Critters. Stephen Herek




Ficha técnica:


Título original: Critters.
País: Estados Unidos.
Año: 1986.
Duración: 90 minutos.
Genero: comedia de terror.

Dirección: Stephen Herek.
Guión: Domonic Muir y Stephen Herek.
Dirección de Fotografúa: Tim Suhrstedt.
Música: David Newman.

Productor: Ripert Harvey.
Productor ejecutivo: Robert Shaye.
Diseño de producción: Sarah Risher.
Compañías productoras:  New Line Cinema, en asociación con Smart EGG Pictures para Sho Films.


Intérpretes:



Dee Wallace Stone
M. Emmett Walsh
Billy Green Bush
Scott Grimes
Nadina van der Velde
Don Opper
Terrence Mann


Sinopsis:



La vida de la familia Brown se estropea cuando unos carnívoros alienigenas y  letales llegan a su granja de Kansas. Atrapados en una pesadilla mortal, los aterrados Brown luchan por sus vidas, intentando defenderse de estos monstruos sedientos de sangre. Pero es una batalla perdida, hasta que dos cazadores intergalácticos llegan, determinados a exterminar a estas criaturas del planeta. Es una aventura alienígena, llena de acción y con pequeñas criaturas.


Comentario:


Critters es la opera prima de Stephen Herek, el cineasta de Texas que dirigió al también debutante Keanu Reeves en 'Las alucinantes aventuras de Bill y Ted', 1989, que con esta película se incorpora a la tendencia de la década de los 80  y principios de los 90 del siglo XX, de llevar a la pantalla historias en las que pre-adolescentes y otros jóvenes que acababan de ingresar en la pubertad o ya la habían superado se enfrentaban a sus demonios, ya fuera en forma de adultos arrogantes y prepotentes o la traslación de su amenaza a monstruos de diversas formas y tamaños (gremlins, 1984, payasos, It  (TV), 1990, o la propia muerte sin disfraz) ; sentidas estas amenazas tras las revueltas de la década de los 60,  cuando el nuevo invento de la TV era mirado con desprecio por los intelectuales del momento; en 1969 el semiólogo Umberto Eco escribió Apocalípticos e integrados señalando amabas caras de la moneda


'Critters' es un disparate terrorífico  protagonizado por unos bichos muy gamberros, realizados con un diseño deficiente y pobre, a modo de unos erizos que se enrollaban como bolas cuando se desplazaban para atacar a los terrícolas mientras por sus bocas salían todo tipo de insultos, algunos pertenecientes a la gramática parda; cuando adoptaban la posición erecta se convertían en pequeños y temibles asesinos que se lanzaban a la yugular de sus enemigos. Dos cazarrecompensas galácticos replicaban para atacarlos la forma de roqueros famosos y gentes conocidas del lugar, quienes simbolizaban, a causa del desconocimiento de la cultura terrícola, una mirada inocente sobre la hipocresía y el anquilosamiento de nuestra sociedad que repercute en inercias sociales malignas y en la hipocresía que afecta a las creencias religiosas y sus vicarios en la Tierra, una ignorancia que  les permite entrar sin escrúpulos en las iglesias , los templos de las creencias religiosas de los humanos y agredír al pastor, el primero que se esconde cuando los ve llegar, dejando abandonadas a sus indefensas  ovejas.

Como es habitual en este tipo de relatos, el sexo precoz, fuera de la mirada de los adultos, una seducción que emprende en concreto la hija de los Brown en el pajar del granero, es una de las razones por las que en este subgénero de terror los adolescentes sufren el castigo que se encargan de proporcionar estos bichos, de cuyas garras es salvada la virgen, si bien muere el novio pecador, a pesar de que el joven se resiste al contacto sexual por temor a los padres de ella y es la chica la que insiste. El director no siente preocupación por el desarrollo de los personajes, a los que se impone la trama de una de las invasiones más cutres, pero a la vez más divertida e ingenua, del cine. Una película proustiana para quienes vivieron su adolescencia disfrutando de la ella  y ahora la vuelven a gozar como una recuperación del tiempo perdido, sin importar que  sea un producto, ya no de serie B, sino incluso Z, realizada con algo más que esas bolas peludas llamadas critters, la Iglesia y la casa de cartón de los Brown, bordeada por una valla de madera, un homenaje a 'Invasores de Marte' de Tobe Hooper también de 1986, películas emblemática que les evocan los tiempos exentos de responsabilidades en los que su máxima preocupación era buscar a sus amigos para jugar y fabular.

Recurrimos, siempre que podemos, a referentes cinematográficos para otorgar a esta expresión el respeto que se merece, y también recordar a un artista que militó en la imagen fija, la pintura, y la imagen en movimiento, el cine, Peter Greenaway, quien en el making of de 'El niño de Mâcon' (1993), que realiza un análisis muy realista y cargado de pesimismo sobre el nuevo modo de representación, frenado por la inercia de la solidez milenaria del texto escrito, tras un irrupción en el universo cultural que tuvo repercusión en las tradicionales artes plásticas: "Tengo muchas quejas sobre el cine. Creo que, cuando se estableció a principios del siglo XX, se consideró que sería algo extraordinario, una forma de arte total, y no creo que haya alcanzado su potencial. Se suponía que sería la conjunción de las diversas disciplinas...pero creo que ha acabado por estar muy basado en la ilustración, tiene muy poco que ver con la cinematografía y está profundamente asociado con las librerías (...) Creo que, durante 115 años hemos visto libros ilustrados (...) el cine nunca ha llegado a ser autónomo, nunca ha llegado a ser él mismo. La mayoría de la gente, y aquí quiero provocar, son 'analfabetos visuales', no saben mirar las películas... " (Peter Greenaway)





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