Me llamo Chihiro. Rikiya Imaizumi, Ficha de identificación y crítica.

 






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UN TRATAMIENTO EN BUCLE DEL TIEMPO QUE MANTIENE ATENTO AL ESPECTADOR RESPECTO A LO QUE OCURRE EN LA PANTALLA

Ficha de identificación:


Título original: Call Me Chihiro
País: Japón
Año: 2023
Duración: 131 minutos
Género: drama indie

Dirección: Rikiya Imaizumi
Guion: Rikiya Imaizumi, Kaori Sawai, basado en el manga Hiroyuki Yasuda
Dirección de fotografía: Hiroshi Iwanaga
Música: Shigeru Kishida
Departamento de sonido: Owen Grieve

Productores: Makiko Okano, Akira Yamano
Compañías productoras: Asmik Ace, Digital Frontier; distribuye Netflix


Casting:


Kasumi Arimura: Chihiro
Hana Toyoshima: Kuniko Seo
Tetta Shimada; Makoto Satake
Van: Vasil
Ryuya Wakaba: Hitomi
Itsuki Nagasawa: Chinatsu Ube
Miwako Ichikawa: Chihiro
Keiichi Suzuki: Homeless
Toshie Negishi; Nagai
Mitsuru Hirata: Bito
Lily Franky: Utsumi
Jessica Clarke: Betchin


SINOPSIS:



Chihiro trabaja en una pequeña tienda de bento, (ración de comida prepara para llevar, junto a la playa, Nokonoko Bento, y se convierte en una figura popular en la ciudad.


LO QUE SE DICE:



El film ha sido relativamente bien considerado por la prensa a un lado y otro del Atlántico, como lo evidencian la página española Filmaffinity, que publica una nota media de 6,2, basada en 151 votos de sus usuarios, una media que Imdb eleva a 6,9, de acuerdo con las valoraciones de 1,700 usuarios. Rotten Tomatoes ofrece una índice de aceptación muy ajustado de la prensa del 57%,  que curiosamente se eleva al 90% en el caso de los lectores, según una encuesta en la que han participado 50 de ellos. Parece la muestra elegida, ya que se repite con frecuencia.

Lori C (Ready Steady Cut) dice algo con lo que no estoy totalmente de acuerdo y quiero justificar: "Un drama muy largo y enrevesado sobre nada.


CRÍTICA DEL BLOG:


Cuando un realizador y su equipo construyen una diégesis y eligen un modo de contar y una estética determinada, ya se están comunicando con su público y le están ofreciendo una información muy valiosa sobre su país, lo pretendan o no; en este caso Japón es llamado a examen. Call Me Chihiro es un drama indie, que Rikiya Imaizumi  contextualiza en una clase de perdedores, los estratos bajos de la sociedad, casi rozando la marginalidad, como ocurre con la protagonista, que acepta su destino sin aparentes traumas. Elige un tono en apariencia indiferente para no subirse demasiado y mostrar una emoción por encima de la necesario contención, pero tampoco descender precipitadamente hacia una posición de "bajona" que denote decepción o descontento en demasía, al tiempo que va estirando la narración como un inmenso chicle que se va adelgazando a medida que llega a su final. El objetivo es claro: mostrar cierto grado de decadencia del viejo imperio nipón, un tono pesimista que se pone de manifiesto en muchas realizaciones japonesas, y que se hace presente no solo en los escombros de lo consciente y lo inconsciente de sus individuos, sino en el maltrato de todo lo colectivo y el descuido del interior de los hogares. Residuos de plástico de todos los colores, tamaños y formas, junto con otro tipo de objetos inservibles, rodean las casas como si de una trinchera se tratase, y si uno de estos personajes al volver a casa encuentra a uno de sus familiares muerto, lo entierra en un rincón del espacio en otro tiempo ajardinado que rodea la casa y se evita papeleos y homenajes. Al antiguo esplendor le ha seguido la total decadencia, presente no solo en el descuido del aseo personal (Chihiro es reconocible por la suciedad de sus pies, el único dato que la delata; solo más tarde alguien hará explícita esta realidad en una especie de bucle temporal dialogado que exige atención), sino del exterior de los hogares, la vía pública, y la modestia de los establecimientos de Bento, el verdadero protagonista del film, una suerte de comida preparada en una bandeja para llevar a casa, que suele incluir arroz, pescado o carne y una guarnición o acompañamiento de verdura. Habrá que esperar hasta casi el final del film para saber por qué adopta la protagonista, una mujer de la calle que elige la noche, el nombre de Chihiro, o quién es ese personaje que ha quedado ciego y se recupera en un hospital... Datos no muy relevantes para la audiencia, pero que la despistan y la tienen atenta a la pantalla para poder comprender el discurso que se está costruyendo.

Dicho esto, está claro que, a diferencia de otros países que rodean a Japón, como Corea del Sur, y que no hace cien años su poderoso imperio ocupó, y de los que fue desalojado al combatir en el terreno equivocado durante la Segunda Guerra Mundial,  que ahora muestran un desarrollo notable, este país está estrangulado en  un territorio de 377,795 km2 que alberga más de 123 millones de personas, casi tantas como el país más grande del mundo, Rusia, y no ha logrado superar la crisis provocada por la explosión de su burbuja inmobiliaria que se produjo en 1990, una triste realidad que recoge la serie 'Puerta al verano' de Takahiro Miki, en la que su protagonista decide criogenizarse este mismo año y permanecer dormido tres décadas, con el objetivo de que los problemas lo pillaran durmiendo. Un triste alegato que orientado no al análisis del contexto económico y social, sino a la desestructuración de las familias y la decadencia de las clases bajas, recoge Rikiya Imaizumi. A medida que avanza la narración, un relato de la incomunicación en el seno de los hogares, iremos entendiendo, a través de pequeños giros que introduce el guion, por qué la protagonista se llama Chihiro, por qué reconoce sin tapujos su antigua profesión, como hará más tarde cuando deje de vender Bentos y se dedique a cuidar animales en una granja; todos los lugares que va recorriendo le hacen darse cuenta de que vaya a donde vaya llevará con ella su soledad, la de la hija de una familia desestructurada, al igual que ocurre  con sus amigos Kuniko o Makoto, de edades muy diferentes pero afectados por el mismo drama: el alejamiento de sus padres. Todos ellos se sienten más a gusto con personas del entorno que han idealizado o con las que han contactado ocasionalmente. Una forma dura y desesperanzada de representar la depresión social que parece atravesar el antiguo imperio nipón, una denuncia que se ha convertido en una constante en las narraciones y representaciones de la realidad de este, en otro tiempo, orgulloso y resplandeciente país, al que Spielberg dedicó un film genial: "El imperio del sol", del sol, como todos sabemos naciente. Ahora su idiosincrasia parece identificarse con sus la de sus antípodas, los países situados donde el sol muere u Occidente.


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