El arte de matar .(El síndrome de Stendhal). Dario Argento.,










Ficha técnica:


Título original: La Síndrome Di Stendhall
País: Italia.
Año: 1996.
Duración.

Dirección: Dario Argento.
Guión: Dario argento, Franco Ferrini, inspirado en el libro de Graziella Magherini 'La Sindrome Di Stendhall.
Dirección de Fotografía: Giuseppe Rotunno, A.I.C., A.S.C.
Música: Ennio Morricone.
Edición: Angelo Nicolini; asistente: Carla  Funari.
Puesta en escena: Antonello Geleng.
Efectos especiales: Sergio Stivaletti.
Organización general: Walter Massi.

Diseño de Vestuario: Lia Morandi.
Maquillaje: Gloria Pescatore,
Maquillaje de efectos especiales:  Franco Casagni.
Peluquería: Ferdinando Merolla.

Productor: Dario Argento, Giuseppe Colombo.
Compañías. Productoras: Medusa Film, Cine 2000.

Intérpretes:


Asia Argento: Anna Manni,
Thomas Kretschmann: Alfredo Grossi,
Marco Leonardi: Marco Longhi,
Luigi Diberti: Inspector Manetti,
Julien Lambroschini: Marie,
John Quentin: Padre de Ana,
Franco Diogene: Marido de la víctima.
Sonia Topazio: Víctima de Florencia,
Antonio Mariantonio: Guardia del Museo,
Paolo Bonacelli:

Sinopsis:

Anna Manni (Asia Argento) es una policía encargada de perseguir a un psicópata violador. Pero Anna sufre el síndrome de Stendhal.

Comentario:


Veintiséis años después de realizar su primera película, Dario Argento parece animado por el anhelo de destruir su propio manifiesto sobre la manera de hacer cine cruento y de terror y los requisitos imprescindibles para generar la tensión necesaria que de impulso a su relato, en el que  un asesino en serie, psyco-Killer intelectual, perteneciente a las clases acomodadas, (descripción que el propio cineasta pone en boca de un personaje secundario en 'El pájaro de las plumas de cristal') construye un plan  para cazar a sus víctimas, con el sigilo y la perseverancia de los gatos, que no sólo aparecen en sus películas, sino que dan nombre a la segunda de ellas (El gato de las siete colas). Ahora, el asesino se desenvuelve en medio de las masas de turistas que visitan Florencia, Roma o incluso el lugar de nacimiento de la protagonista, Viterbo, una pequeña localidad del Lacio, que da nombre a una región homónima, sede de un importante museo etrusco.

Anna, un agente que anda detrás de un asesino en serie, que ejerce su violencia contra las mujeres, al entrar en la Galleria Degli Uffici, se siente embargado por la misma emoción que experimentó Stendhal cuando visitó por primera vez en 1817 la Santa Croce, la Iglesia en la que están enterrados los pensadores y artistas que impulsaron el 'Renacimiento' de las artes y las letras, inspirándose en los restos que convertían la casi totalidad del territorio italiano en un museo al aire libre. El escritor romántico, autor de 'Rojo y negro' o 'La Cartuja de Parma'  nos cuenta que desde que comenzó a descender por los Apeninos, una opresión le atenazó el pecho de una forma que él mismo describió con emoción incontenible: "«Allí, sentado en el escabel de un reclinatorio, la cabeza vuelta hacia atrás y apoyada en el atril [o parte superior del reclinatorio] para poder observar la bóveda, las Sibilas de Volterrano me produjeron el placer tal vez más intenso que la pintura me haya jamás provocado. Estaba en una especie de éxtasis por la idea de encontrarme en Florencia y en la proximidad de hombres tan ilustres, cuyas tumbas acababa de visitar [en la basílica de la Santa Croce están enterrados, entre otros personajes famosos, Dante, Miguel Ángel, Galileo y Maquiavelo]. Absorto en la contemplación de la sublime belleza, la veía cerca; la tocaba, por decirlo de alguna manera. Había llegado a ese grado de emoción en que se experimentan las sensaciones celestes producidas por las bellas artes y los sentimientos apasionados. Al salir de la Santa Croce mi corazón latía acelerado; lo que en Berlín se llama nervios. La vida en mí se había agotado, caminaba con temor a caer». (1)

Pero Dario Argento elige un camino diferente: el desmoronamiento psicológico, una vía perversa en la que se introduce el personaje que representa Asia Argento, que lleva sobre sus espaldas la responsabilidad de hacer progresar o hundierse la historia de esta policía.  Una joven que sufre no sólo el cuadro agudo de alteración mental, que describe la psicoanalista Graziella Magherini, psiquiatra del hospital de Santa María Nuova de Florencia y asesora del maestro del giallo, que se basó en sus observaciones tras haber asistido a 106 turistas extranjeros atendidos en ese centro desde julio de 1977 a diciembre de 1986. Estos viajeros presentaban  dos tipos de manifestaciones clínicas: psicosomáticas ( taquicardia, sensación de debilidad y desfallecimiento, agotamiento físico, mareos, sudoración, tensión y dolor en la región gástrica, opresión torácica con sensación de le falta aire) y mentales (por ejemplo, alteración del sentido de la realidad y de la identidad, sensación de extrañeza, confusión, alteración en la percepción de los colores y de los sonidos, ideación delirante persecutoria, incluso alucinaciones). Estas alteraciones, acompañadas de intensa ansiedad, desaparecían por lo general entre los dos y ocho días siguientes a su inicio. Como resumen, Magherini distingue tres formas de presentación del síndrome, según el predominio de las alteraciones del pensamiento –el más frecuente–, de las emocionales, o de las proyecciones somáticas (crisis de pánico). (1) Todos estos síntomas, que constituyen el famoso síndrome, sólo los padecen los vajeros, ya que el hombre tiene la capacidad de adaptarse al medio, como cualquier animal, y desacralizar tanto la porquería como la extrema belleza, incorporadas a su vida cotidiana como la tostadora o el televisor. Anna vive en Roma y acude, por cuestiones de trabajo, a los Uffizi; su paseo por las salas de la Galeria despierta un demonio que dormía en su interior desde niña y que el realizador no necesita explicar.

Stefan Zweig duda de las vivencias  experimentadas por el escritor, pero llega tarde: el Síndrome de Stendhal iba ya de boca en boca, hasta el extremo de popularizarse en un anuncio de la marca Audi. Ahora, Dario Argento le da otra dimensión psicológica, un trauma infantil que arranca de la primera vez que Anna, en compañía de su madre, ahora muerta, ve la pareja etrusca de Veyes. Sumergida en un caso sórdido de mujeres asesinadas, se desata el trastorno mental que arrastra hace tiempo y las obras de arte que le rodean se convierten en portales a través de los cuales penetra en mundos paralelos imaginarios en los que quien es incapaz de crear, siente al menos la belleza de destruir, como le ocurrió a aquella pobre octogenaria que dejó "totalmente destrozada" la pintura de Cristo del Santuario de la Misericordia de Borja, en Zaragoza, con la intención de rehacerla a su manera, y, como consecuencia, cayó en una profunda depresión cuando le hicieron entender lo desafortunado de su acción. Pero ¿acaso no es esta la esencia del cine? Los amantes del genero de terror, rodeados de un sinnumero de subgéneros, (shlaser, splater, gore, torture...) exigen cada vez más horror, más carnicería, más líquido rojo esparciéndose por paredes y suelos e inundando a la víctima, hasta llegar más allá de lo que es humano en filmes como ''The human centipede'. (Tom Six, 2009), Tusk (Kevin Smith, 2014) o Canino (Yorgos Lanthimos, 2009) ¿Hay belleza en estas películas o en series como Masters of Horror, Guinea Pig, con violencia gráfica explícita, u otras del estilo, como denuncia David Cronenberg en 'Videodrome', o son como un cáncer que te come el cerebro?

Hombres bellos, semejantes a los que ilustran los cuadros y las esculturas del renacimiento comienzan a entrar en el imaginario de la chica, que se considera parte de la obra que realiza, en la que los rasgos perfectos de sus víctimas se deforman como el Cristo de Borja y sus rostros y sus cuerpos se tiñen de sangre. Vestida para matar, transformada por el uso de una larga cabellera rusa, que no adopta la función de máscara ya que no esconde su rostro, sino que da forma a una nueva identidad, en un giro de 180 grados (imagen visual de Asia), comienza su viaje alucinatorio. Argento trata de retrasar la comprensión de lo que será el giro final con planos de las víctimas que hablan con su verdugo, sin el contraplano revelador; incrementa la ansiedad del espectador con frecuentes tomas del personaje, tomado de espaldas, luciendo una larga peluca rubia.

¿Le inspiró Hitchcock con su protagonista de Vértigo, surgida de entre los muertos, interpretada por Kim Novak? Es posible que sí, aunque el contexto y el móvil de ambas películas es absolutamente diferente. Madeleine Elster / Judy Barton es una ladrona de baja estofa, mientras que Anna Manni es una chica de clase media, criada en un medio acomodado, que la sitúa al otro lado de la ley, el del orden, aunque ambas tienen en común la capacidad de anular la voluntad de sus víctimas, ya se llamen John 'Scottie' Ferguson (James Stewart) o Marco Longhi , interpretado por Marco Leonardi. Si nos gusta este film es precisamente porque el autor rompe con su manifiesto artístico, nos lleva por un camino igual de sórdido al mismo lugar, pero ahora sin persecuciones, sino a través de un recorrido onírico, alucinatorio, generado por alguien capaz de encontrar belleza en lo macabro, un sentimiento que inspira el cine de algunos cineastas como Peter Greenaway, sirviéndose en sus recreaciones de los elementos de un pintor en lugar de los ingredientes de un cocinero. En este viaje está acompañado por su co-guionista habitual Franco Ferrini, su director de fotografía Giuseppe Rotunno y con uno de los músicos más emblemáticos del cine, que dio personalidad al spaghetti western italiano, el cine polar francés y una parte importante del giallo, hasta el extremo de hacer posible el reconocimiento por parte de los espectadores habituales del cine de suspende y de acción de cada uno de estos géneros con los ojos cerrados.




(1) Blos de Enrique Pallarés Molins: El síndrome de Stendhal. No tema visitar Florencia


Audi hizo un anuncio inspirándose en este síndrome.

Comentarios

Entradas populares