Jojo Rabbit. Taika Waititi. Crítica.






LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER



Ficha técnica, sinopsis, premios, lo que se dice (Pinchad aquí).



Probablemente Taika Waititi ha cometido un terrible error que quizá ha herido la sensibilidad de unos cuantos, la de adaptar un guión de Marvel, (así lo afirma abiertamente  Lucas Moreno, del diario 'La voz interior' de Argentina, cuando dice que Waititi asumió riesgos extremos y el elenco sintonizó con la propuesta..., y le arrea un símbolo rojo que destaca en un mar verde. Cada uno tiene que responder ante su tribu y algunos lo hacen muy bien); siguió ahondando en la herida al aceptar participar en la serie de televisión 'The Mandalorian', un proyecto creado por Jon Favreau, por lo que más de uno piensa que ya lo tienen pillado y lo acusan de naïf y sensiblero. El hecho de pisar un charco que ya habían pateado otros y el optar por la dramedia para abordar un tema tan espinoso como el adoctrinamiento de las juventudes hitlerianas durante la Segunda Guerra Mundial, un punto de vista adoptado por Charlie Chaplin en 'El gran dictador', del que se había arrepentido al conocer la magnitud de la solución final y el holocausto, juegan también en su contra, y levantan suspicacias en el mundo germano y austriaco, nada inclinados a tomarse ni medio en broma la tragedia que sacudió Europa en la primera mitad del siglo XX.

Pero tan pronto comienza a desarrollarse el relato que tiene como protagonista a un joven de diez años y medio (una edad en la que insiste el preadolescente) el público comienza a entender que el film del cineasta maorí, descendiente de rusos judíos, ofrece una imagen mucho más corrosiva  del nazismo y su líder de la historia del dictador y sus colaboradores, difundida por eficaces medios audiovisuales. La alegría con la que los jóvenes saludaban el nuevo régimen hasta ahora, mostrada con documentos de archivo y animada con música de los Beatles, una combinación que muchos pueden considerar sacrílega, se ve pronto contrarrestada en el campamento de las juventudes, en el que los monitores han perdido su apariencia feroz y se muestran como unos chalados asusta-niños, y los instructores, representados por Sam Rockwell como el  Capitán Martin Klenzendorf, su subordinado Otto Finkel, encarnado por Alfie Allen, o la instructora Fraulen Rahm (Rebel Wilson), no encajan en el patrón que se nos ha vendido de un ejército alemán severo, de aspecto impecable, de mirada fría y cruel, que infunde, con su solemnidad y grandilocuencia, el temor de unos y la admiración de otros. Todo ese universo se derrumba en pocos minutos y los alemanes ya no aparecen como superhombres, representantes de la pura raza aria, sino que se acercan a una población como cualquier otra, con sus fortalezas y sus debilidades.

El espectador también observa que los instructores se adecuan todavía menos que aquellos que no visten uniforme a la imagen que se ha divulgado de los nazis y que ha tenido un gran recorrido y ha gozado de gran fortuna en algunos sectores sociales, con frecuencia pertenecientes a grupos de jóvenes  lumpen, que comparten ideología con miembros de las clases altas; unos y otros salen defraudados de la sala de proyecciones, sintiendo el ridículo y el miedo más que la admiración y el respeto por quienes han predicado que imponen el orden con mano de hierro. El Capitán K y su subordinado Otto Finkel, si bien no parecen muy nazis en sus comportamientos habituales, en la batalla decisiva, en la que Klenzendorf exhibirá la capa roja que está confeccionando en el tiempo de la película, emulando la descripción que hace de sí mismo Julio César y su aparición en la contienda final contra el líder galo Vercingetorix, ante la evidencia de una muerte inmediata, pondrán de relieve mediante detalles de su indumentaria, que están más cerca que esconden un pecado mortal que los aleja del ideal del nacionalsocialismo. Otras señales los zapatos de la madre de Jojo, interpretada por Scarlett Johansson, facilitarán la comprensión de los espectadores de un giro final, más temido que expresado abiertamente, y de cuyas causas no se habla nunca abiertamente.

El resultado es un drama que obliga a los que lo viven como protagonistas de este triste relato en a pantalla, y aquellos que participan de la tragedia sentados en sus butacas, a reflexionar sobre una tiranía que se cobró su existencia con millones de muertos. Taika Waititi se reserva el papel de amigo imaginario de Jojo, el tirano Adolf Hitler, poco proclive a la generosidad y la empatía, que procura que el niño no decaiga en su entusiasmo por el Führer y por la puesta en escena, mediante una campaña pomposa y altisonante de su grandilocuente escenario político. Así lo han visto los jurados de los certámenes de cine más importantes de Occidente, que han nominado y premiado el film en aquellos aspectos del equipo técnico que definen al realizador: elección del texto  de Christine Leunens y su adaptación a un guión cinematográfico, a su director, su película y el elenco de actores principales y secundarios. Algunos críticos han hablado de la influencia que ejerce el cine de Wes Anderson en el color que imprime a la cinta y en la elección del formato, así como  del recurso a ciertos figuras retóricas como la niña judía Ana Frank, que aquí se eleva por encima de Jojo a causa de su edad que la sitúa de lleno en la adolescencia.


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