Assassin's creed. Justin Kurzel. Comentario.
Ficha técnica, sinopsis, cartel fotografías y trailer (Pinchad aquí)
Comentario:
la violencia, componente básico del genoma humano.
Assassin's Creed irrumpe con un discurso formal in medias res del relato que realizó en 1962 Stanley Kubrick en 'La naranja mecánica', con un discurso formal más agresivo, (no olvidemos que es una adaptación de un videojuego, desarrollado por Ubisoft Montreal, un modo de representación hacia el que el cine está volviendo su mirada), pero con un background mucho más elaborado en aspectos sustanciales que impide la celebración del hecho violento mediante técnicas de extrañamiento que introducen cierta distancia entre el espectador y la idea que el texto fílmico representa. A través de una regresión inducida por la tecnología más avanzada, un reo, que habita en el corredor de la muerte va a ser ejecutado por las autoridades mediante la aplicación de la inyección letal, una forma de violencia estructural e institucional; tras una simulación es trasladado a la Andalucía de 1492, en la que los Reyes Católicos libran su batalla final contra el hereje, enfrentándose a las fuerzas del mal representadas por los nazaríes, llamados Hashshashin (asesinos) por sus detractores . El grupo constituye una rama de la secta religiosa chi-ismaelita, minoritaria dentro del chiismo en Irán, un país de mayoría sunnita, que se hizo famosa a partir del siglo XI por la actividad revolucionaria y violenta de sus integrantes, un grupo de asesinos que seleccionaba a sus víctimas entre dirigentes políticos, religiosos, y militares, y que se enfrenta en la ficción con los caballeros del Temple, una organización cristiana muy oscura, una orden militar religiosa fundada a principios del siglo en 1119 para proteger a los caballeros cristianos que iban a las Cruzadas, y que fue suprimida por Clemente V en 1312, tras ser juzgados y quemados en la hoguera un gran número de templarios. (1) Frente a ellos, los Nazaríes se constituyen en defensores de la luz actuando en la sombra, una estrategia básica de las organizaciones clandestinas.
La idea central que rige la historia de Callum Lynch / Aguilar de Nerja, intepretado por Michael Fassbender, es la expansión imparable de la violencia entre los hombres y el aparente deseo de erradicarla de sus genes merced a las posibilidades que abren a la humanidad las investigaciones del genoma humano. A diferencia del texto que subyace en la película del realizador estadounidense Stanley Kubrick, que consume la mitad de su relato presentando a una banda callejera, integrada por jóvenes chavs, -según la terminología de Owen Jones que impregna su exitoso libro 'La demonización de la clase obrera'-, que atentan contra el stablishment en todas sus manifestaciones, aunque no dejan a salvo a los lumpen sin techo, evitando de este modo la imagen degradada de sí mismos y de su más que posible decadencia que les devuelve el espejo, una agresividad que ha resultado atractiva para sucesivas generaciones de adolescentes, el protagonista del australiano Justin Kurzel aparece por primera vez en su celda momentos antes de 'ser ajusticiado', sin mostrar al público los crímenes que lo han conducido al terrible 'corredor', una forma de abordar el tema que coloca al espectador en una actitud expectante y proclive a esforzarse por entender las razones del condenado y los objetivos que persiguen la doctora Sophia Rikkin (Marion Cotillard) y su padre Alan Rikkin (Jeremy Irons), que pronto se verá que no son coincidentes.
La investigadora busca completar el mapa genético de los sentidos retrocediendo en el tiempo hasta el siglo XV en busca de la fruta prohibida bíblica del bien y del mal que le de las claves para interpretar los impulsos vitales que favorecen las acciones criminales, sirviéndose como vehículo de un asesino convicto y confeso, un auténtico heredero de los assassins medievales, una secta que pervive en la actualidad y sigue enfrentándose a los oscuros templarios, y de esta forma erradicar el mal de este mundo. Pero esta inocente científica olvida que la violencia es un instrumento de poder que han usado quienes han gobernado el mundo y han controlado la conciencia de los hombres mediante el miedo, la religión, las ideologías, el miedo al miedo..., que han dejado páginas tan funestas en la historia como la que escribió la Iglesia con sus tribunales de la Inquisición. Mas lo que en realidad, busca su padre, Alan Rikkin, un caballero templario de la actualidad, es el control definitivo del hombre mediante procedimientos científicos, como el que se usa contra Alex, el protagonista de Kubrick, mucho más pedestre que el que pergeña su hija, procedimientos que en forma de remedios químicos o a través de la utilización de técnicas más intrusivas como la lobotomía, han estado en la base de los estudios de quienes han buscado una raza perfecta, como los nazis, a cuyo frente la tradición literaria y cinematográfica ha colocado a doctores malignos (Vergerus, Mabuse, Mengele...). Los villanos de esta historia, los Caballeros del Temple, buscan el control de estas investigaciones para acabar con el 'libre albedrío' de los hombres en beneficio propio.
Michael Fassbender se ha preparado a fondo para desempeñar este papel, videoclipero dirán algunos, a medio camino entre la ficción del videojuego y la realidad del parkour, logrando una forma espectacular que alcanza su cenit en el 'salto de fe' que realiza el protagonista y que ofrece una imagen impresionante del actor durante unos segundos.Un espectáculo en el que profundiza Jed Kurzel, hermano del realizador, guitarrista, cantante y compositor, miembro de un dúo de blues-rock, The Mess Hall, una música impactante a la vez que inquietante, con mucha probabilidad estridente para ciertos sectores del público, a los que también les vendrá grande una imagen que pocas veces muestra un plano tranquilo tomado a la altura de los ojos de los protagonistas. Un estilo que ha disgustado profundamente a críticos afines al cine indie o al que se produce en los márgenes de la carretera, según terminología de Luís E. Pares, que demuestra, mediante la división de los críticos ante esta película, el aserto de Noël Simsolo, quien advierte que los jueces van muy por detrás de las vangurdias cinematográficas.
Daniel Tubau nos advierte de que vivimos instalados en un universo que crearon quienes forjaron nuestro imaginario treinta años antes. Ahora que los cineastas abordan una narración alternativa, hipertextual (imágenes procedentes de escáneres, cámaras de videovigilancia...), la incorporación de una narratología inspirada en el videojuego, con gran poder de seducción para las nuevas generaciones, hace tangibles las imágenes que anidan en nuestra mente y que desde el origen de los tiempos han permitido al hombre convertirse en pirata, vampiro, marciano, policía o asesino. " Todas estas aventuras, -cuenta Tubaut- sucedían en algún lugar en el interior de mi mente y eran un intercambio de información neuronal, porque muchas de ellas se desarrollaban mientras permanecía sentado en un sillón o tumbado en la cama con un libro en las manos (...) La diferencia entre lo que cualquier lector o soñador ha hecho desde que existe el mundo y lo que hace un jugador de videojuegos es que en el segundo caso su imaginación se convierte en realidad visible, no sólo para él, sino para cualquiera que esté delante de la pantalla (...) los sueños y las fantasías siguen existiendo aunque juguemos delante de una pantalla." (2)
La sala de proyecciones refleja el mismo desconcierto que se observa en la crítica: un sector aplaudía la película del australiano, otros mostraban su contratiempo y confesaban que no habían entendido nada y el resto callaba, integrándose probablemente en el segundo grupo. Pero hay que recordar algo que los más avisados supieron ver cuando se estrenó en 1962 'La naranja mecánica', obra del cineasta visionario, y no tan progresista como algunos pensaron entonces, Stanley Kubrick: que si bien atrajo a muchos jóvenes por la fuerza icónica de su protagonista, un joven de look imponente y sobrecogedor, la violencia de la que se erigía en representante era simplemente la otra cara de una misma moneda, igual de atractiva para estos jóvenes, cuyo reverso es la violencia estructural y cultural que desemboca en la directa (triángulo de Galtung) que ejercen los que ostentan el poder desde las diferentes instituciones con el objetivo de imponer un nuevo orden, el suyo propio, eliminando el libre albedrío que desemboca en la libertad de pensamiento. Kurzel llega a una terrible conclusión: la imposibilidad de redimir al hombre y liberarlo de sus propios genes. ¿De qué hablaba el ex-presidente español Felipe González cuando decía que prefería morir apuñalado en la boca de un metro de New York a morir de aburrimiento en las calles seguras de Moscú? Hoy, con una libertad de expresión más afianzada, el cine se hace la misma pregunta, aunque los héroes quizá no sean los mismos.
Hay que agradecer que no se haya traducido el título, puesto que es mejor realizar el pequeño esfuerzo de entender el texto inglés que cualquier deformación manipuladora. Es del credo de los llamados asesinos de lo que habla el film y no de la violencia de individuos aislados, a los que erróneamente quiere curar la doctora interpretada por Marion Cotillard.
(1) Wikipedia
(2) El guión del siglo XXI. El futuro de la narrativa en el mundo digital.. Alba Editorial. Colección 'Fuera de Campo', edición 2011,
La investigadora busca completar el mapa genético de los sentidos retrocediendo en el tiempo hasta el siglo XV en busca de la fruta prohibida bíblica del bien y del mal que le de las claves para interpretar los impulsos vitales que favorecen las acciones criminales, sirviéndose como vehículo de un asesino convicto y confeso, un auténtico heredero de los assassins medievales, una secta que pervive en la actualidad y sigue enfrentándose a los oscuros templarios, y de esta forma erradicar el mal de este mundo. Pero esta inocente científica olvida que la violencia es un instrumento de poder que han usado quienes han gobernado el mundo y han controlado la conciencia de los hombres mediante el miedo, la religión, las ideologías, el miedo al miedo..., que han dejado páginas tan funestas en la historia como la que escribió la Iglesia con sus tribunales de la Inquisición. Mas lo que en realidad, busca su padre, Alan Rikkin, un caballero templario de la actualidad, es el control definitivo del hombre mediante procedimientos científicos, como el que se usa contra Alex, el protagonista de Kubrick, mucho más pedestre que el que pergeña su hija, procedimientos que en forma de remedios químicos o a través de la utilización de técnicas más intrusivas como la lobotomía, han estado en la base de los estudios de quienes han buscado una raza perfecta, como los nazis, a cuyo frente la tradición literaria y cinematográfica ha colocado a doctores malignos (Vergerus, Mabuse, Mengele...). Los villanos de esta historia, los Caballeros del Temple, buscan el control de estas investigaciones para acabar con el 'libre albedrío' de los hombres en beneficio propio.
Michael Fassbender se ha preparado a fondo para desempeñar este papel, videoclipero dirán algunos, a medio camino entre la ficción del videojuego y la realidad del parkour, logrando una forma espectacular que alcanza su cenit en el 'salto de fe' que realiza el protagonista y que ofrece una imagen impresionante del actor durante unos segundos.Un espectáculo en el que profundiza Jed Kurzel, hermano del realizador, guitarrista, cantante y compositor, miembro de un dúo de blues-rock, The Mess Hall, una música impactante a la vez que inquietante, con mucha probabilidad estridente para ciertos sectores del público, a los que también les vendrá grande una imagen que pocas veces muestra un plano tranquilo tomado a la altura de los ojos de los protagonistas. Un estilo que ha disgustado profundamente a críticos afines al cine indie o al que se produce en los márgenes de la carretera, según terminología de Luís E. Pares, que demuestra, mediante la división de los críticos ante esta película, el aserto de Noël Simsolo, quien advierte que los jueces van muy por detrás de las vangurdias cinematográficas.
Daniel Tubau nos advierte de que vivimos instalados en un universo que crearon quienes forjaron nuestro imaginario treinta años antes. Ahora que los cineastas abordan una narración alternativa, hipertextual (imágenes procedentes de escáneres, cámaras de videovigilancia...), la incorporación de una narratología inspirada en el videojuego, con gran poder de seducción para las nuevas generaciones, hace tangibles las imágenes que anidan en nuestra mente y que desde el origen de los tiempos han permitido al hombre convertirse en pirata, vampiro, marciano, policía o asesino. " Todas estas aventuras, -cuenta Tubaut- sucedían en algún lugar en el interior de mi mente y eran un intercambio de información neuronal, porque muchas de ellas se desarrollaban mientras permanecía sentado en un sillón o tumbado en la cama con un libro en las manos (...) La diferencia entre lo que cualquier lector o soñador ha hecho desde que existe el mundo y lo que hace un jugador de videojuegos es que en el segundo caso su imaginación se convierte en realidad visible, no sólo para él, sino para cualquiera que esté delante de la pantalla (...) los sueños y las fantasías siguen existiendo aunque juguemos delante de una pantalla." (2)
La sala de proyecciones refleja el mismo desconcierto que se observa en la crítica: un sector aplaudía la película del australiano, otros mostraban su contratiempo y confesaban que no habían entendido nada y el resto callaba, integrándose probablemente en el segundo grupo. Pero hay que recordar algo que los más avisados supieron ver cuando se estrenó en 1962 'La naranja mecánica', obra del cineasta visionario, y no tan progresista como algunos pensaron entonces, Stanley Kubrick: que si bien atrajo a muchos jóvenes por la fuerza icónica de su protagonista, un joven de look imponente y sobrecogedor, la violencia de la que se erigía en representante era simplemente la otra cara de una misma moneda, igual de atractiva para estos jóvenes, cuyo reverso es la violencia estructural y cultural que desemboca en la directa (triángulo de Galtung) que ejercen los que ostentan el poder desde las diferentes instituciones con el objetivo de imponer un nuevo orden, el suyo propio, eliminando el libre albedrío que desemboca en la libertad de pensamiento. Kurzel llega a una terrible conclusión: la imposibilidad de redimir al hombre y liberarlo de sus propios genes. ¿De qué hablaba el ex-presidente español Felipe González cuando decía que prefería morir apuñalado en la boca de un metro de New York a morir de aburrimiento en las calles seguras de Moscú? Hoy, con una libertad de expresión más afianzada, el cine se hace la misma pregunta, aunque los héroes quizá no sean los mismos.
Hay que agradecer que no se haya traducido el título, puesto que es mejor realizar el pequeño esfuerzo de entender el texto inglés que cualquier deformación manipuladora. Es del credo de los llamados asesinos de lo que habla el film y no de la violencia de individuos aislados, a los que erróneamente quiere curar la doctora interpretada por Marion Cotillard.
(1) Wikipedia
(2) El guión del siglo XXI. El futuro de la narrativa en el mundo digital.. Alba Editorial. Colección 'Fuera de Campo', edición 2011,
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