industrialización.

Las llamadas 'nuevas políticas' nos hablan de cómo repartir la tarta creada con las 'viejas recetas', pero no con qué ingredientes y de qué forma se crea la 'nueva riqueza'  que luego se ha de repartir, quién la genera con su esfuerzo, sin prestar atención a los 'nuevos trabajadores' de la red que realizan sus tareas de forma gratuita, a modo de promoción permanente (la promoción suele incluir el producto) si nos referimos a grupos profesionales (músicos, jóvenes cineastas, literatos, ingenieros, médicos y cualquier experto en materias determinadas), como propaganda política en los famosos twitters, mensajes con muy pocas palabras que evitan que el mensajero profundice o buscando el entretenimiento o el enriquecimiento personal tras un trending topic, en el que no parece importar demasiado los valores éticos que primaban hasta ahora (vídeos con niños de dos años fumando como carreteros, sufriendo aparatosas caídas que provocan enormes carcajadas que se incorporan al sonido de estos micro-relatos, jóvenes que mueven sus michelines, animales forzados a comportarse como hombres...). Una nueva forma de entretenerse que se extiende a capas cada vez más amplias de la sociedad, que asimila los tópicos existentes y los reproduce (negro, gordo, feo, macizos y macizas, etc.) que no debieran sorprender a la articulista que ha dado pie a este post.


(1) Fotografía de Samir Awad Núñez| Docencia e Invetigación/ Publicacione|, (http://urbanismoytransporte.com/bio/) (2) Cristina F. Pereda ¿Google es racista? Diario 'El País, 10 de junio de 2016.



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