The Laundromat (dinero sucio) . Steven Soderbergh Crítica





TRES GRANDES ACTORES AL SERVICIO DE UNA VISIÓN MUY CRÍTICA DE LA ASOCIACIÓN GLOBAL DE PROPIETARIOS QUE SE REFUGIA EN SOCIEDADES PANTALLA EN PARAÍSOS FISCALES.



Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí)


Soderbergh pone su cámara al servicio del develamiento de lo que hay detrás de lo que se dio en llamar 'Papeles de Panamá', que puso al descubierto a todo tipo de personalidades del mundo de la política, la empresa, el mundo del espectáculos o de los altos funcionarios, sirviéndose de dos guías que en tono de comedia y en una actitud muy cínica, nos hablan, vestidos de smoking con una copa de champán en la mano y deambulando en torno a un grupo de hombre primitivos, acerca de cómo han ido evolucionando las formas de comercio y las diferentes monedas que funcionan como valor de cambio entre los que ofertan y demandan los productos necesarios para  su existencia, desde el trueque hasta las operaciones virtuales de la actualidad, sin aparente soporte material, y que esconden en empresas-pantalla sus beneficios, unas compañías en las que el negocio y sus propietarios son ficticios. A más de un crítico, entre los que destaca Nando Salvá (diario 'El Periódico') no sólo no le ve la gracia a este relato de lo que se llama en el mundo financiero 'elusión de capitales', defendida por Jürgen Mossack (Gary Oldman), un personaje capaz de guiar al espectador por este mundo intrincado de los negocios, acompañado de otro bribón, Ramón Fonseca (Antonio Banderas), que montan un tinglado que puede desmontar una jubilada como Ellen Martin (Meryl Streep). Soderbergh construye un relato simple para algunos,suficiente para la mayoría, que, con frecuencia no conoce ni el nombre del que gobierna su país, por lo que su decisión es más cínica que didáctica.

Más de  dos mil millones de nuevos millonarios favorecen el surgimiento de grandes pícaros. 'expertos' en la gestión de patrimonios, impuestos, rentas, sucesiones, que se refugian en las sociedades-pantalla citadas, en muchos casos creadas por altos funcionarios, dotados de grandes dosis de picardía, los nuevos 'Lazarillos', que han descubierto que los mansos de la Tierra no quieren ser salvados, que no se consideran parte del rebaño (todos pertenecen a la clase media ¿media entre qué?) y deciden convertirse en abogados de los 'no tan mansos', cuya fuente de ingresos prefieren ignorar, y gestionar sus beneficios en sociedades off-shore y fideicomisos. Estos espabilados, antiguos funcionarios de Naciones Unidades, ofrecen a sus clientes privacidad en paraísos fiscales, y con frecuencia, estos personajes que se encuentran al frente del tinglado apelan al público, rompiendo la cuarta pared, buscando una cercanía que favorezca la comprensión y la complicidad de los espectadores, en la reflexión en torno al mayor paraíso fiscal del mundo, ubicado en Estados Unidos, y advirtiendo de que los esclavos de hoy no son conscientes de su estado, ni de que tienen amos que viven en un mundo paralelo, 'en el que los grilletes se esconden entre revoltijos de papeles, mientras en  el fondo late una corrupción que se extiende por el globo', lo que se produce porque el sistema de controles de la democracia ha  fallado augurando una extrema inestabilidad. Dividido en capítulos, el film conduce al espectador y lo guía en este itinerarioque ya ha sido denunciado por otros cineastas como el canadiense Dennis Arcand en 'La caída del imperio americano'.

Para contar esta historia Steven Soderbergh ha optado por un tono distendido y una visión del mundo de los negocios como una sociedad del espectáculo, un mundo que brilla, pero que esconde detrás de los decorados la miseria humana que se materializa en la corrupción moral de quien vende a su familia por una relación con una amiga de su hija,  quien engaña a sus sucesores, o asesina a sus socios. Al final los cabezas visibles de estos entramados acaban en la cárcel, pero, parafraseando a Jodi Foster en Money Monster (2016), gracias a las masas que se consideran a sí mismas clases medias, que invierten sus ahorros y no se quejan, como buenos inversores, se molestan, y mucho, cuando los engañan, y exigen que los estados sufraguen las pérdidas. No es que Soderbergh minimice las consecuencias legales de estos expolios, es que los estados no se han ocupado de legislar contra los que evaden los capitales y los beneficios excedentes del trabajo de la mayoría, como, en el propio film, denuncia Obama en una televisión.

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