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2017: EL AÑO DE WISTON CHURCHILL





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CRÍTICA:


2017, por razones que no alcanzo a comprender, fue el año  de Winston Churchill, cuya figura pública fue contemplada tanto indirecta como directamente, en películas como Dunkirk de Chritopher Nolan, que venía precedida de 'Su mejor historia' ( Lone Sherfig, 2016, la realizadora de An Education), que abordaba la operación de salvamento de soldados del Reino Unido en Dunkerque, en la que participaron miles de pequeñas embarcaciones de pesca o de placer para arrancar a los soldados británicos de las garras alemanas, un relato de metaficción que no profundizaba en  la gesta que llevó  a cabo el ciudadano de las islas para salvar a sus camaradas, sino en una historia de amor entre una guionista de un film de propaganda patriótica y un miembro del equipo. Después vino 'El instante más oscuro', una película en la que Joe Wright nos muestra al político conservador en pleno combate con miembros de su propio partido empeñados en pactar con Hitler, -Chamberlain y Lord Halifax -, que, en caso de haber impuesto sus tesis la historia de Europa habría sido bien diferente. Aina Sabaté-Giralt, Jonathan Teplitzky, vuelven  en Churchill (2017) sobre la figura del primer ministro y sus relaciones con el rey, que también actuó como arbitro durante los preparativos del desembarco de Normandía, pero ahora será Churchill quien se oponga al plan conjunto de los aliados, tomándose la revancha del desastre de Gallipoli que todos le atribuyen, su gran fracaso, otro hito que de haber triunfado las tesis del viejo jefe del gobierno también hubiera tenido consecuencias difíciles de calcular.

Las protestas paternalistas sobre el número de muertos que iba a causar el desembarco de Normandía, que Churchill calculaba en 20.000 (un solo muerto es importante),  no suenan aquí sinceras, sino como un intento de un político empecinado en imponerse a los americanos que estaban al mando de la operación 'Overlord' que derrotó definitivamente al ejército nazi. El pecado de los europeos no fue enfrentarse a fascistas y nazis en la guerra,  sino no haber parado los pies a un monstruo que se manifestaba como tal y mirar hacia otra parte con acuerdos de no injerencia en los asuntos de otros países, manteniendo una complicidad culpable y una neutralidad negligente. Todo los días morían miles de personas en combate o en campos de exterminio. Mostrar las rabietas del viejo lobo que desayunaba Whyski,  encendía enormes puros sin descanso y se divertía con extravagancias como la de acudir a las reuniones con el general norteamericano Dwight D. Eisenhower , "Ike", y su plana mayor, o con el británico Bernard Montgomery,  con medias, pantalones bombachos y chaqué, una indumentaria que evocaba el antiguo régimen, es una prueba de la frivolidad del proyecto que dirigen los cineastas. En el fondo, Churchill no aceptaba que se le apartara de decisiones estratégicas y que dirigieran las tropas británicas militares procedentes del otro lado del Atlántico, que también protagonizaron, al parecer, batallas infantiles durante la confección del plan más ambicioso de la Segunda Guerra Mundial. Todo ello nos lleva a la conclusión de que lo que de verdad estaba en juego no  era el intento de evitar que hubiera miles de jóvenes muertos, sino un choque importante de egos. El mismo Churchill era el que no quería firmar un armisticio con Hitler y Mussolini, y el que quería boicotear el desembarco de Normandía y los planes del bloque aliado; en ambos casos  acaba fomentando el patriotismo de su pueblo.

Aina Sabaté-Giralt, Jonathan Teplitzky nos cuentan esta historia con un lenguaje cinematográfico  austero, académico y canónico, en el que los recursos más osados que utilizan, dentro de una concepción gométrica del espacio, son algunos espectaculares picados que sitúan al personaje en el lugar que verdaderamente ocupa, en relación con las fuerzas de la alianza  de la que forma parte, una posición que el Primer Ministro acepta de mala gana. En Dunkerque toma la decisión como líder de su pueblo, en el desembarco de Normandía debe dejar paso a los militares en la dirección de la guerra y ejercer de político que insufla patriotismo a los uyos. No estaban lejos los tiempos, - tan solo habían transcurrido cuatro años -, en los que sus commilitones querían pactar con Hitler y Mussolini  y él lo impidió, lo que significaba el enfrentamiento bélico, por otro lado inevitable como puso en evidencia la invasión por los ejércitos del Eje (Alemania, Japón Italia y otros países) de casi toda Europa  en una guerra relámpago (Blitzkrieg) sin precedentes. Si estos directores han querido dejar un retrato amable y preocupado por sus compatriotas del celebérrimo político, lo que han conseguido es transmitir la imagen de un viejo cascarrabias, alcoholizado y adicto al  tabaco, más preocupado por su lugar en el mundo que por el bienestar de los europeos, y en primer lugar de los ciudadanos británicos. La trama está tratada con una estructura circular que comienza con el político ante las costas de Normandía, cuyas aguas retornan a la playa a lomos de grandes olas teñidas del rojo la sangre de los soldados que murieron aplastados por la avaricia de los poderosos; tras un gran racconto que nos devuelve al punto de partida, Churchill hace una reflexión: "Todo lo que se lleva el mar nos lo devuelve". Ya sea el sombrero que ha caído al agua o la sangre de los soldados que murieron en el desembarco, que demuestran que el hombre ha sido doblegado, pero no convencido.

Se ha lanzado al mercado el DVD y Blu-ray de esta película que no ha conseguido el aprobado de los críticos  y apenas lo ha superado tas las votaciones de los espectadores, que han mostrado escaso interés oir el film (3,95 usuarios han dado su opinión en la página Rotten Tomatoes), a pesar del buen trabajo que realiza Brian Cox, que ha tenido que medirse con Gary Oldman en otra versión del personaje en 'El instante más oscuro'.




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