Normandía al desnudo. Crítica.
Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice, cartel (Pinchad aquí)
Crítica:
Parece que los franceses de a pie quieren recorrer el camino contrario al que andaron sus antecesores revolucionarios que decidieron olvidar las pastoriles y la vuelta al campo por la que habían sido seducidos los nobles del Rococó, y del que es uno de los máximos exponentes Fragonard y sus célebres columpios adornados con flores, una reacción que hace explícita Jean Renoir en 'La Marsellesa' (1938) a través de un pintor que se niega a representar a los campesinos como reacción a la postura condescendiente de los privilegiados y vuelve su mirada a la mitología grecolatina. Mas el resultado de la Revolución Francesa, al final del trayecto de acción-reacción del pueblo y la nobleza, fue un propietario pequeño y mediano, tanto en el mundo rural como en las ciudades, chauvinista, individualista, enfangado en pequeñas controversias personales, que se mira su propio ombligo incapaz de proyectar una mirada más amplia. Del pueblo y para el pueblo, así titula Javier Ocaña su crítica para el diario 'El País' del film de Philippe Le Guay . Si bien esta composición social se dio con más claridad en Francia, el franquismo español dejó un estatus social parecido por razones bien diferentes: una clase media, que , procedente de las fuerzas vivas del mundo rural, llenó las ciudades de una clase clientelar que vivía cómodamente con la ausencia de libertades y cuyos representantes de mayor edad disfrutan de un cine que también pone su foco en las pequeñas miserias que enfrentan a hombres y mujeres de colectividades pequeñas y provocan la hilaridad de los espectadores, huyendo de planteamientos de mayor calador político, económico y social.
No obstante, el precedente cultural de un país y otro marca las diferencias, y a pesar de hacer guiños a este mundo rural, al arriba y abajo más cutre, -recordemos 'Las chicas de la sexta planta' del propio Le Guay, un film en el que las españolas van a servir a Francia, impulsadas por la necesidad, con el objetivo de poder comprarse una casa en España -, la actitud de los campesinos franceses, revela que su sociedad actual nació de una revolución y, cuando un célebre fotógrafo norteamericano, (una réplica de Spencer Tunick) les propone fotografiar al pueblo entero desnudo, en un paisaje paradisíaco normando (la patria de Asterix, con el que no pudieron los rom autojustificativos en pinturas clásicas, después de fallar todas sus reivindicaciones de las que no están ausentes cortes de carreteras en los que participa el propio alcalde, la máxima autoridad del pueblo, un ganadero como los demás, protagonizado por François Cluzet, sin que por ello se rasgue nadie las vestiduras, sino que, más bien al contrario, apenas le dedican unos segundos en las televisiones, razón por la que el primer edil decide apostar por una acción de mucho más calado. Una secuencia muy breve encabeza el film y lo convierte en una gran flashback. En ella vemos a un senderista que ha plantado su tienda en el campo de marras y no puede entender lo que se produce ante sus ojos cuando sale de su pequeño cubículo para desaguar.
En cuanto a sus referentes cinematográficos son muy claros, y todos ellos están orientados a desnudar a un colectivo para recaudar fondos, ya sea para los parados, The Full Monty (Peter Cattaneo, 1997), o para demandas sociales como 'Las chicas de calendario' (Nigel Cole, 2003), que buscan recursos para sufragar una buena causa social, investigar y apoyar la lucha contra la leucemia. Los bravos normandos se van a desnudar por algo más que unas pocas monedas: ocupar grandes espacios en los programas de noticias y alcanzar la cuota más amplia de pantalla de que sean capaces en favor de sus reivindicaciones. En este reto abandonarán, al fin, el planteamiento racional, geométrico del cuidadoso fotógrafo norteamericano, y se lanzarán de lleno a una forma de expresión caótica, emocional y romántica, la de un pueblo que entiende su libertad a su manera. Pero Le Guay no olvida introducir en este mundo bucólico de vacas y cabras que pastorean alrededor de cuatro casas a un capitolino arrastrado al 'mundo natural', es decir rural, por su sofisticada esposa que hace panes y los vende por los mercados de la contornada. Este hombre, un ejecutivo de ciudad, aunque hace profesión de plenitud en su nuevo marco vital, no puede evitar a la vista de todos la reacción de su cuerpo a una situación tan sublime en forma de soriasis, asma y otras formas de dermatosis que le afectan incluso a los ojos. Su hija, una preadolescente, aunque sana en su juicio y su cuerpo, desea salir de este mundo que engorda y embaraza artificialmente a los animales y pulveriza el aire con sulfatos, una joven que funciona como narradora del relato y que decide definitivamente a su padre a abandonar el 'paraíso' cuando es descubierta como una activista que hace pintadas en los comercios (carnicería, farmacia..) de los más reaccionarios del pueblo. Una complicación a la que ya no puede hacer frente aunque su cuerpo entero se convierta en una costra, y que le hace suspirar aliviado recordando un entrañable café de París.
La gente se lo pasa bien con el cine francés y este film en particular que les permite centrarse en sus pequeños problemas cotidianos y enfrascarse en unas reivindicaciones del mundo rural, que con frecuencia adoptan la forma más chauvinista y egocéntrica, que culpa de sus miserias al 'otro' (recordemos los otrora frecuentes vuelcos de camiones de países que debían cruzar suelo francés para llegar a su destino y la ruina de la fruta que contenían esparcida en el asfalto, que sólo remitieron con la llegada de ayudas europeas y favorecieron a partidos como el de Le Pen). Mientras, la modernidad imparable iba penetrando en las comunidades más recónditas a través de internet (sin presencia en el film) y barriendo las supersticiones, el curanderismo, los pequeños comercios que son como viejos museos que albergan ejemplares del pasado, a la vez que llegan al lugar helicópteros como el del hombre de ciudad que no puede soportar tanta naturaleza, y modernos tractores de ganaderos que fecundan artificialmente a las hembras de su ganado a la vez que los supermercados arruinan a las pequeñas tiendas de comestibles, cuyo olor a chocolates y fiambres, mezclado con productos hortofrutícolas, todavía permanece vivo en el olfato de lugareños y turistas, como el que planta su tienda en el campo en busca de la Arcadia feliz.
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