La chica enmascarada. Kim Yong-hoon. Crítica

 



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CRÍTICA:


La película de Kim Yong.hoon tiene como protagonistas principales a las mujeres de diferentes edades, condiciones sociales, roles personales, características físicas y psicológicas (altas, bajas, delgadas, imaginativas, inconformistas, solidarias...), cuya coincidencia casual en un momento y un espacio determinado va a crear el ambiente propicio para cócteles explosivos, especialmente porque casi todas ellas padecen las consecuencias de ocupar un lugar en el mundo que no han elegido  tropiezan con todos los vicios y la crueldad  subsecuente de la obligatoriedad de convivir cohesionadas en contextos y circunstancias no libremente elegidas, sino impuestas por las convenciones sociales. El hombre aparece, en este caso, como víctima propiciatoria de la madre, de la amante, de las compañeras de trabajo, y su presencia en el relato es la del perdedor, especialmente si no reúne las condiciones que ellas imponen, y no son pocas, por lo que no tienen demasiadas opciones para sobrevivir, o miden mal las fuerzas con las que quiere jugar; sólo hay dos hombres con un protagonismo importante en esta historia, y los dos acaban de la misma manera; las madres, las abuelas y las compañeras 'desempoderadas' se encargarán de hacer justicia a las víctimas, no siempre inocentes. Hablamos de hombres y mujeres en la era tecnológica, en la que se da a todos la posibilidad de jugar un papel diferente al que tendrían que representar en una sociedad en camino de desaparecer; este es el juego de la mujer que da título a la serie: 'La chica enmascarada', que a medida que avanza el relato el espectador entenderá, desde su lado de la pantalla, que no existe la posibilidad de engañar eternamente a los supuestos seguidores del personaje que cada cual se crea con el objetivo de lograr en la ficción lo que no consigue en la realidad.

La estructura del relato no es lineal, ni en el tiempo ni en el espacio, y con frecuencia retrocede a unos años clave, 2010, 2011, en un bucle sin solución de continuidad, que transita por los lugares en los que el ser humano está obligado a convivir, como son el trabajo, la escuela, la cárcel...y en todos ellos la cámara focaliza la forma de actuar de las mujeres, ya sea liderando grupos que hacen bullyng en estos lugares de obligada convivencia, en la que atrapan en auténticas ratoneras a quien no se adapta a un perfil de éxito, por ser menos guapa, más alta, por pertenecer a una clase social determinada o por errores cometidos por los padres, un argumento reincidente en los relatos de escuelas e institutos, que, al seguir a los protagonistas en su recorrido vital, hasta llegar a la edad adulta, atraviesa otros espacios también propicios para ejercer y soportar esta tortura, que se repite en el caso de la hija de Kim Mo-mi, que debe pagar los errores de la madre. Algún crítico se declara desorientado y dispuesto a llegar hasta el final, para ver a dónde nos quiere llevar Kim Yong-hoon, y lo cierto es que no es un film de mujeres al uso, sino que incide en aspectos importantes como la conexión entre una madre y su hija o hijo, y después la de la abuela con la nieta, aunque no se hayan visto nunca, que obliga al público a una reflexión sobre esta estrecha ligazón por la que las implicadas están dispuestas a dar su vida.

De forma secundaria la serie nos muestra la corrupción existente en muchas instituciones, ya sea la escuela o la cárcel, y lo hace con una naturalidad espantosa, sin grandes aspavientos pero con una claridad que no da lugar a dudas. La miniserie consigue, como casi todas los kdramas de la Hallyu, interesar a los espectadores, en este caso, en un relato del que están ausentes los ídolos, aunque uno de ellos hace un trabajo secundario muy interesante: el de un antiguo famoso que lo ha perdido todo y vive de la mujer a la que hace responsable de su fracaso. Una pieza más del caleidoscopio que van construyendo estas series, que están atrayendo la atención de todo el mundo, incluso de cineastas pertenecientes a la sociedad sólida como Nanni Moretti que les otorga un papel importante como productores del cine occidental en 'El sol del futuro', su última película. En este caso la cárcel que se nos muestra es de mujeres, y, aunque no se diferencia mucho de las de los hombres, las trifulcas tienen resultados menos graves, aunque sólo se por la menor fuerza física de las presas, que, sin embargo, hacen lo que pueden para llevar a cabo sus venganzas y rencillas. Kim Yong-hoon nos muestra que un film sobre mujeres diferente al que estamos acostumbrados a ver es posible. Pierce Conran (South China Morning Post) define la serie como:  "Una clase magistral del tipo de emoción diabólica que puso al cine coreano en el mapa en primer lugar." Comparto esta opinión



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