La vida racional /serie TV). Crítica.

 




Ficha de identificación, sinopsis, lo que se dice, breve reseña.


AXIOMA CHINO: SI NO ESTUDIAS MUCHO TENDRÁS QUE AGACHARTE Y COMER EN LA CALLE. REFLEXIÓN DE UN ESTUDIANTE: NUNCA PENSÉ QUE TENDRÍA QUE HACERLO YÉNDOME BIEN EN LA UNIVERSIDAD.


Crítica:



La vida racional es una serie realizada en China y dirigida por Hsu Fu-chun, un director de cine de origen taiwanés, del que hay muy pocas referencias, cuya mirada a la República Popular China, y especialmente a la ciudad de Shangay es moderna y actual, se aparta de las grandes superproducciones de cineastas como Zhang Yimou o Wong Kar Wai, y se aproxima a los k-dramas coreanos, mostrando lo que acerca a los pueblos de Asia Oriental, tanto a los restos del pasado como a la más rabiosa actualidad ( Weibos, Wetchats, Webtoons, Tinder, telefonía móvil....), mostrando leves diferencias  idiosincráticas con sus competidores más cercanos y, especialmente con la próspera República Democrática de Corea del Sur, que es la que marca tendencia a escala mundial (una cuarta parte de cosméticos para hombres los consume esta pequeño estado). China da la impresión de que, en medio de su prosperidad, depende todavía en parte de otras grandes potencias mundiales ; mientras en sus películas los coreanos manejan ante la pantalla sus últimas novedades en telefonía móvil (teléfonos flexibles fabricados por Samsung; coches Kia o Hyundai, o nuevos dispositivos de robótica, domótica o inteligencia artificial que produce LG, sus perfumes, sus afeites, su gastronomía...), el realizador pone en manos de la protagonista, Shen Ruo Xin, un ordenador Apple como marca de estatus (products placement, publicidad encubierta, -emplazamientos pasivos cuando se sirve de un actor secundarios, o activos cuando el vehículo es un personaje principal, como en este caso; el anuncio es más caro en la segunda opción).

La serie tiene como background los temas que más interesan en la actualidad a escala global: el protagonismo de los jóvenes de la Generación Z (centennials), el papel de la mujer en la nueva era tecnológica (los hombres construyen casas y las mujeres, que dan a luz hijos, hogares, piensan las féminas más atadas al pasado), la crisis medioambiental y el calentamiento global, o la emigración a las grandes urbes desde zonas menos desarrolladas (China cuenta con más de 9 de las 20 ciudades más grandes del mundo). A pesar de que  Shangay, una urbe más populosa que Seúl, sembrada de rascacielos que se alinean en las riberas del río Huangpu, iluminados por la noches, un auténtico espectáculo de luz y color, y de que los inquilinos de las oficinas instalados en ellos se reúnen a tomar su café en vasos de cartón en las terrazas, salen con frecuencia a cenar por las noches y acaban cantando en karaokes, hay algunos matices muy sutiles que responden a la idiosincrasia de ambos pueblos, e incluso a su formación ideológica. Hsu Fu-chun coloca a la mujer en el centro de su discurso, ya como ama de casa frustrada, que añora los tiempos de soltería, cuando trabajaba y era baterista de un grupo, ya la mujer que ha sacrificado la vida de pareja, sin formar necesariamente parte de un frente misógamo, a su carrera profesional, y se encuentra con un joven de 20 años, dotado de gran talento, que le ofrece relax y diversión, protección y comprensión y quiere con la fuerza de un adolescente a su Midonis de rango superior a él, esforzándose por merecerla. De ahí la trascendencia que se da al beso en el cine oriental, una especie de contrato que firma el vasallaje, al que muchos hombres son reacios y responden al abrazo con los brazos caídos y alguna palmadita a la espalda. Las mujeres de más edad que han perdido a sus maridos y han enviudado, o se han separado de sus esposos, dejando de lado su ascenso laboral, se empeñan en ejercer de casamenteras de sus hijos, no sólo por mantener o mejorar su estatus (secuencia del árbol turístico que se atribuye a Confucio de cuyas ramas cuelgan cintas con monedas de plástico, arrojadas por las madres que desean  buenas parejas para sus hijos, no sólo por su estatus económico y social, sino por ser hombres maduros que sepan apreciar a mujeres capaces). La existencia del techo de cristal de las mujeres será otro de los temas protagonistas de la serie, un límite con el que tropieza constantemente Ruo Xin, cuya madre, profesora de secundaria hasta su jubilación, da clases a otras mujeres en la Universidad para adultos.

Ruo Xin y su asistente, el joven centennial  Qi Xiao (Dylan Wang), trabajan en un gran conglomerado que se dedica a la producción de coches convencionales de gasolina, pero, con la llegada de un jefe de la central se lanza un nuevo prototipo eléctrico, ecológico, lo que provocará tensiones dentro de la sede de Shangay para mantener el poder adquirido en la era anterior, cuando pocos se preocupaban de combatir el calentamiento global. Los publicistas se niegan a participar en el lanzamiento del coche del futuro y para hacerlo posible Ruo Xin y su joven asistente recurren a profesores universitarios de las áreas científicas y de investigadores conocidos por la población que se prestan a colaborar en el sostenimiento del medioambiente. Poco a poco el espectador irá comprendiendo que la máxima representante en esta historia de 'la vida racional', que lleva tacones de aguja que la martirizan constantemente, joyas alambicadas y trajes a la moda, pero que lee a Gabriel García Márquez y le gusta el cine de terror americano, es en realidad una soñadora, a la que le gusta ver el cielo estrellado por las noches y disfrutar de sus constelaciones, un espectáculo prohibitivo en unas ciudades fantasma, escondidas tras la contaminación lumínica y atmosférica, que servirá de inspiración a los jóvenes que todavía no han vivido suficientemente, pero que llenos de esperanzas buscan un camino libre y sin ataduras, dueños de sus startups en las que vuelcan su creatividad. La globalización ha traído una mundialización de los comportamientos de los jóvenes que se integran en la era tecnológica más rápidamente de lo que se esperaba.

Por último, otro de los grandes temas que atraviesa los 35 capítulos de la serie es la emigración de quienes buscan oportunidades  desde cualquier punto de China a las grandes ciudades, en este caso Shangay, y el rechazo que producen en la población autóctona estos movimientos. Uno de estos personajes es el amigo de Qi Xiao, el joven protagonista que lleva sobre sus espaldas el peso de gran parte de los 35 capítulos y defiende a su personaje con una gran dignidad y capacidad de provocar no ya la sonrisa, sino la carcajada abierta de su público, cada vez que realiza esfuerzos titánicos para que no se note demasiado que es tan joven como el siglo XXI. La serie ha sido realizada este mismo año, lo que da muestras de la recuperación que está experimentando el gigante asiático y su esfuerzo por ocupar un lugar preeminente en la nueva era tecnológica poniéndose al frente de las audiovisuales, un importante factor de propaganda, y de la renovación del mercado automovilístico en pro de una energía limpia. Un film divertido, esperanzador y que permitirá al público, con su elección del modo del cinéma vérité, conocer un poco mejor a quienes están tan lejos de nosotros. Es larga, pero cada capítulo se disfruta gracias a la frescura de Dylan Wang que nos hara disfrutar durante los 45 minutos de duración de cada episodio.




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