Silvio (Y los otros). Crítica





Imagen que nos sugiere la piscina de la Villa Certosa, ubicada en la Costa Esmeralda en el Norte de Cerdeña, un paraíso del que disfrutaba con una suerte de alquiler gratuito, Silvio Berlusconi con la Inmobiliaria Idra SPA  del propio empresario/en ocasiones mandatario.

En realidad es una botella de agua, fotografiada con un móvil



YO DOMINO LA GUÍA DE LA VIDA (Silvio Berlusconi)



Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pincha aquí)


Crítica:



Paolo Sorrentino es el observador más incisivo, el retratista más descarnado, de lo que Roberto Benigni llama 'la Berlusconite', cuando parodia el 'lío' de Silvio con Luana. Sorrentino, en su representación mental nos muestra una sociedad gerontocrática, que se escapa a la vista del turista, y que se sirve, gracias a su poder y a su riqueza, de todo lo que le puede ofrecer la juventud mejor dotada físicamente (lo único que interesa a los poderosos de ellos y ellas mientras son jóvenes y también conscientes del poder que este hecho pasajero les da), y que sume en la miseria física, moral e intelectual a gran parte del país  del que amplios sectores adoran el líder populista, merced a la experiencia vicaria que favorecen sus medios de comunicación, que,  por otro lado, los deja en manos de las mafias, la fuente del poder de su propia familia. Una de las secuencias más explícitas es aquella en la que Toni Servilio se desdobla, con una magnífica caracterización, en un empresario voraz que halaga al presuntuoso y seguro de sí mismo (la ignorancia es atrevida) Silvio, en la que queda claro que la filantropía es la base de la corrupción, una inversión necesaria para atraer más incautos. El film abarca un momento determinado de la vida de un hombre que inicia su declive, construido como un retablo conceptual, no iluminado con imágenes del pasado, en el que se dan breves pinceladas de su trayectoria vital.

El develamiento que realiza Sorrentino, poniendo de relieve la fascinación y la seducción que ejercen hombres como Silvio en la población, no sólo queda patente en el film, sino en la actitud de unos espectadores que, tras dos horas y media, se resisten a abandonar su butaca y permanecen pegados a ella hasta el último crédito. Ese binomio velinas/viejos, cuerpos jóvenes y boca con olor a pegamento de dentadura, preside lo que Erik Gandini define en 'Videocracy' como una proxenetización de la política que promocionó desde la pequeña pantalla y que muchos consideraron como un reflejo de sus gustos y su personalidad, un interpretación que parece poner en cuestión el cineasta napolitano, cuando, con una crueldad inusitada muestra cómo se desmorona el joven Sergio Morra (Ricardo Scamarcio), que arruina su fortuna y el honor de su familia, cuando por fin  entiende que su fracaso se debía a que no había sabido ver que 'ellos eran más listos', tenían, en definitiva, más tradición en el latrocinio y el engaño . Nadie duda de quiénes son ellos, unos viejos tan decrépitos y corruptos como los que se reunían en torno a Tiberio en la Isla de Capri, cuyo retrato hizo Tinto Brass.

Sorrentino emblematiza a Berlusconi, siempre rodeado de bellas mansiones, rodeadas a su vez de más bellos paisajes (nuy desacralizados en el film), hermosas mujeres, hasta cabras blancas y esponjosas, después de pasar por la ducha y gozar de cuidados de los que carecen muchos de sus 'súbditos', como un hombre triunfador, querido por todos los que le rodean, incluidas las velinas, a las que se aplica la misma critica que al poder económico, político y social, hasta el punto de que muchos creen que incluso lo idolatra el realizador, una percepción de la que participa el crítico del diario 'El País', Jordi Costa, cuando afirma que la película: "es una película que grita bien alto su intención de burlarse de Berlusconi al tiempo que se rinde una y otra vez a la seducción de su obsceno imaginario." Ello a pesar de que va contraponiendo cuñas que muestran los terribles efectos de una política que se sirve de los propios hijos de Italia mientras son jóvenes, secuencias que  denuncian la imposibilidad de retirar la basura de Nápoles; el populismo  frustrante y manipulador que ejerció, siendo Primer Ministro de Italia (casas prefabricadas que compensaban auténticos hogares y que vendía como habitáculos antisísmicos); venta fraudulenta de pisos en plano,  que dramatiza en un monólogo ilustrativo; compra de voluntades de políticos de partidos de izquierdas para sacar adelante su candidatura, etc. Cierra con los vecinos desolados de L'Aquila.

El film se divide en dos partes:la primera la protagoniza un joven, Sergio Morra, que quiere seguir los pasos de su ídolo y, tras montar un negocio de velinas, conseguir del jefe un puesto político en el Parlamento Europeo. Ignora que el anciano ha iniciado ya su decadencia, intenta rehacer los lazos rotos con su esposa y, al ser el único que conoce sus propias necesidades, es también el único capaz de satisfacerlas, una realidad que no alcanza a comprender el incauto napolitano, casado con una ex-velina de larga y oscura trayectoria amatoria. La película se anima cuando entra en escena el viejo Toni Servilio, un actor de sonrisa desarmante', que nos muestra a un Berlusconi conocedor de su poder, un amoral y un sinvergüenza, preocupado por recuperar el poder y satisfecho por el hecho de ser el 'mejor conocedor de la guía de la vida'. El diálogo final con su mujer, Verónica (Elena Sofia Ricci), una antigua velina, sitúa a cada uno en su lugar. Las últimas imágenes que quedan impregnadas en la retina del espectador son las del abandono de los habitantes de L'Aquila' que restauran con sus propias manos y la ayuda de bomberos y policías su pueblo destruido por el terremoto.

Siguiendo los tagline de los diferentes artículos se puede detectar la mayor o menor fascinación que ofrece este hombre y la forma de acercarse a él de Sorrentino. Jordi Costa, 'Diario El País' introduce su artículo, titulado como "La seducción de la ‘videocracia" que: " Palpita en la película de Sorrentino una extraña fascinación por ese imaginario hipersexualizado de 'velinas' loando al amado líder" ; Oti Rodriguez Marchante (diario ABC)  en "Crítica de «Silvio (y los otros)»: Figura sin grandeza en marco sin belleza": "No hay apenas planos ni movimientos o escenas que no estén sobrecargados de metáfora, polisemia y ese punto de ruido y mal gusto que tan bien controla y extiende Sorrentino"; Alberto Luchini escribe una columna que titula: "Silvio (y los otros): retrato demoledor de un repugnante caimán "; Quim Casas no puede evitar su animadversión en el propio título:
'Silvio (y los otros)': Sorrentino+Berlusconi: el exceso

Consultados los periódicos que incluyen las críticas citadas.


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