Café Society. Crítica de Ramón Cotarelo, comentada por Cinelodeon.







Hemos decidido incorporar el artículo de Ramón Cotarelo en "Palinuro", que seguimos diariamente, porque sus opiniones nos alumbran más que los artículos de los columnistas de los periódicos; un nuevo ejemplo de los cambios a los que asistimos de forma inconsciente. Cotarelo, nacido en 1943, es un politólogo, catedrático de la UNED, autor de libros como "La crisis del Estado social y el problema de legitimidad" (1986)," La izquierda: desengaño, resignación y utopía" (1989), " El cuarto poder: Medios de comunicación y legitimación democrática en España" (1999), junto a José Carlos Cuevas, " Literatura y política: la obra de Ayn Rand"  (2004)  o "La desnacionalización de España, entre otras. Fue igualmente editor de Orwell: 1984 Reflexiones desde 1984 (1984), junto a Carlos García Gual. (Wikipedia). Y hemos seleccionado su artículo, no porque sirva como argumento de autoridad de nuestras opiniones, sino justo por todo lo contrario, porque disiente profundamente de nosotros, pero lo hace con argumentos. De esta forma, pensamos, se favorece el juicio crítico de nuestros lectores, ya que el disenso  (con todo el respeto al viejo profesor) se produce en el ámbito de las percepciones, las sensaciones y el gusto, y hay que admitir que cada uno tiene el suyo.


"He visto que esta película de Allen está cosechando críticas mixtas, muchas muy desfavorables. A mí me parece espléndida. Deslumbrante. Lo que llaman una obra maestra en su género y una de madurez. De madurez dentro de la madurez, añado. Al fin y al cabo, el hombre tiene 80 años. A ver qué hacen los críticos negativos cuando lleguen a esa edad. Década de los treinta, después de los roaring twenties, (locos años veinte),  época de la gran depresión, de la que aquí no se ve nada. Sí esa del fascismo en Europa y las uvas de la ira en los Estados Unidos. Ubicación: Los Ángeles (Hollywood) y Nueva York. La recreación, exquisita. Un regalo para la vista. Una ambientación a lo Gran Gatsby. Todo está integrado en una unidad que ilustra visualmente la narración y todo es todo, la dirección de actores, los planos, los movimientos de cámara, los cuidadísimos encuadres, las músicas, la fotografía y hasta los fundidos. Todo cuidado, nada al azar y, sin embargo, la historia es tan fresca y liviana que parece improvisada sobre la marcha. 

Es un relato visualizado o un espectáculo relatado en una especie de homenaje al celuloide rancio. La estructura narrativa, rotundamente cinematográfica, es también muy literaria. La historia está narrada en off, punteada por unos diálogos llenos de chispa e ingenio. Esto libera a los actores de un trabajo adicional: el de dar a entender lo que piensan mientras hablan cuando, como suele suceder, ambas cosas no coinciden. Es el relator exterior quien nos cuenta lo que piensan o recuerdan o esperan los personajes y estos pueden concentrarse en lo que dicen, lo cual da a los parlamentos, muy rápidos, una gran fuerza y permite que los actores se luzcan. Los temas son los habituales en la panoplia de Allen: los judíos (a ser posible, de Brooklyn), Nueva York (mucho Central Park), la música en garitos al sonido del saxo, y el cine dentro del cine, con fotos o trozos de pelis de diversos famosos de la época. Todo administrado con un enfoque definido en un momento de la peli como una historia contada por un humorista sádico. No sé si el término está bien escogido, pero se capta la idea. La historia tiene un poso muy amargo. La trama se desenvuelve casi por sí sola en un entrecruzarse de vidas (los magnates, los gangsters, la gente del común, los divos, etc) atropellado y circunstancial. Entreverada en ese tumulto hay una profunda historia de amor con un elemento trágico, cuando este se sublima por no realizarse a causa de impedimentos mundanos. Ese final magistral, mudo, en modo alguno feliz, resume la historia." (El humorista sádico. Palinuro)

Aunque es evidente que disentimos en la materialización de una idea, que existe más en la imaginación de Cotarelo que, quizá en la del propio Allen, estamos de acuerdo en lo fundamental con este faro que actualmente nos ilumina desde su propio espacio, 'Palinuro': los europeos debíamos ser un poco más humildes cuando nos referimos al cine americano, que veneró, entre otros François Truffaut, el máximo exponente, junto a Jean.Luc Godard de la Nouvelle Vague, y al que dedicó sus conversaciones con el gran maestro Alfred Hitchcock, (no olvidemos que en ese intercambio cultural, Steven Spielberg dio un papel al cineasta francés en 'Encuentros en la tercera fase'), ya que mientras nosotros votábamos (plural mayestático no ideológico)  a Hitler, Mussolini o Franco, ellos proyectaban  llevar a la gran pantalla"Las uvas de la ira' de John Ford", una adaptación de la novela de un escritor maldito, John Steinbeck. Ahora, mientras el fantasma del populismo recorre el mundo  Milton Friedman da a los norteamericanos un disgusto en diferido: Donald Trump. Pero ya se verá el final de la contienda.

Así pues, estamos de acuerdo con Cotarelo en la contextualización del argumento en la desacralización de los popes de la industria del cine, un ejercicio paralelo al que hacen los Hermanos Coen en 'Hail, Caesar', en esta ocasión en la persona de Phil Stern, un productor de origen judío, de un perfil diferente, aunque muestra mucho interés por la ideología del hombre de negocios, del de David O'Selznick (productor de 'Lo que el viento se llevó'), también de origen judío, cuyo despacho era una copia idéntica del de Adolf  Hitler. Aunque debemos matizar que no profundiza tanto, como puede parecer por lo dicho, en cómo afectó a las masas la gran depresión que se produjo tras el viernes negro de 1929 en el que aconteció el crack de Wall Street, la Bolsa de New York. Quizá Allen ha contado con los conocimientos extradiegéticos de su público, al que supone bien informado, o no ha tenido interés en contar esta historia. Los personajes permanecen, en todo momento, tan encerrados en su mundo, que con la excepción del aumento del matonismo,retratado de forma que intenta ser divertida, no parece que Norteamérica esté atravesando una crisis económica, acompañada del paro y la regresión. En Cafe Society se unen quienes tienen el control de la economía: los gángsters, algunos políticos, estrellas de cine y una nobleza trasnochada.

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