La caida del imperio americano. Denis Arcand. Crítica
SI LA MORAL ES, DESDE ANTAÑO, LA COSTUMBRE DE LOS PUEBLOS, DESDE FINALES DEL SIGLO XX SE ESTÁ IMPONIENDO UNA NUEVA ACORDE CON LAS CIRCUNSTANCIAS: SI NO PUEDES CON TU ENEMIGO, ÚNETE A ÉL EN TU BENEFICIO.
Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí).
Crítica:
Denys Arcand, el conocido guionista, director, productor y actor canadiense culmina su trilogía sobre la posmodernidad que inicio con 'El declive del imperio americano' (1986), continuó con 'Las invasiones bárbaras', (2007), y concluye con 'La caída del imperio americano', entrando de lleno en el discurso transversal posmoderno (no tiene más remedio que usar aquello de lo que dispone en beneficio del discurso que pretende elaborar). El realizador canadiense es un cineasta comprometido con la realidad política y social de su país, agravada por la circunstancia de haber nacido en una provincia de Canadá cuya lengua oficial es el francés, marginada por el sector anglófono, que agrupa a casi 22 millones de canadienses, frente a los francófonos que apenas llegan a los 7 millones, de los cuales, casi el 10% viven en una situación de extrema pobreza, con abundancia de homeless, hombres y mujeres 'sin techo' que viven y duermen en la calle, a los que se suman pueblos indígenas como los inuits, primitivos pobladores de Groenlandia) y los indios norteamericanos, cuya imagen durmiendo en la calle, junto a sus miserables enseres en las calles de Montreal, no birla el cineasta quebequés, que se autoexilió decepcionado a Estados Unidos cuando se perdió el referendum en pro de la conversión de Quebeck en un estado libre asociado. Instalado en el país vecino abandonó el francés como lengua vehicular, decepcionado de sus compatriotas, (un sentimiento que han hecho público un gran número de intelectuales ingleses, avergonzados por el egoísmo de que han hecho gala sus compatriotas), e inició un nuevo camino, abandonando el documentalismo que lo había caracterizado, con el objetivo de denunciar a quienes someten a sus fieles con engaños y argucias, desviándolos de sus verdaderos intereses. En la secuencia que abre el film, el protagonista hace un análisis destructivo, no sólo de la política y los políticos, sino del mundo de las finanzas, pero también de la cultura, una quema de la que no salva a los hombres más ilustres que han sobresalido en las diferentes formas de expresión a lo largo de la Historia.
Arcand mete en su coctelera una pizca de socialismo utópico de Owen o Fourier, otra de anarquismo bakuniano, tanto en el diseño bizarro de sus personajes, como en su visión de la realidad y la forma de enmendarla, pero sin olvidar el cientifismo y el pragmatismo de Marx, que derivó en la socialdemocracia, lamentando con frecuencia que sean, curiosamente las clases menos formadas y con menos recursos, aquellas que, cuando pretenden castigar a los poderosos, se castigan a sí mismas; a todo ello se añade un toque naïf inspirado en el 'Caballero sin espada' o el protagonista de 'Qué bello es vivir', al que un ángel salva de la depresión y la ruina, un espíritu que ha inspirado a Farrelly en la realización de su oscarizada 'Green Book', muy de moda en estos momentos en que nadie sabe qué hay que hacer . No deja de lamentarse de la actitud de quienes sufren las mayores injusticias, cuyo enfado las hace susceptibles de la manipulación de aquellos que pretenden derribar pero no saben identificar. A esta historia, en la que, se diga lo que se diga, el protagonista, un 'chico' de 36 años, con cara de panoli, con una formación superior por encima de la media, y admirador de la cultura clásica y del emperador, filósofo como él, Marco Aurelio, que contrata sexo por la red, atraído por una mujer, cuya rostro y figura desconoce, aunque tiene una cualidad irresistible, se llama Aspasia, no duda demasiado en quedarse con el dinero de un atraco, una vez comprobado que han muerto, al parecer, los ladrones, que son negros, lo cual no es un cliché, sino parte de la realidad de los países norteamericanos que marginan y segregan a las comunidades afroamericanas, poniéndolos contra la pared; cuando llega la policía, que apenas tarda unos minutos, ya tiene las dos bolsas repletas de billetes, convenientemente colocadas en su furgoneta de reparto. Dueño del dinero, no se plantea huir, sino sacar el máximo rendimiento de un tesoro obtenido de forma tan ilícita como la de todos los que esconden sus beneficios, obtenidos dudosamente, en paraísos fiscales, una operación a la que los brokers llaman 'optimización de recursos', y, que un joven con una capacidad intelectual superior a la media y un expediente delictivo limpio, se encuentra en la mejor posición posible para no ser implicado en un robo semejante. Busca como compañero a un 'motero', un gángster 'rehabilitado' en la cárcel, donde ha estudiado Administración y Dirección de Empresas, con un pasado delictivo abultado, pero preparado para reiniciar su carrera desde la otra orilla. Para su plan cuentan con una colaboración necesaria: una scort(prostituta en español) de lujo, que cuenta entre sus clientes a los hombres mejor situados en el mundo de la política y las finanzas.
Una vez presentados los personajes, comienza una recreación real, que nos divierte al hacernos conscientes de nuestra impotencia para enfrentarnos al enrevesado entramado de la 'optimización de recursos', y es en este aspecto en el que Arcand deja entrar a Marx, que no se enfrentó, como los socialistas utópicos y los ludistas a los industriales que impulsaron un nuevo sistema productivo, sino que se dedicó a estudiar el capital y el capitalismo como nadie lo había hecho hasta el momento, convirtiendo su manual en un libro de consulta imprescindible, incluso para los experimentados capitalistas. El cineasta escocido, atormentado por la presencia de tanto mendigo y desfavorecido de la fortuna deambulando por las calles sin saber dónde ir, qué o dónde comer o dormir, encuentra la fórmula para que todo el mundo salga beneficiado con la red que han creado los corruptos, que el film detalla a la perfección para solaz del espectador durante la mayor parte del metraje, y desde luego se entiende sin dificultad. La categoría de los protagonistas pronostica un uso diferente del dinero, que simplemente ha pasado de unas manos a otras. Ninguno de los involucrados es inocente; la policía se venga recurriendo a la forma más fácil para no salir desplumada del todo: acusar a uno de los implicados en un asunto de pederastia. Un film recomendable por su originalidad, su compromiso y porque nos informa a la vez que nos divierte.
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