El precio de la verdad. Billy Ray. Ficha técnica. Crítica.

 


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EL 'OFICIO' DEL PERIODISMO


Ficha técnica: 


Título original: Shattered Glass
País: Estados Unidos
Año: 2003
Duración: 95 minutos

Dirección: Billy Ray
Guion: Billy Ray, basado en un artículo de Buzz Bissinger
Dirección de Fotografía: Mandy Walker
Música: Mychael Danna
Edición: Jeffrey Ford
Dirección artística: Pierre Perroult
Decoración del set: Franois Sénécal

Diseño de vestuario: Renée April
Maquillaje: Francine Gagnon
Peluquería: Coral Guiroux


Productores: Craig Baumgarten, Tove hristensen, Gaye Hirsch, Adam Merims
Productores ejecutivos: Tom Cruise, Tom Ortenberg, Michael Paseornek, Paula Wagner
Diseño de producción: Franois Séguin
Compañías productoras y distribuidoras: Lionsgate; distribución: Amazon Prime


Intérpretes:


Hayden Christensen: Stephen Glass,
Peter Sarsgaard: Charles 'Chuck' Lane,
Chloë Sevigny: Caitlin Avey,
Rosario Dawson: Andy Fox,
Melanie Lynskey: Amy Brand,
Hank Azaria: Michael Kelly,
Steven Zahn: periodista Forbes.com,
...


Sinopsis:


Un joven y prometedor periodista de Washington cae en desgracia en 1999, cuando se descubre que la mitad de sus reportajes son pura invención. Poco después de ser nombrado director de la revista 'The New Republic' (que se lee en en Air Force One), Charles Lane, interpretado por un joven Peter Sargaards, despide a Stephen Glass (Hayden Christensen), cuando se descubre el pastel en el último artículo que escribió para esta publicación, que apareció con el título 'Hack Heayen', un texto apasionante y de rabiosa actualidad que describía minuciosamente las andanzas de un pirata informático menor de edad que trabajaba a las órdenes de alguien que obtenía jugosos beneficios exorsionando a las compañías de software que habían sido víctimas del pirata. El film recibió dos nominaciones, incluida la de 'Mejor Director Novel' de la Asociación de Críticos de Chicago.


Lo que se dice:



La opera prima de Billy Ray fue bien recibida por la prensa y el público a un lado y otro del Atlántico. Ahora las plataformas traen de nuevo el trabajo de un cineasta que, tras una evolución no muy relevante, después de ser distinguido como director novel por Shattered Glass, se adentró desde 2017 en una manera de contar con un formato en alza, que si no era nuevo, si que avanzaba con fuerza en vísperas de la expansión mundial de un nuevo modo de producción que iba a recluir a una parte importante de trabajadores en sus hogares, nuevos espectadores que disponen de televisores con pantallas cada vez más grandes, televisores inteligentes, los Smart Tv, que incorporan internet, una caja de resonancia de todo lo que se estrena en nuevas plataformas de cine con las que no pueden competir las salas de proyección tradicionales que presentan en sus programaciones películas para las que una extensión de dos horas o dos horas y media pesa en exceso. Esta revolución incide en cualquier modo de representación, aumentando las posibilidades de contextualización y dramatización de sus historias, que cada vez optan en mayor medida por series más o menos extensas que poco a poco se tornan en su mayoría multigenéricas. La pandemia ayuda a esta transformación, al tiempo  que amenaza con la extinción de parte de la humanidad, (tendremos que fijarnos en lo que vemos y oímos nosotros mismos), un desastre que predijeron los Hermanos Anthony y Joe Russo en 'Vengadores: Infinity War', a cargo en su ficción de un villano al que llamaron Tanos, que comienza su ajuste de cuentas cuando la humanidad entra de lleno en la era tecnológica y se dibuja en el horizonte la 'Caída del Imperio Americano' de que habló Denys Arcand en 2018, si bien nunca pudo imaginar que vendría de la mano del propio Presidente, Donald Trump, que tiene seguidores notables en Occidente, cuyo grito de 'guerra' era :"America First".

El trabajo que realizó en 2003 Billy Ray, cuando ya había nubarrones en el horizonte pero nadie los quería ver, a pesar de presentarse como densos cumulonimbos de base amenazadoramente negra, fue valorada con notas más que aceptables, además de la nominación con que fue recompensado por la Asociación de Críticos de Chicago de que hemos hablado, tanto en la página española Filmaffinity, que refleja una nota media de 6,1, basada en una participación inusual en nuestro país, 3.066 usuarios, y 19 críticas de éstos; la página norteamericana premia a su cine con una media superior, algo bastante usual, 7,1, de acuerdo con la valoración de 33,323 lectores, una cifra de participación nada desdeñable, que expresa bien que, si es cierto que el film ha pasado sin pena ni gloria, no lo es que no haya suscitado interés. Ahora las plataformas, en este caso Amazon Prime, le dan una segunda oportunidad, importante porque permite valorarla mejor. Da la impresión de que los críticos no se esfuerzan lo que debieran y que siguen despreciando el escándalo en que se vio envuelto el protagonista de esta historia; decir que está mejor escrita que dirigida (Javier Ocaña), supone dar dos informaciones de escaso interés y muy subjetivas si no se justifican: el crítico se ha leído el libro (es difícil ejercer una profesión y leer todo lo que se ha escrito, se escribe y se escribirá), y la conclusión es que está peor dirigida. No parece que esa sea la conclusión a la que llegan los espectadores; hay humor, suspense y un reparto excelente (Francisco Marinero, Diario El Mundo). A O. Scott  (The New York Times), que algo de lo que cuenta sabe, es mucho menos contemplativo con sus camaradas de profesión, cuando afirma que la película es un drama cautivador, no sólo porque pasa revista  a la ética del periodismo en una revista, sino también (...) a la sutil política y la dinámica psicológica de la cultura en las oficinas de hoy en día; para Peter Travers (The Rolling Stone) su mirada al periodismo es pura dinamita. ¡Atentos!


Crítica:


No entenderíamos nada de lo que nos cuenta el film si no nos fijáramos en lo decisivo del  momento en el que Stephen Glass se rompió como modelo de periodista joven, encantador y de éxito, con independencia de su frivolidad, aceptada y aplaudida por un equipo formado por periodistas tan jóvenes como él  (en torno a los 26 años), mal pagados, frescos y superficiales o poco rigurosos, que habían logrado meter su revista en el Air Force One, el avión del Presidente de los Estados Unidos, porque, a causa de su liviandad y falta de rigor cumplía su objetivo de entretener en momentos de distensión del mandatario de turno, que no iba a comprobar la veracidad de sus noticias. Pero Glass puso en la diana a quien no debía, en un momento en el que los cachorros de las clases medias medían su éxito por ganar la carrera a sus camaradas y llegar antes que ellos a la meta de un trabajo que les diera notoriedad, mientras que en los garajes de los suburbios norteamericanos se estaba llevando a cabo una revolución soterrada que iba a cambiar el mundo para siempre. Su error fue meterse con los nuevos medios que, con mucho esfuerzo, y muchos de ellos de carácter individual, sin prestigio, se estaban abriendo camino en la red, entre ellas Forbes Digital, que, al aludir al escándalo, remarca que no fue The New Republic y su cacareado proceso de verificación de datos quien acabó con el reportero, sino la herramienta digital*, y fue precisamente un Congreso de Hackers Informáticos el que le cortó las alas y cayó estampado la suelo como Icaro.

La historia no es tan inocente como puede parecer, y estoy de acuerdo con los críticos norteamericanos cuando lo señalan. Se acabó el triunfo fácil, los Premios Pulitzer por nada, cuando todo el edificio se está resquebrajando, acabando con los sueños de juventud de unas generaciones que habían ascendido sin esfuerzo, no tenían referentes morales en unos mayores a los que despreciaban, y creían que el mundo era un huevo frito que se podían comer. No estoy de acuerdo con la valoración que hace la prensa de Peter Sargaards, que representa el pasado en esta historia (apenas sabemos nada de este personaje), por encima de la de Hayden Christensen, (muy apreciada por Forbes.com) que da dinamismo a la representación y logra engatusar a todos, personajes y espectadores, con su puesta en escena graciosa y desinhibida; un protagonismo que realza el director cuando lo convierte en el narrador de la historia, y lo ubica en la clase del Instituto, cuando era estudiante de enseñanza media y, violentando el deseo de unos padres burgueses que sólo veían honorabilidad (¡qué pena!) en dos profesiones: la medicina y la abogacía, sin entender que el hijo estaba capacitado, especialmente, para inventar historias, elige otro camino, sin enfrentarse del todo a sus progenitores. Lo peor de todo es que eligió el camino equivocado, no el del esfuerzo y la lucha contra los intereses en juego, sino el uso del trampolín que él creía que le proporcionaba el establishment en forma de la revista que leía (entre otras publicaciones) el Presidente de Estados Unidos entre viaje y viaje. Pero no fueron las fuerzas vivas las que lo 'rompieron', sino las emergentes, las del garaje y el ordenador, más fuertes que lo que incluso los defensores de la piratería defendían de forma pedestre en ese momento; hoy todos sabemos que sí se pueden poner puertas al campo e incluso cerrar el twitter  de un Presidente. En la actualidad la película cobra mucho sentido, y una vez más demuestra que hay observadores más perspicaces que otros.

Disponible en Amazon.


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