Bergman. Su gran año. Jane Magnusson
UN DOCUMENTAL CLARIVIDENTE Y CLARIFICADOR, QUE CONTEMPLA AL HOMBRE Y AL GENIO.
Ficha técnica:
Título original:
Bergman - ett år, ett liv País:
Suecia Año: 2018
Duración:
Dirección: Jane Magnusson
Guión: Henrik Von Sidow
Dirección de Fotografía: Emil Klang FSF
Música: Jonas Beckman & Lars Kumlin
Edición: Hanna Lejonqvist SFK
Productores: Fredrik Heinig, Cecilia Nessen, Mattias Nohrborg
Coordinador: Erik Galli
Jefe de producción: Susanne Tiger
Compañías productoras: The Match Factory, B-Reel Films (BR-F), , SVT, SF Studios, Gotlands Filmfond, Nordvensk Filmunderhallning, Reel Ventures, Motlys, Svenska Filminstitutt, Nordisk Film & TV Fond, Kreativa Europa Media; Distribución: A contracorriente Films
Intérpretes:
Documental. Entrevistas y participación de colaboradores, actores, historiadores...
Sinopsis:
Jane Magnusson elige un año de la vida de Bergman, a punto de cumplir 40 años, un periodo caracterizado por su febril actividad profesiones y personal: 1957, un año en que estrena varias películas, Fresas Salvajes, El séptimo sello, En el umbral de la vida, dos rodajes, una película para televisión y cuatro obras de teatro; una vida privada inexplicable con cuatro relaciones y seis hijos y un enfoque narrativo que supone un cambio crucial, preparando el camino para una vida llena de magia sin precedente en el cine; un ritmo que se cobra su factura en salud. Pero él no evalúa su trayectoria. El film, más allá de limitarse a su faceta artística aborda su vida íntima y sus tormentosas relaciones sentimentales.
Lo que se dice:
El documental ha sido bien recibido por la prensa. Filmaffinty, refleja una nota media de 6,3, basada en 71 votos. Se le tacha de genio complejo (Javier Ocaña (Dario 'El País') , de hombre hiperactivo (Alberto Bermejo, 'Diario El Mundo'); un hombre que pensó en ser dios (Oti Rodriguez Marchante, diario ABC); mito desmitificado (Javier Cortijo, Cinemanía); ¿es mejor se buena persona y artista mediocre o genio y desgraciado? (Mirto Torreiro, Fotogramas); retrato honesto (Owen Gleiberman, Variety); trabajo complejo y conflictivo sobre un hombre que también lo fue (Boyd van Hoeij, The Hollywood Reporter); revelaciones fascinantes (Peter Bradshaw. The Guardian).
Crítica:
Interesante documental que te hace replantearte todo lo que has pensado, dicho y escrito de Bergman, al que apenas conocías como hombre, cuando no es posible disociar el talento artístico de la calidad personal y la ideología, basada en una intelectualidad determinada. Durante mucho tiempo he identificado a Vergerus con un doctor maligno, el sucesor de Mabuse (Fritz Lang) y así aparece en 'El huevo de la serpiente', 1977, (un análisis que realizamos en 2011 y ahora nos replanteamos seriamente), pero también en otras películas del sueco, para el que este personaje, ya fuera pastor o médico, siempre representaba a su padre, una figura confusa, como se encarga de desvelar su hermano en una entrevista para la televisión que 'el hombre poderoso' impidió que se emitiera. Sus películas tenían como referente a sí mismo y al personaje de Bergman que él mismo había forjado, con sus demonios y sus temores. El documental presenta al hombre como sensorial, físico, nada intelectual, que se dirige a la conciencia y la inconsciencia del espectador, colocando la cámara, según Holly Hunter, en el punto más íntimo de la escena. Maria-Pia Boëthius, informa a los espectadores de unas circunstancias por muchos desconocidas. Niños suecos, hijos de la burguesía y la clase alta, eran enviados a estudiar a Alemania, un país al que admiraban incluso más que los europeos de hoy a Estados Unidos. Confesiones de Bergman en Laterna Mágica revelan que el cineasta, simpatizó con los nazis, estuvo presente en la concentración de Weimar, brazo en alto, cantando y homenajeando al führer, y cuando se abrieron los campos de concentración creyó que lo que allí se encontró era producto de la propaganda aliada. Hasta 1946, a los 28 años, no renegó de Hitler, se avergonzó de su apoyo y juró no volverse a meterse en temas políticos, ni siquiera en sus películas. El actor Michael Degen no podía entender que después de que se abrieran los campos de concentración siguiera apoyando a Hitler. George Stevens, después de filmar el horror de Dahau, fue incapaz de volver a hacer una comedia. Son dos formas diferentes de entender la vida y la función del arte de que habla Hauser.
Bergman fue, según quienes lo conocieron, lo rodearon e incluso lo amaron y respetaron, un hombre muy poderoso, que creó un mito de sí mismo, pero al que su hermano identifica con Fanny y no con Alexander. Se le acusó de evadir impuestos y abandonó ofendido Suecia; fue vanidoso, muy poderoso (elegía a los responsables de las instituciones relacionadas con el cine) humillaba a sus equipos, aunque también les permitía dar rienda suelta a sus ideas, dentro del estrecho marco del autor por excelencia que lo controla todo. Engañó a sus familias, no conocía el número exacto de los hijos que tenía, hundía o proyectaba al que quería, de lo que da buena cuenta algún joven realizador. Nos quedan las películas de un hombre con talento, un gran legado que hay que analizar en un contexto en el que Dios, la religión, la muerte y la imposibilidad de la pareja (nadie mejor que él para contarlo) eran los temas fundamentales, a la vez que nos muestra el lado oculto de un Bergman que desconocíamos, y que, inevitablemente, cambia nuestra percepción sobre su obra.
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