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UN FILM QUE HABRÍA QUE VER
Ficha de identificación:
Título original: Singapore social
País: Singapur
Año: 2019
Temporada 1; episodios 8; duración 44 minutos
Género: documental, Reality TV, Falso documental?
Plataforma Netflix
Recomendación de edad: mayores entre 15 y 18 años, según el país
Dirección: Pyongson "Sunny" Yim
Música: Carson Aune, Extreme Music, Big Lodge Music, Strike Audio
Editores: Sax Eno, Christina Fontana, Dan Golding, Michael Korpacz, Josh Siegel; supervisor: Jennifer Nagakawa
Dirección artística: James Page
Maquillaje y peluquería: Makeup Entourage
Productores ejecutivos: Richard McKerrow, Kevin Bartel
Productor ejecutivo: Sun de Graaf
Compañías productoras: Love Productions USA; distribución: Netflix
Casting:
Sukki: la misma
Paul Foster
Vinny Sharpe
Nicole Ong
Mae Tan
Vinesh Nagrani: Vinny Sharp Samantha Hum: la misma
SINOPSIS:
Es difícil acotar el género de un film que tiene algo de docudrama, de reality ficcionado...con el objetivo de mostrarnos cómo es una sociedad como la de Singapur, que tiene una renta per capita superior a la de EE.UU., un país pequeño que ronda los 5000000 de habitantes, procedentes de los más diferentes lugares. Una especie de metrópolis mundial, de célula social que permite analizar la nueva organización en una pequeña célula social que representa a casi todo el mundo, una especie de Disneylandia del ocio adulto.
LO QUE SE DICE:
Apenas hay información sobre esta película que ha lanzado Netflix, y solo tenemos la valoración que hace Imdb: 4,6, basada en el voto de 1,400 lectores. Sin embargo Rotten Tomatoes publica un índice de aceptación del público del 89%, de acuerdo con las valoraciones de 250 usuarios, unas cifras que nos debía hacer pensar. Habría que preguntarse por qué.
CRÍTICA:
Si contemplamos el ranking de los países con la renta per cápita más alta del mundo, Singapur ocupa el octavo lugar de una lista encabezada por Luxemburgo, por lo que no carece de interés analizar qué se nos ha querido transmitir de acuerdo con el contexto en que nos sitúa el ojo de la cámara y los múltiples personajes que protagonizan el relato, convertidos en icono de esta sociedad oriental, una ciudad cosmopolita en cuyo seno se reúnen orientales, chinos e indios entre otros, europeos, norteamericanos... Pero hay que advertir que se ha dejado fuera de campo a personas mayores de treinta años (si acaso uno o dos padres), y se ha hecho recaer el protagonismo en los millennials que protagonizan los días y las noches del 'Singapore social'. Y esto ya es importante, porque la idiosincrasia, las formas, los intereses de estos jóvenes que ya se encaminan hacia la edad 'adulta' ; adultos ya son, aunque dependientes directa o indirectamente de padres bien posicionados que les regalan joyas y son sus avales en los negocios comprometidos en que se involucran.
Durante el día se divierten en la playa, y por las noches lo hacen en restaurantes de lujo y discotecas, en las que abunda el brilli brilli. La similitud de lo que ocurre en estos lugares y en los occidentales en que vivimos no se diferencia mucho. Se ha dejado en la extradiégesis a la mayor parte de la población, y más allá de los límites de la 'postal turística¡ que todos conocemos no se nos permite observar nada; suponemos, pero sólo suponemos, que una renta per cápita elevada conlleva un nivel de vida aceptable. Pero sí hay algo que podemos observar, y creo que hace interesante ver la serie, es a unos jóvenes inmersos en la sociedad gaseosa, adanistas totales, que ignoran su pasado por decisión propia y creen que unos estudios universitarios sólo son un papel que no los representa, lo que conlleva un abandono del conocimiento de todo lo que el hombre ha ido descubriendo a lo largo de los siglos, especialmente tras la revolución industrial, creyendo que, como están inmersos en la sociedad llamada del conocimiento, que perciben de forma dispersa, como si de los snacks que toman en sus aperitivos se tratase (así llama Scolari a la cultura gaseosa: Snack), van conformando una vidriera abstracta sin orden ni categorías.
Se habla mucho en el film de los padres orientales y su preocupación por el abandono de sus hijos de los estudios universitarios, incluso sin acabar la secundaria, para integrarse en el universo de los influencers, los publicistas y cineastas sin formación reglada de alguna manera, músicos, cantantes, que quieren llegar pronto a la meta sin esfuerzo, y otros oficios relacionados con el espectáculo, el núcleo central del mundo en el que se mueven. Y en esto parece que no se diferencian mucho de los millennials de nuestros lares, aunque se nos niega un aspecto fundamental, que aquí sí conocemos: la clase social a la que pertenecen estos jóvenes; en la película sólo se muestra la preocupación de los progenitores, pero no el mundo en el que se mueven. Sólo un personaje cuida de su madre, desde que falleció su padre, y piensa que ya ha llegado el momento de independizarse. Cuando se nos muestra la casa materna no es un hogar depauperado lo que vemos, a pesar de que el hijo decide cambiar muebles y pintarla para celebrar el año nuevo chino. Se puede deducir que los habitantes de este 'paraíso terrenal' lleno de bombillas, no viven precisamente muy mal, pero, el ciudadanos medio y de clase baja, si hay, como ocurría en las series norteamericanas, cuyos protagonistas pertenecían a la clase alta, brillan por su ausencia. Una lástima, han perdido la oportunidad de mostrarnos cómo vive la gente de un país cuya renta supera a la de Estados Unidos.
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