Una chica del siglo XX. Bang Woo-ri. Ficha de identificación y crítica.

 



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Ficha de identificación:


Título orIginal: 20th Century Girl

País: Corea del Sur

Año: 2022

Duración: 119 minutos

Kdrama


Dirección: Bang Woo-ri

Guion: Bang Woo-ri


Compañía productora: Yong Film; distribuye Netflix


Reparto: 


 Kim Yoo-yeong: Na Bo-ra

Han Hyo-joo: 

Byeon Woo-seok: Poong Woon-ho

Yuuki Luna: Darn It

Park Jung-woo: Baek Hyun-ji


SINOPSIS:


Una adolescente indaga en 1999 la vida de un compañero de clase del que su amiga está enamorada, y se ve envuelta en su propia historia de amor.


LO QUE SE DICE: 


Recientemente incorporada a los fondos de Netflix, Una chica del siglo XX /2oth Century Girl (Tendríamos que plantearnos por qué en 2022 se hace una película sobre una chica millennial, nacida en la década de los 80, pero lo veremos en el desarrollo) todavía no ha sido valorada por la prensa y el público, aunque páginas como Imdb le atribuyen ya una nota media de 8,7, elevadísima, si la comparamos con obras maestras como 'El Padrino', una teórica obra maestra, valorada con  9,2, tan solo 5 décimas más. La sociedad líquida que denuncia Bauman se impone a marchas forzadas, dando origen a una sociedad excluyente con motivos tan superficiales como el que a los millennials les gustan los aguacates, aunque los centennials tengan que pedir a sus padres que les compren lo que es tendencia, por su falta de independencia económica. No todos trabajaron para la Disney cuando tenían 7 años como Olivia Rodríguez. No voy a seguir por ahí. Todavía no incorpora reseñas, excepto una, de un crítico indie.


CRÍTICA:


Lo que me ha atraído de este título es precisamente lo que sugería, una representación de quienes están ahora entre la generación X y los Milennials, los que sentaron las bases de la actual Corea enfrentándose a sus antepasados conservadores, (citas a ciegas, recelo ante las jubilaciones, maltrato, incluso físico, de hijos y subordinado, ya sean empleados o alumnos; Podéis ver Something in the Rain, muy ilustrativa a este respecto), y lo que parece haber molestado a la crítica indie Romey Norton (Ready Steady Cut) que tilda al film de nostálgico y entretenido, y perdonando la vida a otra mujer, la directora Bang Woo-ri, lo califica con tres estrellas de cinco, una valoración muy por debajo de la de los lectores de Imdb. ¿Qué buscaba yo en este título? Pues precisamente cómo se sentaron las bases para que un país que había soportado la ocupación japonesa desde 1910 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, y la Guerra entre el Norte y el Sur (El Norte apoyado primero por Rusia y más tarde también por China, y el Sur por Estados Unidos), que desangró el país, hasta que en 1987 se aprobó una Constitución que ha sufridos profundas reformas, constituyendo en cada una de ellas una república diferente, hasta llegar a la sexta en la que el país se convierte en una Democracia Parlamentaria. Un tiempo muy breve en Historia; el film nos sitúa tan solo 11 años después, y supone una joya para los estudiosos y amantes de Corea del Sur, un momento contemplado por la cámara de una mujer con serenidad, ¿nostalgia? puede ser ¿y por qué no?, un tiempo en el que quienes estábamoss inmersos en el universo de la educación empezábamos a mirar con recelo cómo este pequeño país asiático, un poco más poblado que nuestro país, con menos territorio, comenzaba a escalar, a la carrera, puestos en las valoraciones del informe PISA. Seúl estaba invirtiendo sin ruido su potencial económico en capital humano; el resultado está a la vista en el trabajo de esta generación a la que no ha pillado desprevenida la primera crisis global, la primera pandemia global,  (de verdad; no es un pleonasmo), y está consiguiendo en plena crisis el reconocimiento de su esfuerzo, y en lo que al cine se refiere de su mismísima meca, Hollywood, y los rotativos más importantes de este país, mientras el mundo entero reproduce su Finger Heart a cada paso, ignorando incluso su procedencia.

La guionista y directora, Bang Woo-ri , retrocede en el tiempo hasta finales del siglo XX, hasta la noche en la que se produce el cambio del siglo XX al XXI, en el que los agoreros pronosticaban, de acuerdo con Nostradamus, el fin del mundo, y una voz afirmaba: "Aunque el mundo se acabe no todos moriremos en el Siglo XXI ", si bien alguno sí perece, un hecho que pone un fin romántico a un amor imposible. Woo-ri  retrocede recreando un mundo que, los que estamos acostumbrados a ver cine coreano no reconocemos, y parece imposible que un pueblo haya podido avanzar tanto en lo que va de siglo, aunque es evidente cómo hizo su acumulación capitalista, emblematizada por el padre de Na Bo-ra, que se traslada de la casa en la que la chica vivió los momentos más felices de su vida a una mansión más grande y mejor construida, un hogar que disponía de un bajo en el que su progenitor realizaba una actividad de la que era propietario, un video-club, en el que predominaban los VHS, y del que la adolescente extraía las cintas porno para su diversión y formación sexual (algo que sucede en nuestro país ahora, aunque en diferentes soportes) propia y de sus amigos, una referencia que se hace de pasada, sin explicitarla en pantalla, en dos ocasiones con una breve alusión en medio de un diálogo más amplio. ¿Sigues viendo porno?, le dice el padre en la primera ocasión, y de manera un poco más extensa cuando se deshacen de los materiales del negocio, de los que el padre se reserva las películas del género que veía con su mujer, cuando todavía eran novios. No estaría de más que hiciéramos este repaso nosotros y que nuestros jóvenes entendieran que las pantallas de streaming no existían en las cuevas trogloditas, Estos padres, abiertos en la educación sexual de sus hijos, algo que, quizá, debamos atribuir a las religiones no monoteístas ni puritanas de Corea, organizan, sin embargo, citas a ciegas para casar a sus hijos e hijas, sin distinción, algo de lo que nos informan los coreanos desde la primera de cualquiera de sus series o películas que ofertan al público internacional.

El relato dirige la cámara hacia otros de los elementos que más se han desarrollado en este país del sureste asiático: la tecnología. Este viaje en el tiempo nos permite observar la rápida evolución desde las cabinas de teléfono públicas, los busca, las rudimentarias páginas de Internet, los groseros teclados de los ordenadores, la ropa barata (nada que ver con la que exhiben los modelos que exhiben sus ídolos actuales y que en series como Toma1 observamos en el público que acude a los conciertos que promociona Netflix), sus costumbres más modestas y el universo de unos jóvenes empáticos, inocentes, todavía no maleados ni deprimidos, que se enamoran, aunque también se pelean, episodios  que escasean en el film. Lentamente y con los malentendidos que generan tensión vamos llegando a un final tierno, pero no lacrimógeno, propio de unos jóvenes que esperan mucho de su futuro desde su presente modestia. En pocos años, en los que transcurren hasta el final del film ¿15, 17...? , se gestó todo el esplendor de la economía coreana, en la que los chaebols o conglomerados como Samsung, ocupan las plantas nobles de los grandes almacenes de las clases medias occidentales, que van incorporando algunos tics coreanos, tanto el saludo o la demostración de cariño, la ropa minimalista y oversize de sus actores favoritos, la masculinidad suave de ellos, la sofisticación de ellas (y de ellos también) que aproxima los géneros sin romper la sociedad como ocurre en estos lares. Estamos en el momento en el que se inician los colegios mixtos con algunos residuos de segregación de sexos, entrando los chicos al centro por un lugar y las chicas por otro, pero en el que ya hay, como en los países del norte de Europa, enfermeros y salas de atención de posibles enfermos o lesionados, en estas instituciones escolares. Algunos ya hablan de buscar la fama aprovechando sus físicos, que cuidan hasta el extremo de no exhibir sus cuerpos en las playas, con el objetivo de no perder su blancura, y, en los momentos de ocio, los más jóvenes bailan ante máquinas que guían sus pasos, al estilo de 'Scott Pilgrim contra el mundo'. Cuando en 2009 Lee Min-ho protagoniza 'Boys over Flowers' el skylane de Seúl y la idiosincrasia de los coreanos del sur era ya totalmente irreconocible para quien hubiera vivido el fin del siglo XX y sobrevivido en los comienzos del XXI.

Una preciosa historia de amor de unos adolescentes que se forman en Institutos de una clase media baja, que trabajan para ayudar en casa, y que fílmicamente inicia unas constantes que se mantienen hasta hoy, como la de enfrentar a los amantes con unos metros de distancia entre ellos, y dilatar ese momento en el que deciden hacer explícito su amor con dos palabras, selladas con el carísimo beso de compromiso. Si algo destila el film es la necesidad de encontrar la razón para no odiar sempiternamente al otro, lo que, en los tiempos que corren, es altamente satisfactorio y un relax para el espíritu. Una sociedad cansada de tanta decadencia y depresión necesita mensajes que le hagan entender por qué unos progresan y otros no.


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