El niño que pudo ser rey. Joe Cornish. Crítica
UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE SI SUPLANTAMOS LOS SUEÑOS HEREDADOS POR LOS NUESTROS PROPIOS.
Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí)
Crítica:
Pixar produce películas con una doble lectura: una para niños, lineal, divertida, fantástica, imaginativa, y otra para adultos y pequeños acostumbrados por sus propios padres a interpretar, a decodificar las imágenes que, colocadas en los sitios más inverosímiles, abruman su subconsciente, sin que el individuo se percate de ello. Los resultados son visibles cuando mujeres y hombres, niñas y niños, repiten como autómatas los slogans que emite la televisión, tanto en los espacios publicitarios, como en reality shows que funcionan como enormes spots que difunden ideas peregrinas, que se van instalando en la psiquede los televidentes. Es poco habitual que personas adultas acudan a la llamada de una película en cuyo cartel figuren los niños, a no ser aquellas familias que quieren entretener a sus hijos durante unas horas, especialmente en el fin de semana, y por esta razón se pierden la incorporación de jóvenes cineastas, hijos de su tiempo, que optan por el lenguaje metafórico, el uso desplazado del lenguaje, para dirigirse a su público de cualquier condición, clase o edad, entre los que figura el británico Joe Cornish, cuya aparición en la cartelera es un acontecimiento para un sector de público muy reducido.
Debutó en la gran pantalla con 'Attack the Block', estrenado en 2011, que hacía una seria advertencia de los conflictos que se estaban generando en los barrios marginales y deprimidos londinenses, muy poco tiempo antes de que en estos lugares estallaran confictos protagonizados por jóvenes inconformistas, que evocaban los estallidos de violencia de la banlieu francesa, barrios de extrarradio ocupados por comunidades magrebíes y africanas. El análisis atento de la realidad que lo circundaba permitió a Cornish hacer un buen pronóstico de la que se avecinaba. Vivimos un momento en el que esta pobreza se está extendiendo a capas cada vez más amplias de la sociedad, y por ello ha llegado el momento de hacer una advertencia incluso a quienes, dependiendo de un sueldo, se autoincluyen en las clases medias bajas, e incluso altas.
Alex, el protagonista de esta historia, interpretado por Louis Ashbourne Serkis, (hijo de Andy Serkis, el interprete tradicional de Golum), es un niño que tiene todos los números para ser objeto de bullying (acoso escolar en español) en el Instituto: educado en el seno de una familia monoparental a cuyo frente está una mujer, (hasta muchos que se consideran defensores de las mujeres, desprecian a estas cuando cumplen la función de madres, mientras que respetan al hombre que por cualquier razón cuida de sus hijos y es temido por ellos y por sus amigos y amigas; un buen ejemplo es It, dirigida por Andy Muschietti en 2017, con tres familias monoparentales; dos cuyo pater familias son hombres y una mujer; sería interesante comparar las características de todas ellas). Alex es gordito, como su amigo Bedders (Dean Chaumoo); uno y otro son objeto de las agresiones de todo tipo que les infringen Lance (Tom Taylor) y Kaye (Rhianna Dorris) . Todos ellos asisten a un colegio interracial, que no parece tener ningún conflicto en torno al color de piel y los rasgos faciales de sus alumnos, aunque, como ocurre en cualquier tiempo y lugar, la avaricia y el deseo sin límites de poder dividen a los hombres según su grado de conciencia o alienación, una situación que acaba enfrentándolos, cuando cada cierto tiempo se crean las condiciones para el conflicto, y el film se contextualiza en uno de esos momentos. Inglaterra está dividida, sin líderes que defiendan el interés común, en un contexto de crisis mundial.
Joe Cornish realiza un esfuerzo encomiable, que sin embargo sufre la comparación con su extraordinaria opera prima: se sirve de la leyenda artúrica, la epopeya épica en que se sustenta la grandeza de su país, en el que el poder reside en un rey, un primus inter pares, que se rodeaba de sus caballeros en una mesa redonda en la que ninguno de ellos ocupaba un lugar preeminente; un cuento de caballeros y princesas, de 'mortes miles' (soldados muertos en las batallas que se produjeron a lo largo de su historia..., con dos protagonistas, que simbolizan el bien y el mal: la espada del monarca, Excalibur, y su hermanastra Morgana, una maga que despierta cada vez que la oscuridad se extiende en el mundo y tiene una oportunidad de hacerse con el poder. Cornish da la vuelta a la leyenda, construida a lo largo de los siglos por ricos y nobles, como advierte Merlin, con objetivo de someter a los pobres de espíritu, encargados de transmitirla oralmente de padres a hijos, y, en su lugar, coloca a unos personajes que lucharán por la paz y la justicia desde su humildad, convirtiéndose en auténticos héroes que arriesgará su vida, aun entendiendo que ganada una batalla, le seguirá otra y que la lucha es larga, penosa y no siempre se gana. Algunos le acusarán de explicitud, pero hay imágenes que pesan más que las palabras, como aquella que congela para la posteridad, sin buscarlo deliberadamente, la desolación de dos ancianos acurrucados junto a sus miserables pertenencias, o el hecho de que los que se enfrenten a los 'Jinetes' del Apocalipsis, un montón de huesos que dejan ver en su interior las llamas del infierno, sean escolares, cuyo cuartel general es su instituto. No evade el discurso transversal dominante feminista, que entra en escena con un giro fundamental que lo cambia todo y que, sin hacer uso de exposiciones panfletarias, nos recuerda que nosotros también podemos contribuir a construir las leyendas de nuestro tiempo, crear nuestros héroes y heroinas y forjar nuestros propios sueños. Si bien el discurso del que puede porque lo tiene todo repite machaconamente que los jóvenes de hoy no tienen futuro, Merlin les anima a luchar por tomar las riendas del suyo propio, conscientes de que la tarea no va a ser fácil. Partiendo de la venerada leyenda artúrica, construida por y para los nobles y los ricos, nadie duda de que los héroes no han muerto, sólo han cambiado de aspecto y de objetivo, conocedores de los fracasos y los éxitos de quienes les precedieron en su guerra contra la marginación y la deigualdad. En el cine, hoy sábado, había no más de veinte personas; es la segunda vez que acudo a una sala de proyecciones esta semana para ver la película de Joe Cornish, a la espera de que salga el DVD y el blu-ray. En la primera ocasión sólo ocupábamos una butaca dos espectadores... Unos mimbres demasiado débiles para construir los sueños que nos pertenecen, porque son nuestros.
Joe Cornish realiza un esfuerzo encomiable, que sin embargo sufre la comparación con su extraordinaria opera prima: se sirve de la leyenda artúrica, la epopeya épica en que se sustenta la grandeza de su país, en el que el poder reside en un rey, un primus inter pares, que se rodeaba de sus caballeros en una mesa redonda en la que ninguno de ellos ocupaba un lugar preeminente; un cuento de caballeros y princesas, de 'mortes miles' (soldados muertos en las batallas que se produjeron a lo largo de su historia..., con dos protagonistas, que simbolizan el bien y el mal: la espada del monarca, Excalibur, y su hermanastra Morgana, una maga que despierta cada vez que la oscuridad se extiende en el mundo y tiene una oportunidad de hacerse con el poder. Cornish da la vuelta a la leyenda, construida a lo largo de los siglos por ricos y nobles, como advierte Merlin, con objetivo de someter a los pobres de espíritu, encargados de transmitirla oralmente de padres a hijos, y, en su lugar, coloca a unos personajes que lucharán por la paz y la justicia desde su humildad, convirtiéndose en auténticos héroes que arriesgará su vida, aun entendiendo que ganada una batalla, le seguirá otra y que la lucha es larga, penosa y no siempre se gana. Algunos le acusarán de explicitud, pero hay imágenes que pesan más que las palabras, como aquella que congela para la posteridad, sin buscarlo deliberadamente, la desolación de dos ancianos acurrucados junto a sus miserables pertenencias, o el hecho de que los que se enfrenten a los 'Jinetes' del Apocalipsis, un montón de huesos que dejan ver en su interior las llamas del infierno, sean escolares, cuyo cuartel general es su instituto. No evade el discurso transversal dominante feminista, que entra en escena con un giro fundamental que lo cambia todo y que, sin hacer uso de exposiciones panfletarias, nos recuerda que nosotros también podemos contribuir a construir las leyendas de nuestro tiempo, crear nuestros héroes y heroinas y forjar nuestros propios sueños. Si bien el discurso del que puede porque lo tiene todo repite machaconamente que los jóvenes de hoy no tienen futuro, Merlin les anima a luchar por tomar las riendas del suyo propio, conscientes de que la tarea no va a ser fácil. Partiendo de la venerada leyenda artúrica, construida por y para los nobles y los ricos, nadie duda de que los héroes no han muerto, sólo han cambiado de aspecto y de objetivo, conocedores de los fracasos y los éxitos de quienes les precedieron en su guerra contra la marginación y la deigualdad. En el cine, hoy sábado, había no más de veinte personas; es la segunda vez que acudo a una sala de proyecciones esta semana para ver la película de Joe Cornish, a la espera de que salga el DVD y el blu-ray. En la primera ocasión sólo ocupábamos una butaca dos espectadores... Unos mimbres demasiado débiles para construir los sueños que nos pertenecen, porque son nuestros.
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