Se acerca la noche de Halloween y los distribuidores de terroríficos disfraces ya disponen en sus escaparates los que esperan que sean más demandados. Este año, curiosamente, están en la cumbre de la ola los personajes de la serie coreana, guionizada y dirigida por Hwang Dong-Hyuk. Digo que curiosamente porque es una distopía política, un cuestionamiento de la democracia formal, con apellido, que permite que si la mitad más uno de los ciudadanos decide tirarse por un barranco, el resto está obligado a seguirles. La selección de los personajes que va a participar en estos nefandos juegos no son blancas palomas, sino jugadores, pendencieros, estafadores, que están dispuestos a jugarse su vida y la de los demás por conseguir finalmente su objetivo de enriquecerse, ignorando que sus cuerpos jóvenes serán desmembrados y cotizarán en el mercado de órganos, enriqueciendo a desaprensivos, invitados con máscaras de oro y piedras preciosas, que salvarán las vidas de los de su clase, ante la pasividad de una policía que no está entrenada para hacer frente a los nuevos retos y ve como sus miembros son liquidados impunemente. Sin embargo su público mayoritario son niños, a los que los padres, no atentos a la fascinación que podía ejercer sobre ellos una serie bien diseñada, a pesar de los escasos recursos disponibles, no han prestado suficiente atención, de tal manera, que, quien vociferó contra los renovadores del cine, George Lucas y Steven Spielberg, que supieron combinar la poesía, la fantasía y las reflexiones filosóficas más profundas, se ven ahora desbordados y disfrazan a sus hijos de guardianes del terror, reconocibles por las tres formas que constituyen la base de la geometría: el cuadrado, el círculo y el triángulo, que pertenecen al imaginario colectivo.
Yo tengo la intención de hacer un repaso a los tres cineastas más grandes del slasher, Carpenter, Cronenberg y Craven, o Sean S. Cunningham y John Boorman, este último ya fallecido. Los tres analizaron con atención las condiciones sociales desde finales de la década de los 70 hasta los 90, y han dejado piezas de un valor incalculable, del enfrentamiento entre un campo que no se parece nada al locus amoenus literario, y la ciudad de la que proceden urbanitas poco respetuosos con la creencias y la idiosincrasia de los lugareños, algunos con graves deficiencias físicas ocasionadas por la mala alimentación (Deliverance, Viernes 13, Scream...); también prestaron atención a la gran mancha que ensombrece el alma americana y que Hartung denuncia en sus cuadros y esculturas, la construcción de urbanizaciones en los suburbios de las ciudades sobre cementerios indios, sin ni siquiera retirar los cuerpos de los indios que allí descansaban (Poltergeist de Tobe Hopper); el desprecio de las instituciones al sufrimiento de las mujeres, que desgraciadamente continúa (El Ente, El hombre de mimbre); el miedo a lo desconocido (La cosa)...y tantas y tantas historias que hicieron temblar a los hijos mientras hacían reflexionar a los padres. Clásicos del cine de terror que han derivado en películas bizarras sumamente divertidas como la serie de films de Sharknado. La mayor parte de estos relatos han propiciado la producción de extensas sagas.
Son tantas y tantas las producciones del género que la mayor parte de los espectadores tiene ya pensada la suya, entre las que se encuentran producciones actuales como 'Los juegos del hambre' o la saga de 'La Purga'. Un universo demasiado amplio, por lo que me limitaré a poner sobre el tapete alguna de las que a mí me han impresionado, entre las que se encuentran muchas del giallo italiano y especialmente de Dario Argento, bastante menos populares, aunque en Norteamérica se ha hecho algún remake recientemente, que no ha mejorado la belleza de los originales.
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