Sin perdón. Clint Eastwood.










Ficha técnica:

Título original: Unforgiven.
País: Estados Unidos.
Año: 1992.
Duración: 127 minutos.

Dirección: Clint Eastwood.
Guión: David Peoples.
Casting: Phyllis Huffman.
Música: Lennie Niehaus.
Dirección de Fotografía: Jack N. Green.
Edición: Joel Cox.
Dirección artística: Adrian Gorton, Rick Roberts.
Decoracion del set: Janice Blackie-Goodine.

Maquillaje y peluquería: Iloe Flewelling.

Producción: Clint Eastwood, Julian Ludwig,
Productor David Valdes.
Diseño de producción: Henry Bumbstead.
Compañías productoras: Warner Bros., Malpaso Productions.. Distribución: Warner Bros.


Intérpretes:



Clint Eastwood: William "Will" Munny.
Gene Hackman: Litle Bill Daggeti.
Morgan Freeman: Ned Logan.
Richard Harris: English Bob.
James Woolvet: pistolero joven, Schofield Kid.
Saul Rubineck: W.W. Beauchamp.


Premios.



1992: 4 Oscar: Mejor película, director, actor sec. (Hackman), montaje. 10 nominaciones
1992: 2 Globos de Oro: Mejor director (Eastwood), actor sec. (Hackman). 4 nominaciones
1992: BAFTA: Mejor actor secundario (Gene Hackman). 6 nominaciones
1992: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor actor sec. (Gene Hackman.


Sinopsis.



Relata la historia de William Munny (Clint Eastwood), un pistolero viejo, viudo y acabado, que tiene dificultades para mantener a sus hijos. A pesar de estar retirado de su antigua vida como forajido, se le presenta la oportunidad de sacar adelante a su familia haciendo justicia a una prostituta que fue marcada por un cliente, cuyas compañeras están dispuestas a pagar mil dolares para que se haga justicia. En el pueblo de Big Whiskey existe un alguacil llamado Little Bill (Gene Hackman) quien abusa de su autoridad y es brutal con los forasteros que portan armas y mantiene a todo el pueblo bajo sus excesos .


Comentario.


El film dirigido por Eastwood, que recibió muchos premios, entre los que figuraban cuatro Óscars, (mejor película, mejor director, mejor actor secundario,- Gene Hackman-, y mejor montaje) ha sido calificado por la prensa especializada como obra maestra, desmitificadora, brillante, clásica y reflexiva. No es un western al uso, en el que unos pistoleros se desafían a muerte, se juegan el tipo por una recompensa, luchan con los empresarios que construyen el ferrocarril o por establecer un amago de justicia en las primeras poblaciones de colonos.

El filmadaptacíón de un antiguo guión de David Webb Peoples, dedicado a sus maestros Don Siegel (Harry el sucio) y Sergio Leone, se ambienta en un momento histórico en que los antiguos bandidos se han regenerado, formado familias y retirado de la 'vida pública' y la acción. Un joven romántico, Schofield Kid, que mantiene cierta relación con Rusty James (Matt Dylon), La Ley de la calle de Francis Ford Coppola), que tenía una visión romántica de la época de las luchas entre bandas callejeras, y del papel que había representado en ellas su hermano, El chico de la moto reina, añora las hazañas de los antiguos pistoleros. Tras un episodio de lo que hoy llamamos violencia de género, en el que un joven 'marca' con un cuchillo la cara de una prostituta, las compañeras de ésta ofrecen una sustanciosa recompensa de mil dólares, al que ejerza la justicia que les niega el sheriff Litle Bill, que les conmuta el castigo por esta acción a cambio de que compensen al dueño del lupanar con cinco caballos, por las pérdidas de una mujer por la que había realizado una inversión para su negocio; la agresión a la mujer es lo que menos importa a un agente de la ley, dispuesto a mantener un orden basado en el silencio de los muertos, en sus abusos personales y en la asfixia de las voces que clamaban por el restablecimiento de la justicia. Razón tienen quienes afirman que la única revolución triunfante desde entonces ha sido la de la consecución de mayores cuotas de justicia e igualdad por parte de las féminas.

A partir de ahí este tremendo asunto es casi como un mcguffin, una excusa para montar una historia de rivalidad entre hombres y de mejora de las condiciones de vida de los pistoleros retirados. El joven Kid, deseoso de emular las aventuras épicas de los hombres que poblaron de epopeyas épicas del avance de los colonos hacia el oeste, va en busca de uno de sus mitos, Will Munny (Clint Eastwood), personaje en el que Eastwood se camea a sí mismo en sus duros papeles de otros tiempos, que vive una vida miserable, cuidando cerdos, y criando a sus hijos tras la muerte de su mujer. El hecho de que las víctimas pertenezcan al género femenino le invita a actuar más que la propia recompensa, que verdaderamente necesita. El joven 'pistolero' descubrirá que matar a un hombre no le entusiasma en absoluto, sino que le produce una amargura que arrastrará durante toda su vida, sentimiento que conoce y asume el experimentado Munny.

Al fin el duelo será entre el antiguo forajido y el nuevo representante de la 'ley', aunque en realidad lo es de una sociedad patriarcal, que recluye a sus esposas en el ámbito privado del hogar y se explaya sexualmente con unas mujeres que venden su cuerpo como medio de sustento y que son tratadas peor que los caballos, aunque tienen la suficiente conciencia para dedicar sus ahorros a la contratación de unos vengadores de la ofensa recibida por una de ellas. La amistad, el amor que Munny profesa a Ned Logan (Morgan Freeman), con el que comparte una complicidad muy extendida entre los hombres, y la exposición de su cadáver ante el prostíbulo, con un cartel en el que se le califica de asesino, cuando no ha disparado un sólo tiro, le arrastrarán como en una tragedia clásica, a vengarse de todos aquellos que han cometido el ultraje. 

Pero hay algo que no quiero pasar por alto. Clint Eastwood no condena al hombre en general, y presenta a uno de los dos jóvenes implicados en el conflicto con las chicas del burdel como un ser generoso y con conciencia, que intenta compensar los ultrajes de su amigo regalando una espléndida yegua a la mujer agredida. De nada le servirá, una vez desatadas las Furias, su suerte ya está echada. El Clint Eastwood de siempre, que no se avergüenza de confesar sus crímenes, y al que no le tiembla la mano al disparar, en un mundo que había cambiado, pero que no había logrado el respeto a la ley que representaba la famosa estrella, emblema de la justicia de los nuevos pobladores de unas tierras arrebatadas a los indios, mala conciencia que arrastran aún hoy día los americanos.





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