Cordillera. Santiago Maitre. Crítica.
Ficha técnica, sinopsis, crítica, cartel y trailer. (Pinchad aquí)
Crítica:
Hay diferentes formas de decir que algo no nos ha gustado nada: una sencilla, razonada y directa, que se entienda bien, y otra retorcida y pretenciosa como la película que dirige Santiago Mitre, director de 'El estudiante'. Al segundo paradigma responde la crítica de Luciano Monteagudo (Página 12) para quien es evidente, y encomiable, la intención de Mitre (y de su coguionista Mariano Llinás) de correrse del modelo televisivo, aunque la paulatina incursión en lo fantástico no termina de resultar orgánica con el planteo inicial de la película. Creo que quien lea esto no sabrá de que le están hablando, ni tan siquiera reaccionará ante la filosófica interpretación de Luís Martínez, para quien "más allá del contenido de la respuesta, importa la duda, la sorpresa ante la ingenua vulgaridad de una pregunta tan elemental. El mal, en realidad, ni siquiera existe, es sólo la privación de lo que es; el mal es lo que está al otro lado..." El problema reside, y bastante, en la forma en que plantea la duda, en torno a unos hechos ficticios que tienen su correlato en la vida real, en la época de Kirchner y de Lula da Silva, en la que se acusa al segundo de corrupto (en la ficción, claro), y se incorpora al relato un rumor que difunden periódicos como Tribuna (1), de que Christina de Kirchner habría tenido una hija , a la que el matrimonio habría escondido, por la juventud de la madre y porque tenía reducidas las facultades mentales.
Partiendo del propio título que no acabamos de entender, y no es responsabilidad de una mala traducción ya que el film está rodado en español, es evidente que Santiago Maitre ha tenido serias dificultades para construir el perfil de un político del que el espectador sabe muy poco, excepto que es el presidente de Argentina en el momento en el que Lula da Silva gobernaba Brasil (queremos creer en base a sus planteamientos políticos, lo que convertiría a su homólogo, interpretado por Ricardo Darín en Ernesto Kirchner, ya que todos los nombres son ficticios), que acude a una cumbre sobornada por los Estados Unidos, un aspecto del poliedro que constituye la esencia del personaje, que no sólo es un corrupto, sino que 'se come a los niños crudos', una idea que, tan solo sugerida o apuntada asusta por su vulgaridad, y necesita un buen composto filosófico para mantenerse. Pero lo que ya no es de recibo es la información que se proporciona a un público que hasta el momento se ha entretenido viendo a Ricardo Darín poniéndose chaquetas, descansando, asistido por sus asesores, como corresponde a un político de su altura y haciéndose la fotografía de familia con los otros mandatarios de la cumbre americana, en la que están representadas dos Américas, la del centro y la del Sur, y sobrevolando sobre ellas la primera, la del Norte, como un ave rapaz a punto de devorarlas, cuyo representante está interpretado por el eterno secundario Christian Slater, la única secuencia medianamente digna del film, en la que se hace evidente un hecho que por desgracia ocupa demasiadas portadas de los periódicos.
Lo peor se produce cuando, a través de la hija, un personaje del que lo que lo mejor que se puede decir es que es ridículo desde su primera aparición, en la que se nos muestra de espaldas, con el cabello recogido en forma de cola de caballo rizado, y a la que sigue la cámara sin mostrar el rostro un buen rato hasta que la muestra de lejos y de frente con una cara hosca de pocos amigos, algo absolutamente incomprensible para el público, se nos intenta contar un lado tan oscuro del protagonista, con unos métodos tan singulares, que alguno creerá originales, pero que no tienen ni pies ni cabeza, especialmente cuando esta joven que decide no hablar como la protagonista de Bergman en 'Persona', sin ninguna explicación convincente, de acuerdo con lo que sabemos de este tema, no es que deje caer su careta, es que tras ser sometida a hipnosis por un psiquiatra, al despertar, no sabemos si recuerda o no lo que ha dicho, pero lo reproduce punto por punto. La tercera pata en la reconstrucción de Hernán Blanco corre a cargo de una periodista absolutamente patética, una actriz lamentable que insiste en preguntar al impoluto presidente si cree en la verdad, y él le cuenta una historia de un zorro rojo con cuernos. Terminado todo, lo que tiene que terminar, la actitud de los asesores, la cuarta pata, se convierte en la única certeza que los espectadores se llevan a casa: la de que, aunque sea de forma chapucera, se ha reconstruido el muñeco.
Cuando hicimos la ficha técnica y una ligera aproximación a la crítica, añadimos la crítica de Boyd van Hoeij (The Hollywood Reporter) y nos pareció que hacía un diagnóstico cruel, al afirmar que Maitre solo acertaba cuando diagnosticaba, ya que no conseguía articular una sola idea más allá de que los políticos también son personas. Ahora pensamos que ni tan siquiera consigue esto, ya que Blanco no parece una persona cualquiera, sino un autentico monstruo, cubierto con una máscara de hielo, una cara más dura que la nieve que cubre la Cordillera de los Andes. Asusta la posibilidad de que se haya escondido tras un cuento mal encajado una acusación al ex-presidente de Argentina, Ernesto Kirchner, y que, se base en ciertos rumores de que este mandatario escondió una hija de su mujer Cristina Fernandez de Kirchner, cuyas facultades mentales reducidas de nacimiento explicaría la expresión de la actriz que la representa y el halo de misterio que la acompaña y que encaja muy mal en la historia ficticia, en la que el realizador se entretiene más que en la corrupción política. Un relato para uso doméstico de los argentinos, que no llega bien a otros lugares.
(1) Carolina Pulqui : ¿La hija escondida de Christina Kirchner? Tribuna, 27 de octubre de 2010.
Partiendo del propio título que no acabamos de entender, y no es responsabilidad de una mala traducción ya que el film está rodado en español, es evidente que Santiago Maitre ha tenido serias dificultades para construir el perfil de un político del que el espectador sabe muy poco, excepto que es el presidente de Argentina en el momento en el que Lula da Silva gobernaba Brasil (queremos creer en base a sus planteamientos políticos, lo que convertiría a su homólogo, interpretado por Ricardo Darín en Ernesto Kirchner, ya que todos los nombres son ficticios), que acude a una cumbre sobornada por los Estados Unidos, un aspecto del poliedro que constituye la esencia del personaje, que no sólo es un corrupto, sino que 'se come a los niños crudos', una idea que, tan solo sugerida o apuntada asusta por su vulgaridad, y necesita un buen composto filosófico para mantenerse. Pero lo que ya no es de recibo es la información que se proporciona a un público que hasta el momento se ha entretenido viendo a Ricardo Darín poniéndose chaquetas, descansando, asistido por sus asesores, como corresponde a un político de su altura y haciéndose la fotografía de familia con los otros mandatarios de la cumbre americana, en la que están representadas dos Américas, la del centro y la del Sur, y sobrevolando sobre ellas la primera, la del Norte, como un ave rapaz a punto de devorarlas, cuyo representante está interpretado por el eterno secundario Christian Slater, la única secuencia medianamente digna del film, en la que se hace evidente un hecho que por desgracia ocupa demasiadas portadas de los periódicos.
Lo peor se produce cuando, a través de la hija, un personaje del que lo que lo mejor que se puede decir es que es ridículo desde su primera aparición, en la que se nos muestra de espaldas, con el cabello recogido en forma de cola de caballo rizado, y a la que sigue la cámara sin mostrar el rostro un buen rato hasta que la muestra de lejos y de frente con una cara hosca de pocos amigos, algo absolutamente incomprensible para el público, se nos intenta contar un lado tan oscuro del protagonista, con unos métodos tan singulares, que alguno creerá originales, pero que no tienen ni pies ni cabeza, especialmente cuando esta joven que decide no hablar como la protagonista de Bergman en 'Persona', sin ninguna explicación convincente, de acuerdo con lo que sabemos de este tema, no es que deje caer su careta, es que tras ser sometida a hipnosis por un psiquiatra, al despertar, no sabemos si recuerda o no lo que ha dicho, pero lo reproduce punto por punto. La tercera pata en la reconstrucción de Hernán Blanco corre a cargo de una periodista absolutamente patética, una actriz lamentable que insiste en preguntar al impoluto presidente si cree en la verdad, y él le cuenta una historia de un zorro rojo con cuernos. Terminado todo, lo que tiene que terminar, la actitud de los asesores, la cuarta pata, se convierte en la única certeza que los espectadores se llevan a casa: la de que, aunque sea de forma chapucera, se ha reconstruido el muñeco.
Cuando hicimos la ficha técnica y una ligera aproximación a la crítica, añadimos la crítica de Boyd van Hoeij (The Hollywood Reporter) y nos pareció que hacía un diagnóstico cruel, al afirmar que Maitre solo acertaba cuando diagnosticaba, ya que no conseguía articular una sola idea más allá de que los políticos también son personas. Ahora pensamos que ni tan siquiera consigue esto, ya que Blanco no parece una persona cualquiera, sino un autentico monstruo, cubierto con una máscara de hielo, una cara más dura que la nieve que cubre la Cordillera de los Andes. Asusta la posibilidad de que se haya escondido tras un cuento mal encajado una acusación al ex-presidente de Argentina, Ernesto Kirchner, y que, se base en ciertos rumores de que este mandatario escondió una hija de su mujer Cristina Fernandez de Kirchner, cuyas facultades mentales reducidas de nacimiento explicaría la expresión de la actriz que la representa y el halo de misterio que la acompaña y que encaja muy mal en la historia ficticia, en la que el realizador se entretiene más que en la corrupción política. Un relato para uso doméstico de los argentinos, que no llega bien a otros lugares.
(1) Carolina Pulqui : ¿La hija escondida de Christina Kirchner? Tribuna, 27 de octubre de 2010.
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