Tenemos un gran problema. Yuki Tanada. Crítica.
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LA FÁBULA DE LA ZORRA Y LAS UVAS APLICADA A UN MATRIMONIO QUE NO PUEDE TENER HIJOS POR UN PROBLEMA CUYO TRATAMIENTO ROZA EL REALISMO MÁGICO
CRÍTICA DEL BLOG:
Yuki Tanada, apoyado en su guionista Hisako Kurosawa, dos magníficos storytellers en la parte de la construcción del relato que les corresponde, construyen una bonita y peculiar historia de una pareja que tiene una incompatibilidad biológica, un problema poco común que condicionará su vida y la de sus familias y que no voy a desvelar, no solo para evitar el spoiler, sino porque parece que al fin es una metáfora de un mundo en el que las parejas pueden tener hijos sin necesidad de tener s**o. Un personaje secundario acusa al catolicismo de haber introducido una desazón y un prejuicio en un pueblo oriental como es Japón en torno a las relaciones de las parejas, promiscuas antes de la expansión de esta creencia que califica de Occidental.
Mientras en Occidente no se entiende el amor sin el s**o, ( recordemos tan solo el título de aquel film "¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir s**o?) en este film se niega la mayor, el amor es independiente de la atracción física o la necesidad de tener contacto con la persona amada. Para entender esto hay que meditar sobre la profunda crisis que padece Japón desde 1990, que no sólo ha tenido incidencia en una posible tendencia misógama, sino en las circunstancias que analiza un artículo de BBC.com, "El multimillonario plan de Japón para que las parejas tengan más hijos (y por qué el dinero no siempre es la solución)", que pretende explicar el por qué los jóvenes nipones no quieren tener hijos, llevando a su sociedad al límite de no poder funcionar como sociedad por la bajada histórica de nacimientos, por debajo de los 800,000, frente a los dos millones de la década de los 70 del siglo XIX.
La diégesis es tranquila, contenida, muy poética, gracias a la magnífica interpretación de Aoi Nakamura, en el papel de Kenichi, y Natsumi Ishibashi en el de Kumiko. Sus gestos y expresiones son tan templados, que en alguna ocasión parece que se ha congelado la pantalla, y el uso frecuente de onomatopeyas apenas pronunciadas como hum o eh?, acompañadas de cara de sorpresa contenida, que repiten constantemente. A pesar de esta falta de reflejos aparente, pero muy buscada, ambos actores consiguen que permanezcamos atento a la pantalla los 10 episodios de 30 minutos, esperando ver cómo se resuelve su problema, que no se explica bien, y si una situación como la que crea en la pareja puede perdurar en el tiempo sin que se resquebraje el matrimonio. Lo cierto es que, casi desde el primer minuto. los jóvenes se muestran muchos más desinhibidos que los occidentales, aunque las secuencias que podrían ser más escabrosas están suavizadas por infinitos recursos para producir elipsis convenientes. No obstante el film no desciende por debajo de la franja de la mayoría de edad de muchos países (en otros la línea que separa a los adultos de los adolescentes se sitúa en los 20), es decir, se recomienda para mayores de 18 años.
Podéis ver el film en Netflix. Muy particular y agradable.
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