Muertos y enterrados. Comentario





Ficha técnica, sinopsis, breve comentario, cartel y trailer (Pinchad aquí)


Comentario:


Dead & Buried (Muertos y enterrados),  dirigida por Gary Sherman en 1981, contiene múltiples referentes del cine de zombis que le precedió, un icono del que fue muy responsable George A.Romero, si bien  introduce características que lo definen como creación propia del guionista Dan O'Bannon, un trabajo conjunto  con su amigo y compañero Ronald Shussett, quien le prestó su sofá, cuando conoció la ruina que lo dejó en la calle, sin dinero y sin casa, al fracasar el proyecto de Alejandro Jodorovski de adaptar a la pantalla Dune, de Fran Herbert (1965), un proyecto en el que se encargó de la tarea de supervisar los efectos especiales. O'Bannon y Shussett  ya habían trabajado juntos en 1979 en el guión de 'Alien, el octavo pasajero' para Ridley Scott, y ahora dan un toque personal a los zombis de Gary Sherman, que no muerden a sus víctimas, sino que, antes de asesinarlas, les roban el alma, de acuerdo con una vieja leyenda, según la cual se provoca a la maldad al imprimir la imagen de un hombre o mujer en un papel o una película; para que  el muerto 'resucite' hay que enterrar sólo su corazón, en caso contrario, si se sepulta el cuerpo entero muere irremediablemente. 

A medida que se desarrolla el relato y se revela su trama, vemos que este film también ha tenido importantes repercusiones en cineastas posteriores, como 'Arma fatal' de Edgar Wright, que sitúa a su protagonista en un pueblo  en apariencia tan placentero y tranquilo como  'Potters Bluff', una pequeña comunidad que ofrece al viajero una vida diferente, un objetivo en el que se implica la totalidad de la comunidad. Cuando la muerte domina lo cotidiano, el forense-embalsamador, que realiza su trabajo acompañado de música, para hacer más llevadera su función, se convierte en un personaje fundamental, en el que parece haberse basado el cineasta noruego para realizar su terrible película 'La autopsia de Jane Doe' (2016),  aunque ha invertido los términos: el personaje de Gary Sherman crea belleza, reconstruye los cuerpos destruidos a golpes, mientras que Tommy, interpretado por Brian Cox, auxiliado por su hijo Austin ( Emile Hirsch), disecciona, extrae las víctimas, sierra su cráneo y, en definitiva, atenta contra la belleza de Jane Doe, un nombre con el que bautiza los cadáveres de mujeres que han sido halladas muertas, cuya identidad se desconoce. La música en que se apoyan padre e hijo, que como William G.Dobbs  (Jack Abertson) tienen el lugar de trabajo en su propia casa, es mucho más estridente y actual.

Sin embargo donde el film se torna confuso, curioso y desorientado es en el tratamiento del background, en el subtexto que lo preside. Todos los muertos, en una primera impresión son forasteros, asesinado en el tiempo que abarca la diégesis cinematográfica, que finalmente sabremos que se extiende más allá del acotado entre la primera y la última secuencia,  evocando en su estructura a aquellos pintores cuya obra excede al marco, una decisión estilística que sitúa al protagonista en un no man's land, fuera del tiempo y el espacio cinematográfico que se explica por unos acontecimientos que tienen lugar antes de comenzar el film, y que conoceremos gracias a un giro final. El hecho de que los muertos en el mencionado marco del film procedan del exterior favorece, pues, una lectura fácil  que no parece compadecerse con lo que ocurre en realidad. Es cierto que en el tiempo del relato son los locales los que matan a los que se adentran en su territorio, arrastrados por un sentimiento que puede tener relación con el odio al extranjero o la turismofobia, (la mayoría de ellos pasan accidentalmente por este pueblo en apariencia pacífico, en búsqueda de un lugar tranquilo), pero luego veremos que todos los que habitan este lugar han tenido igual suerte, y animan al protagonista, el sheriff Dan Gillis (James Farentino) a acabar con 'él', alguien que no tiene derecho a hacerles eso. ¿Quién es ese alguien?

Todo nos va conduciendo a la conviccion de que Gary Sherman y sus guionistas han jugado con los espectadores, les ha hecho partícipes de un relato de metaficción,  han destripado su discurso, en el que un demiurgo, en este caso el forense, moldea a sus personajes, les quita y pone atributos a su antojo, fabrica recuerdos, mejora el aspecto físico de sus víctimas, convertidas en zombis de bella apariencia, como la chica de la playa, a los que sólo veremos las cicatrices al final. ¿Es esta la tarea que asumen el director y los guionistas? Desde luego que sí, y si eligen, en un momento determinado 'extranjeros', como la chica que hace autoestop, es porque, con toda  probabilidad, nadie los va a reclamar. Robadas sus almas, se convierten en dóciles  servidores del que gobierna la comunidad, algo de lo que deben ser conscientes quienes forman parte de un equipo de producción colectiva, como es el cine. 

Un film magnífico, que mezcla texturas, juega con el color, con la luz y la oscuridad, para lograr interesar a su público, renunciando, en gran medida, a provocar grandes sustos, e incitando a los espectadores a reflexionar sobre un género que incorpora al zombi como un símbolo de las clases más desfavorecidas, al servicio de quien mantiene íntegras sus facultades mentales. Magnífico.



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