Inferno. Ron Howard. Comentario.



TERRORISMO MALTHUSIANO


Ficha técnica, sinopsis, críticas, fotografías,carteles (Pinchad aquí).


Comentario.



Siempre hemos mantenido las diferencias esenciales entre el lenguaje literario y el cinematográfico, y no sólo en lo que se refiere a la expresión o la construcción de la diégesis, sino en lo relativo a la percepción de los espectadores y la capacidad del realizador, que, en definitiva, es el que asume la responsabilidad de poner en escena un guión, en este caso basado en un novelista de éxito Dan Brown. Y es en la creación de un discurso audiovisual que genere la tensión del público en torno a un hecho que amenaza con romper el equilibrio de la sociedad y quebrantar su seguridad, ya se trate de un asesino en serie o de un terrorista de altos vuelos, donde falla estrepitosamente el gran adaptador de New Hampsire, interesado por los códigos secretos que artistas, ingenieros y arquitectos, guardaban en sociedades secretas, masonas o no, para protegerse del egoísmo de unos y la ignorancia y la superstición de otros. Es lógico que un pueblo joven como el que ocupó el nuevo continente descubierto por los mercaderes de la época de transición entre la Edad Media y el Renacimiento, según una clasificación académica no aceptada por todos, que buscaban nuevas rutas para llegas a las Indias, tras la caída de Constantinopla en manos de los turcos, sienta atracción por la cultura y la mentalidad de sus antepasados de la vieja Europa.




Ron Howard comete dos errores: se aleja de la espectacularidad, etiquetada, de forma peyorativa y desligitimadora por algún que otro crítico, como 'mainstream', y se acerca al nuevo cine pretendidamente de 'autor', como si las películas de Steven Spielberg, Lucas, Scorsese, Stone, o Malik y tantos otros las hiciera cualquiera, y lo hace evitando todo paseo turístico por Florencia, Venecia o Estambul, mediante tomas muy parciales que hacen irreconocibles,salvo que el espectador sea capaz de reconocer un monumento por un pequeño detalle, descendiendo muy pocas veces a pie de calle y filmando a vista de pájaro, y, una vez en tierra, confundiendo a sus personajes con las miriadas de turistas que invaden las calles de estas ciudades, o las manifestaciones muy frecuentes en la sanguínea Italia. El otro error es la elección de las pistas que sirvan al espectador como guía de su rompecabezas, extraídas de algunos símbolos de la Divina Comedia de Dante Alighieri, sin profundizar demasiado en la Florencia en que vivió uno de los impulsores del italiano como lengua romance desgajada del latín, ni el poder de sus príncipes, generalmente condotieros, cuando el estado del Vaticano era mucho más extenso, pero los papas eran simplemente un primus inter pares (el primero entre sus iguales); bajo la tumba de uno de estos príncipes sitúa Dan Brown el arma letal, creada por un millonario visionario, un filántropo desquiciado que controla importante medios de comunicación, para salvar a la humanidad de sí misma.






Todos los indicios conducirán a un lugar de aguas rojizas en las que no se reflejan las estrellas según Dante, un lugar que ha sido escenarios de muchas otras películas: los estanques de agua subterránea de Estambul, restos de la época de Constantinopla, la mayoría de ellos abandonados y olvidados, aunque hay tres cisternas abiertas a los visitantes. La más accesible es la que está cerca de la iglesia de Santa Sofía, Mas la escasa lucidez de cineasta y del guionista para atrapar el interés del espectador mediante recursos puramente cinematográficos y la creación de pistas suficientemente atractivas y claras para ayudar al público a seguir el juego y establecer la relación entre un puntero, el dibujo de Boticelli y las famosas cisternas, resta eficacia y brillantez a la trama policíaca.



Sin embargo el background del texto es interesante  y muy útil para los tiempos que nos ha tocado vivir: el hecho de que alguien, por el bien de los demás, tome decisiones que perjudican a las masas, incapaces de discernir lo que más le conviene, convierte a estos iluminados en soberbios tiranos, mucho más dañinos que el mal que pretenden evitar. Una lástima que Ron Howard no haya sabido transmitir este discurso de forma eficaz y envolvente. La realidad supera en estos momentos a la ficción.









 

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