Exhibition. Joanna Hogg





Ficha técnica.


Título original: Exhibition.
País: Reino Unido.
Año: 2013.
Duración: 104 minutos.

Dirección: Joanna Hogg.(No relacionado/Unrelated)
Guión: Johanna Hogg.
Casting: Olivia Scott Webb.
Dirección de Fotografía: Ed Rutherford.
Música: Ed Rutherford.
Edición: Helle Le Fevre.
Dirección artística: Pedro Moura.


Productor: Gayle Griffiths.
Productores ejecutivos: Lizzie Francke, Julia Gozinskaya, Christine Langan, Michael Sackler, Ed Wethered.
Diseño de producción: Stéphane Collonge.
Compañías productoras: Film Forever, BBC Films, asociados con Rook Nest Entertainment, Wild Horses Film Company Production.



Intérpretes:


Viv Albertine: D,
Liam Gillick: H,
Tom Hidleston: Agente del Estado,
Harry Kershaw: Agente del estado,
Mary Roscoe: Vecino invitado,
Carol McFadden: Dina Breeze,
Chris Wilson: paramédico de ambulancia.


Sinopsis:


La performed D y el arquitecto H son una pareja a punto de abandonar la casa donde han vivido y trabajado durante años. Los dos  sienten este proceso como un duelo a su manera.


Lo que se dice:


Para Stephen Dalton (The Holltwood Reporter)   supone un impresionante trabajo de oficio y madurez, imbuida de provocadores aires a lo Haneke; Leslie Felperin ( Variety) mantiene una posición muy parecida, y la tacha de film frio y exquisito osbre una pareja fría y exquisita y concluye afirmandoalgo incomprensible: parece un film de Richard Curtis realizado por Andrei Tarkovski.


Crítica:



Preguntas que no esperan respuesta, que se enuncian como quejas y lamentos de incomunicación y que con frecuencia se escuchan tras muros o puertas, fuera de campo en un off visual para el espectador, son el modo de expresión elegido por Joanna para contar la historia de una pareja que ha iniciado el camino del desamor y que busca la satisfacción de modo individual. Sus protagonistas se mueven entre dos o tres estancias comunicadas por una escalera de caracol y delante de un muro sustituido por el cristal que comunica estos espacios claustrofóbicos con el exterior, en el que transcurre la vida cotidiana, gritan los niños, riñen las parejas y rompen el silencio las excavadoras.

Se ha dicho que el estilo de Jogg está influenciado tanto por directores asiáticos como Yasujiro Ozu, u ocidentales como Eric Rohmer, especialmente por el escaso movimiento de las cámaras, casi fijas y por las tomas prolongadas en las que el significado depende de los movimientos de los  actores, que representan, ya sean profesionales o no, a personajes de la clase media que ha hecho que ciertos críticos saluden sus películas como un nuevo tipo de realismo social británico. Sus protagonistas son ese tipo de personas que habitan casas minimalistas  como las que se 'venden' en las ferias de decoración que invitan a algunos a preguntarse donde ocultan sus inquilinos aquello que constituye su propia historia, incluida la ropa que usaron en la temporada anterior y que por razones que su autora no cree necesario hacer explícitas, ni se deducen del contexto, han decidido abandonar su 'hogar'.

Es bien conocido por todos aquellos a los que les gusta el cine que la diégesis se construye con los conocimientos previos y la experiencia que aporta el espectador, un bagaje no basado únicamente en las aportaciones culturales que contribuyen a crear su background, ya provengan de la literatura o el propio cine, lo que hace que algunos hayan evocado, al ver esta película, a Curtis o Tarkovsky, pero también a Haneke o a Ozu, aunque estas sensaciones sean muy subjetivas y posiblemente  se basen en el hieratismo y frialdad aparente de estos cineastas,y,  a pesar de que Joanna Hogg carezca de su intensidad emotiva, por muy contenida que sea, o no se esfuerce en transmitir el tono vital de personajes que apenas esconden la nostalgia, la soberbia, el honor o el amor a la familia, grandes temas entre los que se encontraba la imposibilidad trascendida de la pareja que la inglesa  sí trata y que, de alguna manera, se aproxima a esta cuestión que torturó a Bergman, asociando en este caso el fin de una relación con un final de una etapa, objetivado en el cambio de casa. La pareja no se rompe, pero está entrando en horas bajas, aunque las va superando unida por algo más que por el amor que les hizo subir por primera vez la empinada escalera de caracol, que unía o separaba, según se mire, los espacios en los que reina la intimidad, donde se ubica e dormitorio del matrimonio, y el lugar de trabajo, especialmente el de ella. A él, cuando habla en la planta baja apenas se le ve, sólo se le escucha hablar desde una estancia contigua, dejando que sea el espectador el que saque sus conclusiones.

El film termina con ¿una dedicatoria? a un arquitecto que vivió entre 1912 y 2011: James Melvin, una reseña que aparece tras mostrarnos a la nueva familia que va a ocupar la casa en la que esta pareja ha vivido 18 años, que juega con sus niños y rompe la frialdad de este 'hogar', contemplado desde el exterior por quien sufrió una rutina insoportable dentro de esa casa inspirada en Wright, un arquitecto que trató de integra sus construcciones con el contexto y que en el relato de la inglesa no logra unir a sus ocupantes. Joanna Hogg introduce sus cámaras en la intimidad de D y H y nos permite comprobar que más allá de la experiencia de deambular por espacios diseñados, los conflictos que se producen en la pareja son los mismos que los que se dan en el hogar más humilde, una realidad que hace muy visible la cineasta en el conflicto que mantiene H con un conductor que ha aparcada su coche en la entrada de su garaje que carece de la señal de vado permanente. Tenía razón el poeta que advirtió que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.


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