Otra ronda. Thomas Vinterberg. Ficha técnica y crítica.

 



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UN FANTASMA RECORRE EL ÁREA OCCIDENTAL DEL GLOBO, EL FANTASMA DEL CINISMO QUE CARACTERIZA LA DECADENCIA DE LOS VALORES EN QUE SE SUSTENTÓ SU HEGEMONÍA.


Ficha técnica:


Título original: Drunk (originario: What a Life; inglés: Another Round)
País: Dinamarca; co-producción: Dinamarca/Suecia/Holanda
Año: 2020
Duración: 116 minutos

Dirección: Thomas Vinterberg
Guion:  Thomas Vinterberg. Tobias Lindholm
Casting: Tanja Grunwald
Dirección de Fotografía: Stuart Brandth Grovlen
Edición: Janus Billeskov Jansen, Anne Osterud

Diseño de vestuario: Ellen Lens, Manon Rasmunssen
Diseño de maquillaje: Narlyn van de  Wardt
Maquillaje: Dorte Jacobsen, Susanne Sobye

Productores: Kasper Dissing, Sisse Graum, Jorgensen
Diseño de producción: Sabine Hviid
Compañías productoras: Zentropa Productions, Topkapi Films, Film I Väst, , Zentropa International Sweden, Det Danke Filminstitut, Eurimages, Svenska Filminstitutet, Netherlands Film Produktion Incentive


Intérpretes:


Madd Mikkelsen: Martin,
Thomas Bo Larsen: Tommy,
Lars Ranthe: Peter,
Magnus Millang: Nikolaj,
Maria Bonnevie: Marika,
Helene Reingaard Neumann: Amalie,
...


Sinopsis:


Cuatro profesores de instituto se embarcan en un experimento sociológico en el que cada uno de ellos deberá mantener la tasa de alcohol en su cuerpo al mismo nivel, intentando demostrar de esa manera que podían mejorar en todos los aspectos de su vida.


Lo que se dice:



El film ha sido apreciado por la prensa y el público como una contribución a la nueva idiosincrasia y la formación de una intelligentsia descolocada, un término multívoco que define a grupos que se consideran la élite de la sociedad surgida de las revoluciones burguesa, representada por una clase emergente en la industrialización de Occidente y que no acaba de encontrar su lugar en la naciente era tecnológica, pegada a los medios analógicos y al papel, que cada vez se separan más de los nuevos grupos, educados en el manejo de los medios digítales, generaciones que se suceden a la velocidad del rayo (millennials, centennials, alpha), inmersos en una sociedad líquida y con un único nexo de unión: la enajenación hija del alcohol. La página española Filmaffinity ofrece una nota media de 7,3, basada  en 7,961 votos y 80  críticas de usuarios, una media que eleva ligeramente la norteamericana, 7,8, según la valoración de 73,370 lectores. El Tomatometro de la página Rotten Tomatoes publica un índice de aceptación de la prensa del 92%, basado en 185 reseñas y del 89% de la audiencia, de acuerdo con la participación de 500 votantes.


Crítica:



¿Qué ha querido aportar con este film tan triste Thomas Vinterberg?  Puede que a más de uno no le guste este calificativo, pero todo creador sabe que en el momento en que entrega su obra pierde la propiedad de la misma y pasa a pertenecer a los usuarios de la misma, siempre partiendo de la base de que nadie es objetivo ni inocente ( James Joyce, Ulises). Mi sensibilidad me dice que el cineasta danés ha querido representar la ruptura del contrato social en los países frugales (Dinamarca, Suecia, Austria, Países Bajos y Finlandia)  pequeñas naciones, algunas con menos habitantes  que Cataluña, que han gozado de un estatus privilegiado en la vieja Europa y que se han autodefinido como moderados, sobrios y austeros, frente a la ampulosidad y ostentación de gandulería de los que han etiquetado como  PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España), y el fracaso del sueño danés, que creó una clase media acomodada que ha olvidado sus orígenes y es incapaz de mirarse sobria ante el espejo, aterrada por un destino tan imprevisible como el propio relato, tras un fracaso existencial en todos los ámbitos que anida una nueva serpiente: la desdicha individual y la de todo un pueblo. Un final ambiguo que no ofrece ninguna esperanza a su público.

Para contar su historia opta por una estructura circular; el film termina como empieza, con una borrachera de los alumnos del instituto en el que dan clase Martin, Tommy, Peter y Nikolaj, representantes de diferentes áreas del conocimiento (mens sana in corpore sano) que han dejado de interesar a unos alumnos, para los que los profesores son simples gestores de unas notas, suficientes para poder ingresar en la Universidad y cursar las carreras que garanticen el mantenimiento de su estatus. Este círculo encierra en su interior la tragedia de quienes han perdido el sentido de sus vidas, y que observan que a los jóvenes no les interesa cómo y por qué se produjeron las guerras del siglo XX, sino qué vida llevaban los líderes y si bebían igual que ellos, o menos o más. Esto explica las dificultades de Martin de explicar la industrialización y pronunciar el sustantivo incluso borracho. Quienes han logrado un gran confort en su vida, familias aparentemente felices, trabajos respetables, hogares bien dotados en suburbios costeros, sienten que son invisibles para sus alumnos (los estudiantes siempre tienen la misma edad; los que envejecen son los profesores), su esposas y sus hijos, y, de acuerdo con su imagen exquisita, refinada e intelectual se buscan una justificación intelectual para acercarse a unos adolescentes, a cuyos padres no les preocupa que sus retoños beban hasta reventar, pero que como ocurría en la que podemos considerar la primera parte de esta historia, La caza, ubicada en la educación primaria, tienen en sus manos los resortes para coaccionar a los docentes y obligarlos a elevar artificialmente las notas de sus hijos: las teorías de Finn Skardereud, un psicólogo noruego que se lamenta de haber sido malinterpretado en relación con su prólogo al libro de Edmondo de Amicis, On the psychological effects of wine, aunque el film le parece maravilloso, rechazando cualquier tipo de rencor. ¿Dónde surgió la confusión? Otra ronda afirma que todos nacemos con un déficit de 0,05 de alcohol en sangre.  y sólo cuando compensamos ese déficit nos convertimos en nuestra mejor versión.

Creadas las condiciones para la tragedia que aúna a enseñantes que han superado los 40 años, separados de las juventudes digitales por una gran brecha, sólo tienen una posibilidad de establecer puentes con ellas: enajenarse mediante el alcohol y de esta forma poder soportarse a sí mismos en el trabajo y en el hogar, en el que sus hijos mantienen la misma actitud que sus alumnos. Algunos se preguntan si es una apología del alcoholismo o la celebración de la vida. Luís Martínez les contesta en el mismo título de su crítica para el diario en el que escribe habitualmente: "Es la desdicha (no el alcohol), idiota". Tras la primera secuencia, un corte directo nos introduce en el drama, que protagonizan en gran medida las bebidas llamadas espirituosas (Owen Gleiberman, Variety), y que hemos de contemplar en su contexto: una pandemia y la muerte de la hija del director unos días después de iniciar el rodaje, a la que su padre le dedica el Oscar conseguido para la Mejor Película Internacional y la Mejor Dirección. Ida era una joven centennial, que sólo vivió 19 años, y que en el momento de su óbito, víctima de un conductor distraído que  consultaba su móvil, estaba a punto de concluir sus estudios de graduada, fase preparatoria de acceso a la Universidad, una fase educativa que compaginaba con su trabajo como satarkid, actriz. modelo y emprendedora de Copenhague y comenzaba su carrera en la industria de entretenimiento. Eric Kohn (IndieWire) afirma que no es fácil relacionar a Vinterberg con el cinismo de Martin en sus circunstancias actuales. 

Al cruzarse la tragedia en la materialización de un guion en el que había colaborado Ida y su preocupación por las borracheras de los jóvenes de un país patriotero como Dinamarca, el resultado no es positivo. Luís Martínez concluye su crítica afirmando que "lo que quería ser un demoledor manifiesto nihilista, acaba con la indefinición de lo sentimental,  en la complacencia de lo melodramático." La alabada secuencia final, en la que Mads Mikkelsen, antiguo gimnasta que imitó a Gene Kelly en Europop, acaba cameando este hito biográfico y deja a su público ante la angustia de la más terrible indefinición: ¿su baile es un canto a la vida o una llamada a la muerte? Sólo sabemos que hoy estamos vivos, vivamos pues este día al límite, cualquiera que sea la consecuencia, parece ser el mensaje. Nos recuerda a algunos terraplanistas que se arriesgan y arriesgan a otros, afirmando que no les importa el resultado. Pero los mensajes que recibía unos momentos antes en su móvil nos hacen dudar de hasta qué punto va a tomar un camino, el que le pide su familia, u otro, el que le pide el cuerpo. What a Life! llamó en primer lugar Vinterberg a su historia. El resto le pertenece sólo a él.

Quienes hemos trabajado en la enseñanza y participado en intercambios culturales con Dinamarca, alojando incluso en nuestras casas a adolescentes como los que representa el film, hoy no nos sentimos felices con el film de Vinterberg. En la actualidad, cuando el imperio económico se está desplazando hacia oriente, y su cine es muy valorado en Norteamérica, vemos que hay países en los que sus habitantes de cualquier edad beben hasta reventar, pero una vez concluida su jornada laboral; no beben mientras trabajan o conviven con sus familias para aguantarse a sí mismos y todavía muestran cierta esperanza de que un mundo mejor es posible; por cierto, la danesa Susanne Bier hizo en 2010 una película que en castellano se tradujo como 'En un mundo mejor', en la que da una visión de su país más negativa que 'Otra ronda', si esto es posible.


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