American Psycho. Mary Harron.








Ficha técnica: 


Título original: American Psycho
País: Estados Unidos.
Año: 2000.
Duración: 98 minutos

Dirección:  Mary Harron.
Guión: Mary Harron y Guinevere Turner, basado en la novela homónima de Bret Easton Ellis.
Casting: Billy Hopkins, Suzanne Smith y Kerry Barden
Director de Fotografía: Andrzej Sekula.
Música: John Cale. Supervisores de música: Barry Cole y Christopher Covert.
Editor: Andrew Marcus.

Vestuario: Isis Mussenden.

Productores: Edward  R. Pressman, Chris Hanley, Christian Halsey Solomon.
Diseño de Producción: Gideon Ponte.
Co-Productores: Ernie Barbarash, Clifford Streit y Rob Weiss.
Productores ejecutivos: Michael Paseornek, Jeff Sackman, Joseph Drake.
Muse Productions & Christian Halsey Solomon, Mary Harron Film, Lions Gate Films, Columbia Tristar. DVD.


Intérpretes :



Christian Bale: Patrick Bateman,
William Dafoe: Donald  Kimball,
Jared Leto: Paul Allen,
Josh Lucas: Craig MMcDermont,
Samantha Mathis: Courtney Rawlinson,
Matt Ross: Luis Carruthers,
Bill Sage: David Van Patten,
Chloe Sevigny: Jean,
Cara Seymour: Christie,
Justin Theroux: Timothy Bryce.
Guinevere Turner: Elizabeth,
Reese Witherspoon: Evelyn Williams.


Sinopsis: 



Patrick Bateman es un yuppie adinerado que durante el día trabaja en  Wall Street y por las noches a actividades  imposibles de concebir. A medida que pasan los años, su odio por el mundo va aumentando cada vez más. Christian Bale interpreta a ese monstruo contemporáneo cuyo materialismo feroz y malsana envidia alimentan sus tendencia homicidas.


Crítica:



Este fin de semana un periódico ha relanzado el film  de Mary Harron, American Psycho, una sátira social de finales de los años 80 del siglo XX, sobre un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, muy ricos, privilegiados de la sociedad de Nueva York, atrapados en un mundo de apariencias y obsesionados con lo material: restaurantes, comida, ropa y consumismo en general, y a la vez un retrato feroz de la peor conducta masculina, sin  complacencias ni  exhibición de detalles gratuitos, que ha molestado a mucha gente. La película está estructurada en dos partes: la primera en la que predomina la acción y en  la que se definen los perfiles de los personajes; la segunda concebida como un  thriller de terror, en la que Patrick Bateman, un icono de todo lo deseable por la sociedad del desarrollo que se creía sostenible e ininterrumpido, se revela como un asesino loco, un ser vacío y con grandes carencias. Las mujeres son auténticos floreros, parásitas inactivas, pero ellos, en contra de las apariencias, basadas en ocupar todos los días un despacho, tienen una productividad muy baja, basada esencialmente en oír música, hacer análisis grandilocuentes, sin sentido, del trabajo que realizan los demás, como los músicos a los que escuchan a través de unos auriculares que les acompañan a cualquier sitio,  competir por tener la tarjeta de presentación más distinguida, o por conseguir  más reservas en el Dorsia, inspirado en la cultura chill-out de New York.






Mary Harrow realiza un magnífico retrato del yuppie de los años 80, un broker de Wall Street, que trabaja para Pierce & Pierce  en tiempos de la presidencia de Ronald Reagan, un símbolo de una forma de vida que se ha demostrado como insostenible en la primera crisis global de comienzos del siglo XXI. Estos jóvenes triunfadores, (Patrick Bateman tiene 27 años) viiven en apartamentos de lujo, llevan una dieta sana y natural, hacen ejercicio, se cuidan el físico, frecuentan discotecas de moda donde consumen drogas, y acuden a restaurantes caros con decorados de fábrica que evocan el mundo obrero; teóricamente se  preocupan por  los acontecimientos de Sri Lanka,  el Apartheid, la carrera de armamento nuclear, el terrorismo, el hambre en el mundo, las condiciones de vida  de los sin techo, la igualdad de la mujer y un largo etcétera de problemas sociales, pero en la práctica  su única relación con el mundo del trabajo y la economía real, la prostitución o la mendicidad se realiza a través de   la explotación, el sometimiento o incluso la extinción física de los miserables.  Patrick Bateman lleva su soberbia y provocación social  muy lejos, exigiendo en una tintorería china que  le laven  unas sábanas manchadas de la  sangre de una de sus víctimas y exigiendo  que   las dejen bien blancas sin usar lejía para no dañar la calidad de los tejidos.





En el año 2000, cuando se estrenó el film, el mundo vivía en este especie de espejismo, una mezcla de experiencia vicaria, de disfrute del modo de vida de las clases altas por parte de las mass media, que sustituían los muebles de diseño por standars de Ikea o decoraciones de grandes almacenes, los restaurantes de lujo por los de comida-basura, y  la ropa de marca por la de la moda pronta. Todos vivían esa ilusión de desarrollo sostenible. Pero este mundo de jóvenes triunfadores, en el que las mujeres tenían  un papel decorativo y competían  con las prostitutas y el alcohol, escondía en la trastienda  un lado muy oscuro, un fondo de auténticos monstruos en los que por una causa u otra todo ser humano era objeto de su odio o resentimiento, bien a causa de celos profesionales, por  ejercer una profesión despreciable y susceptible de humillación, como el trabajo sexual, ya  fueran mujeres, gays o transexuales,  por estar en el escalón más bajo del proceso de producción (porteros, taxistas...)  ejercer la mendicidad, o estar en el lugar y el momento equivocado cerca de ellos.






Christian Bale representa magníficamente este papel cínico, sórdido y despreciable, aparentemente amable con sus víctimas, hasta que éstas realizan un gesto equivocado, ya sea fumar en su presencia, colocar una copa sobre la mesa sin depositarla sobre el posa-vasos,  oler mal por dormir en la calle o cualquier  tipo de acercamiento indeseable del  infeliz al ser superior y sin mácula que representan. Algunos encuentran el film divertido, a mi me parece escalofriante, y ante todo interesante porque  proyecta una mirada femenina sobre los tiburones de Wall Street; sorprende como algunos supieron ver los frágiles  pilares sobre los que descansaba el  sueño de crecimiento sostenible y el desarrollo ininterrumpido, cuya  decadencia ha dejado a amplios sectores sociales sorprendidos y en condiciones de constituir las nuevas  levas  de aquellos que han caido en la esclavitud por las deudas. La impunidad de que han gozado estas élites apoyada en la complacencia de las masas, está  ejemplificada por la naturalidad con la que el protagonista arrastra una bolsa con un cadáver dentro y la mete en un taxi goteando sangre, con la única justificación de que se trata de una  maleta de Jean Paul Gaultier .





Lo onírico y lo real concurren en esta historia sórdida y muy cínica, en la que el modelo de comportamiento es el de los asesinos de La matanza de Texas, un entretenimiento de lujo para el que disfruta de la auténtica libertad que da el dinero. La joven prostituta Christie, a pesar del daño que le hizo en la última ocasión en que usó de sus servicios, vuelve a su casa atraída por lo precio sustancioso que le ofrece el monstruo. En este viaje lo que importa es la apariencia, no lo que se es como ser humano, y no hay posibilidad de catarsis o redención, cada cual es lo que parece ser en el mundo de Davis o Patrick Bateman. Decorados fríos, elipsis oportunas que sustraen a la mirada del espectador los momentos más cruentos y las imágenes de sexo, vistas a través del espejo o del display de la cámara doméstica, constituyen esa máscara de apariencia que no permite ir más allá en la penetración psicológica del personaje, y que deja la resolución del conflicto a la interpretación del espectador, dificultada por escenas tan oscuras como el propio protagonista.

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