Asteroid City. Wes Anderson. Crítica.

 





CRÍTICA:


Wes Anderson se reafirma, en la calificada como la película más cósmica y radical de su trayectoria, en su estilo, su lenguaje y el background que recorre transversalmente sus historias: una mirada crítica, pero a la vez afable y cariñosa, a su grupo ilustrado, de formación afrancesada (ahora el director tejano vive en Europa y respira el aire de la república gala), que ha permitido que una ensoñación recorra toda su obra: la admiración por la cultura de un país que ejerció un papel dominante durante los siglos XIX y XX, cuya lengua aprendían los ilustrados desde la Rusia zarista hasta el último rincón del mundo, un brillo que perdió tan pronto como el desarrollo tecnológico de Estados Unidos arrebató a la patria de Napoleón la hegemonía en el mundo que se creía poseído por el espíritu de la verdad, basada en la razón, una idiosincrasia que arraigó en un momento en el que el acceso a la enseñanza universitaria era privilegio de unos pocos, una posición de la que fueron desbancados por la ciencia y la tecnología, una disrupción inesperada para quienes creían tener la llave de acceso a la sabiduría. Todas las películas del enfant terrible emanan esta subyugación de Anderson por el país que elevó a la burguesía al poder, pero especialmente una me llamó la atención, y no precisamente la que lleva como título 'La crónica francesa', para la que fabriqué un extenso tagline que decía: "UN PASO MÁS DE WES ANDERSON, UN CINEASTA PIJO Y AFRANCESADO EN CONSECUENCIA, EN LA DECONSTRUCCIÓN DE LA INTELECTUALIDAD EMPODERADA, MEDIANTE CONSTANTES EFECTOS BRECHTIANOS DE ALEJAMIENTO, RESIDENTES EN UNA FORMA, CON MULTIPLES REFERENTES CINEMATOGRÁFICOS E IMÁGENES DEL PAPEL, CON CALIDAD ICÓNICA, DE RECORTABLE. UN VERDADERO SPRINT EN EL ATAQUE A QUIEN SE SIENTA CONCERNIDO A TRAVÉS DE LOS PERSONAJES QUE HA CREADO A LO LARGO DE SU CARRERA." 

No, no era esta, sino Moonrise Kingdom, un breve cuento, protagonizado por algunos actores que ahora vemos en su última película, con algunas incorporaciones sorprendentes como la de Margot Robie, Matt Dylon y, especialmente Tom Hanks en sustitución de Bill Murray, perfecto en su papel de abuelo de unos repelentes nietecitos. En la crítica de este film recogía esta cínica cita: " Un liberal es un rojo con formación universitaria", dice un inversor inmobiliario en los Diarios del Ron de Bruce Robinson, descripción aplicable a la familia Bishop.  Incluso la joven Suzy Bishop , (Kara Hayward), cuando huye de casa se lleva un tocadiscos portátil y un disco de Francoise Hardy, nada de Jacques Brel o Edith Piaf; demasiado vulgares; si Anderson hubiera optado por estos ancestros hubiera sido demasiado explícito para cualquiera, más o menos, que viera su película, pero al optar por la joven que hizo celebre por interpretar Tout les garçon et les fille de mon age daba un salto cualitativo y limitaba la comprensión de su discurso a aquellos cuyos padres militaron en el pensamiento de la Nouvelle Vague que tanto parece apasionar al cineasta diletante. Muchos adolescentes y centennials actuales no lo entenderían.

Un detalle curioso: mientras los niños y adolescentes que pueblan el último film de Anderson tienen creencias religiosas, concretamente episcopalianos, los adultos, en su mayor parte, son ateos. ¿Esto implica un retroceso que obliga al cineasta a huir de su país? No creo. El nuevo film con el apoyo de una imagen icónica casi plana, produce un efecto poderoso de extrañamiento que cuestiona la estructura y superestructura socio-económica y cultural de EE.UU., por medio de un evento particular: un pedrusco? de otro planeta ha aparecido en el desierto y se ha improvisado una ciudad  para montar el show, Paranoid City, en realidad en Chinchon (Madrid) donde se ha montado un escenario que representa  una reproducción sin un motivo que lo explicite del  Monument Valley, formado por algunas casitas de madera y tiendas de campaña, para acoger a quienes se han concentrado para recoger unos premios científicos y a futuros visitantes. Premiados acompañados de sus familias, y representantes de instituciones científicas y militares van a representar una comedia de lo absurdo que nadie entiende. Entre los congregados hay soldados, profesores, turistas atraídos por la presencia en el lugar de un alienígena, actores, actrices, y los muy engolados y pedantes escolares premiados por sus trabajos de investigación. Mucho homenaje a otros cineastas como Tim Burton en Mars Attacks! y a la melodía que creó Alexandre Desplat que provocaba la explosión del cerebro de los marcianos, y yo diría que también a Jordan Peele en NOPE, un relato en el que anuncia la muerte del modo de representación hoy dominante. La historia, teóricamente ubicada en principio en tiempos del cine en blanco y negro y con pantallas de formato de cuatro tercios, da paso a la gran pantalla; la fotografía de sensación plana y con calidad de recortable de que hemos hablado, nos sitúa en un tiempo más avanzado, aunque el trabajo de peluqueros y diseñadores de vestuario nos llevan a películas como American Grafitty de Lucas, en la década de los 70. Un pájaro carpintero impide que el espectador se levante de su butaca y lo obliga a leer los créditos finales.

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