The Young Pope.III. Paolo Sorrentino,






EL PAPA QUE, COMO EL MARIACHO DE ROBERTO RODRÍGUEZ, SÓLO QUERÍA SER UN NIÑO Y DISFRUTAR DE LAS CARICIAS DE LA MADRE.

Ficha técnica, sinopsis, críticas,cartel, fotografías y trailer. (Pinchad aquí)


Comentario:



En la segunda parte de esta serie, -capítulos 6 a 10-, Paolo Sorrentino se enreda en el drama psicológico de Lenny , Pío XIII, su búsqueda de respuestas que, ignoramos por qué va a buscar a Venecia, lugar donde lo que encuentra es la muerte, como ocurre con Fred Ballinger (Michael Caine), o el protagonista de 'Nostalgia' de Andrei Tarkovski en el pequeño balneario de un pueblo italiano, lejos de su patria, Rusia, como lejos está el Papa de su Norteamérica natal. Cuando los padres hippies del desafortunado joven deciden dejarlo a las puertas de un orfanato religioso, adoptan una decisión que no les justifica, si, como afirma el Secretario de Estado del Vaticano, no buscan al hijo, el universalmente conocido padre de la cristiandad católica, porque la ideología y la sensibilidad de unos y otro es diametralmente opuesta. Y esto es lo que sucede y lo que Lenny no puede soportar.

Con este telón de fondo, la búsqueda de la madre se convierte en la obsesión de un hombre, al que su cuidadora, una religiosa interpretada por Diane Keaton, la madre de facto,  le hace creer que es santo, que ha realizado curaciones milagrosas en su adolescencia, que lo asimilan a una joven beatificada por la Iglesia; Sorrentino nos obliga a ver la vida a través de este pontífice, que, de forma consciente o inconsciente persigue, en contra de los elementos más progresistas de la curia, a los pederastas, pero también a los homosexuales (un porcentaje muy elevado de los sacerdotes, obispos y cardenales), a los abortistas, a los divorciados, a los ateos y a todos aquellos que no comulgan con sus ideas. Amenaza a los políticos y no se deja ver preparando, con su invisibilidad, el gran espectáculo mediático que arruinará las expectativas de los políticos profesionales, ahora de izquierdistas, que gobiernan en Italia. No contento con esta maniobra amenaza al presidente de gobierno con proclamar una disposición, no éxpedit, que Pío IX impuso por primera vez en 1874 y que declaraba inaceptable que los católicos participasen en las elecciones y por extensión en toda la vida política de Italia. Ninguno de los dos conocía el alcance que esta medida podía tener, lo cual suponía una coacción seria para los dos, pero, teniendo en cuenta lo que los ciudadanos confiesan en las encuestas, para los políticos.

Sorrentino maneja con habilidad la idiosincrasia de estos hombres y mujeres que habitan en palacios que funcionan como jaulas de oro, en los que visten ropas ostentosas, gozan del boato propio de un faraón y se mueven entre obras de arte de todo los tiempos que se exhiben no sólo en el Museo del Vaticano, sino en las estancias papales. Un cuadro llama especialmente la atención de Pío XIII: La mujer barbuda de José de Ribera 'El Españoleto', una pintura de iconografía muy ambigua. Dentro de los muros de su pequeño estado los clérigos conspiran, se injurian y difaman, pero muchos de ellos fuera del recinto de su jaula de oro no saben desenvolverse. Muy significativa es la salida a la calle , para marchar a Norteamérica, el próximo destino, del cardenal que interpreta Javier Cámara, que apenas pone un pie en la vía pública está a punto de ser atropellado por un motorista de los que abundan en la ciudad de Roma, ante la impasible mirada de la guardia suiza.

En estos cinco capítulos Sorrentino hace una denuncia, sin paliativos, de las instituciones religiosas, ricas o pobres, casas de caridad, monasterios..., en las que sus dirigentes abusan del poder, en especial en algunos lugares en los que determinados bienes necesarios para la vida, como el agua, se convierten en una fuente de sobornos con fines espurios; paulatinamente el film se va introduciendo en una angustiosa oscuridad, en la que el joven papa va construyendo un sistema rígido, un mosaico en el que cada una de las teselas por separado podría ser aceptada por muchos miembros de la congregación, pero inaceptable en un mismo marco de prohibiciones y persecuciones- Del mismo modo el relato cinematográfico se va tornando angustioso e inquietante para los espectadores. Las pinceladas de humor han ido desapareciendo, y los gestos de picardía del protagonista se tornan en chistes con mala sombre que disgustan a casi todo el mundo dentro y fuera de la pantalla. La combinación del buenismo infantil de los jerarcas de la Iglesia con la perversidad de los pederastas, hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales, obligan al público a recolocarse constantemente para seguir con un mínimo de coherencia esta narración cargada de efectos dramáticos y subtramas abundantes. Quien esperaba que al fin se pudiera sacar alguna conclusión de la visión de la Plaza de San Marcos, nocturna e inundada, sufrirá una decepción. Sólo parece evidente que la bella ciudad de Venecia es un lugar maldito,donde algunos se enfrentan a la decadencia física y mental.



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