El asesino. David Fincher. Crítica.



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The Kill-.er (expresado en lenguaje actual) es un film filiforme, minimalista, que pretende recrear la estrategia de un sicario, de un matón a sueldo, que tiene claro que "quien puede pagar su tarifa no tiene ningún interés en defender su causa", una estrategia que defiende con claridad el personaje que interpreta Michael Fassbender, una máquina programada para cumplir su objetivo, un 'hombre' que no puede permitirse la debilidad de ser empático, una especie de robot programado para cumplir su objetivo sin que en su labor tenga lugar el más mínimo atisbo de libre albedrío, credo o ideología. Hemos visto con frecuencia este arquetipo en los filmes de cine negro o acción, pero no es frecuente que la cámara no aparte su foco de uno de estos personajes.

Para conseguir mejor su objetivo de mostrar la soledad con la que actúa este lobo solitario, lo deja solo a lo largo de todo el metraje, y, aunque sí hay un guion, no hay mas que dos o tres breves diálogos. Un a modo de monólogo interno que convierte al objetivo en el verdadero narrador, apoyado en el discurso que emana del pensamiento del protagonista, que, no solo nos cuenta lo que hace o lo que va a hacer, sino las reflexiones acerca de cualquiera cosa que suceda a su alrededor, y que repite reiteradamente su máxima vital: el único camino que tiene el hombre es el que deja atrás.

El relato es eficaz a la hora de establecer una diferencia entre los sicarios y los que se mueven por cuestiones ideológicas , sus creencias o sus pasiones, debilidades que suelen dejar rastro. Se habla de adrenalina (alguna secuencia es excesiva) y angustia, un realismo narrativo con una carga moral que Leslie Felperin (The Hollywood Reporter) advierte que  puede alienar a algunos espectadores. No hay mucho más que decir, más allá de la buena factura técnica de David Fincher y la frialdad que transmite un actor como Michael Fassbender, cuyo personaje tiene una forma de actuar que no se entiende bien ni siquiera en la ficción. Menos aún en la realidad, en la que la sociedad necesita tener una causa que justifique estas acciones.

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