Amor y anarquía. Lisa Langseth. Crítica.


 

ESTAMOS AL COMIENZO DE UNA ERA, CUANDO TODAVÍA SE ESTÁ EXPANDIENDO LA INDUSTRIA PARA NOSOTROS CONVENCIONAL POR  LAS ÁREAS MARGINALES DEL MUNDO QUE HA PROGRESADO AL CALOR DEL AVANCE DE ESTA, LO CUAL GENERA UNA GRAN CONFUSIÓN EN TORNO A QUÉ ES LO VIEJO, QUÉ ES LO NUEVO, QUÉ SE IMPONDRÁ FINALMENTE EN LA NUEVA ERA BASADA EN LA TECNOLOGÍA, CAMBIOS QUE, COMO OCURRE EN TODAS LAS TRANSICIONES SE EXTENDERÁN EN EL TIEMPO. LISA LANGESH OBSERVA CON PRECISIÓN Y DISECCIONA CON BISTURÍ FINO LAS FAllAS DEL SISTEMA ACTUAL TODAVÍA VIGENTE, CAUSADAS POR EL DESARROLLO DE LA TECNOLOGÍA INFORMÁTICA.



Cuando me acerqué por primera vez a la Comunicación Audiovisual, una materia que luchaba por obtener un rango universitario, nuestro principal referente, el Profesor de Teoría de los Lenguajes, Jenaro Talens, insistía en la importancia de la presencia de símbolos fálicos,- apoyado en expertos académicos en la materia -, en la publicidad de objetos no necesarios para la vida cotidiana, por lo que había que añadir una carga semántica suficientemente atractiva. Pero estos valores no se connotaban con una explicitud ramplona, había que descubrirlos, ya que en caso contrario no hubiera funcionado el recurso. Algo así sucede con el estado de ánimo de la población actual, que ante la tragedia que le ha tocado vivir (los primeros tiempos de la pandemia fueron atroces, y a muchos todavía los atormentan aquellas imágenes del Hospital de Ifema en Madrid, que evocaba a los que se crearon cuando se produjo la gripe española de principios del siglo XX). El espíritu schmittiano, potenciado por la nueva política, provoca que,  ante la dicotomía amigo/enemigo, nadie quiera hablar de nada con claridad, y el espíritu de pertenencia a una clase trabajadora que solo dispone de sus manos para ganarse el sustento se ha evaporado como las pompas de jabón de que hablaba Juan Manuel Serrat. No queremos hacer spoiler de esta serie, que tiene más de una temporada, pero sí queremos evitar que muchos espectadores la abandonen al no corresponder sus expectativas ni con las sinopsis circulantes, ni con el veredicto de los críticos, que valoran muy bien el film y hablan de unos juegos de seducción que no existen; podían el guionista y director haber puesto su foco en esto, (parecía que era de eso de lo que se trataba), frente a una opinión que puede malinterpretar incluso una mirada como acoso, un pecado aunque solo sea de omisión. El mundillo indie se siente tocado, porque todo se cuestiona, incluida la primacía de los movimientos que defienden la diversidad, y de hecho convierte la diversidad y la diferencia en protagonistas del film, nuevas políticas enfrentadas a las que fructificaron en la larga lucha del movimiento obrero que arranca con el establecimiento del capitalismo como sistema económico dominante.

En el primer capítulo de la primera temporada, Lisa Langseth y Alex Haridi nos presentan a los actores de esta historia, unos personajes nórdicos, libres de cualquier prejuicio moral muy intenso en el sur. Una mujer, cuando se mete en el cuarto de baño para bañarse, peinarse, acicalarse...para ir al trabajo, termina su arreglo matutino usando de la manera más natural y mecánica un satisfayer, al parecer permanentemente enchufado, una acción que repite en el trabajo cuando cree que nadie la ve, con la misma naturalidad. No es que esté insatisfecha con su pareja, es que lo usa cuando lo necesita, como el pintalabios, quizá más simbólico y cargado de erotismo que el aparato mecánico. Pero, a partir de ahí todo el juego se centra más en provocaciones al sistema, tanto en el lugar de trabajo, como en locales públicos llenos de gente. Ellas, en general, dominan las nuevas tecnologías y comprenden la importancia de su aplicación a su empresa, en este caso una editorial. Los gestores se dividen, como en cualquier lugar, entre los que se ocupan de la financiación y los que seleccionan los textos que deben ser publicados, los que se niegan a que descienda el nivel intelectual de sus productos, que no son chorizos, ni camisetas, y que no quieren devaluar la importancia  de un pasado histórico nada honorable sobre el que se ha levantado el edificio de la actual nación sueca. El problema se agrava con las adaptaciones cinematográficas de los libros, en manos de empresas orientales (la que protagoniza la serie se llama Streaming-up), y su alteración del texto literario en función del mensaje que quieren construir, y, eso, en cine, como en literatura, depende  de la idiosincrasia del país que impulsa un proyecto y de quien encabeza su realización. Las provocaciones más importantes de que habla la sinopsis son de este tipo, que nadie imagine una Feel Good Movie erótica, porque saldrá decepcionado en tan solo dos episodios.

La serie, al igual que las del Hallyu Wave, plantea otras cuestiones, como la diferencia de edad de hombres y mujeres en las parejas que se constituyen, en las que la mujer busca un hombre más joven,  en el choque generacional, o en la resistencia a dejarse arrastrar por la alienación actual, abarcando de este modo tres generaciones diferentes.  Las consecuencias de estas opciones vitales son vistas como una rareza, una excepción, en definitiva una pertenencia a un grupo diferente, del que se empieza construyendo la alteridad para acabar recluyéndolo en un psiquiátrico, especialmente si se obstina en defender la existencia de clases sociales oprimidas por el capitalismo. Es lo que Daniel Bernabé llama 'la trampa de la diversidad'*, y que en la presentación del libro Pascual Serrano señala como la fragmentación de la clase trabajadora por el neoliberalismo, ya que las problemáticas que ahora se erigen en protagonistas no tienen relación con el mundo laboral, sino con campos meramente simbólicos (matrimonio homosexual, lenguaje de género...), una ideologización que permite a los gobiernos conservadores hacer su política en lo económico que valida ante sus votantes un carácter pretendidamente progresista al embarcarse en estas cuestiones. El resultado es que la fuerza de lo colectivo se acaba diluyendo en el irremediable individualismo de lo identitario (en el presente no hay identidad de clase. El resultado es que partiendo de un término inglés, unequal, que significa diferente, pero también desigual, podemos estar defendiendo a la vez la diferencia y la desigualdad. Hasta ahora la serie ha planteado este terreno como el contexto histórico e ideológico en el que se libra una batalla entre los nuevos ludistas que se oponen a la expansión de la tecnología y los integrados de Umberto Eco. El espacio de los diferentes, los locos, los que andan hacia atrás, lo ocupan unos y otros. Los episodios no son autoconclusivos, sino que pasamos de la primera a la segunda temporada sin advertir el corte, ni entender en que criterio se han basado los realizadores para dividir la serie, pero es evidente que el background del relato es complejo, aunque debía ser familiar para todos nosotros. Lisa Langseth nos da los instrumentos para que podamos reflexionar sobre un momento difícil de la evolución humana, que lleva sobre sus espaldas una crisis global, seguida de una pandemia también global. No obstante, como hacían los vietnamitas en la guerra, cuando procuraban que maestros y cuidadores de la infancia fueran jóvenes, guapos y amables, para compensar ante los niños los horrores de la guerra, Amor y anarquía está protagonizada por actores guapos, desinhibidos, de cuya parte del cuerpo nos enseñan lo que siempre se oculta y "precisamente eso", que escriben una narración visual dinámica, brillante y atractiva, sin esconder muchos debates que hoy preocupan a la sociedad. 

Interesante y recomendable, sin escaquear ningún debate.


* La trampa de la diversidad. Daniel Bernabé. Akal/ A Fondo

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