Moon. Duncan Jones. Actualización.
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CUANDO EL HIJO DE DAVID BOWIE SALTÓ AL CINE Y NO FUE COMPRENDIDO. AHORA, EL BRITÁNICO ESTRENA ROGUE TOOPER. ESTAREMOS AL TANTO.
Una bochornosa y agotadora noche de octubre de 2010 en plena crisis económica, me tumbé en mi sofá con la intención de ver una película de ciencia ficción, dirigida por Duncan Jones (hijo de David Bowie ), Moon, cuyo estreno coincidió con el de Agora, de Alejandro Amenábar, y no había tenido la oportunidad de ver en el cine; me compré el DVD, que me habían recomendado encarecidamente, no por su triunfo en Sundance, Sitges..., sino por su singular forma de ver el mundo y su magnífica realización. Entonces dije que había que reconocer que un joven, educado en un ambiente más que cómodo, utilizaba bien su materia gris, y conocía mejor que muchos de qué se nutren disciplinas como la teoría literaria y fílmica, la crítica literaria o cinematográfica...Theodor Wiesengrund Adorno, de la Escuela de Frankfurt criticaba a Hegel y a los pensadores marxistas porque reducían la negación ( la antítesis ) al papel de simple mediadora en el proceso dialéctico, que siempre acaba resolviéndose en positividad; es decir, si en el proceso tésis-antítesis-síntesis todo se encamina hacia el logro de una identidad y una superación, se pierde el papel revolucionario de la negación en cuanto negación.
Pongamos un ejemplo que nos interesa: si el movimiento feminista se ve históricamente como un momento de negatividad hasta que se llegue a una situación social de emancipación de la mujer, donde todos queden igualados, se pierde el papel revolucionario de ese colectivo diferente, y su posibilidad de mantener su papel crítico.
La función de la dialéctica negativa es emancipar lo que no es idéntico, y en este contexto la dialéctica positiva no juega ningún papel. Alguien llegó a decir de Jones que se creía más listos de lo que era.
Por lo tanto la función de cualquier movimiento reivindicativo es la de rescatar los restos, lo que queda fuera del concepto, sin importancia, perecedero; estos restos encuentran un correlato en la lógica onírica (aportación del psicoanálisis) que descubre una dimensión del sujeto social que se opone al mundo empírico. El sueño, las fantasías, la literatura, el cine o el arte y sus mundos imaginarios, funcionan negativamente en relación con el espíritu objetivo.
Duncan Jones nos cuenta una historia, que unas veces te remite a Solaris, de Tarkovski, otras a Blade Runner, de Ridley Scott, pero rápidamente percibes que el camino elegido es otro muy diferente. Sam Bell (Sam Rockwell), es un minero que ha sido enviado por Lunar Industries a la cara oculta de la Luna, como único humano que está al frente de la extracción de Helio-3, material energético fundamental en ese momento para la Tierra. Sus únicos contactos son elementos telemáticos: el ordenador de la base Gerty, y cámaras que le conectan con el mundo exterior, a través de las cuales recibe mensajes de su mujer y su hija de tres años.
En una de las salidas para controlar las cosechadoras del material energético, sufre un accidente, cuando está a punto de terminar su misión y volver a la tierra; es trasladado a la estación y cuando se recupera observa perplejo que hay un nuevo ocupante, que es igual que él, su gemelo. Su estado de salud va deteriorándose, pero, al estar acompañado de otro humano y mantener un diálogo sobre su vida en la luna y sus conexiones con la tierra, descubren que no existen, y que en realidad son clones, generados a partir de células de un originario Sam Bell, del que heredan, no sólo su físico, sino su psique, sus afectos y recuerdos; están programados para vivir tres años, al cabo de los cuales son incinerados. En este punto parece conectar con Blade Runner, donde los replicantes viven cuatro años y se rebelan contra una muerte precoz, en plenitud de su forma y esplendor físico. Así mueren: bellos, perfectos, espectaculares.Peo aquí, Duncan Jones se empeña en mostrarlos como humanos que sangran, enferman, se deterioran cuando les llega el tiempo, sufren, tienen emociones...Incluso Gerty, en contacto con ellos se humaniza y les ayuda. ¿Son seres humanos ? ¿Son esos restos de los que habla Adorno? ¿esos seres despreciables, inferiores, por los que vale la pena seguir luchando ?
Sufres como espectador al verlos degradarse hasta la muerte, atormentarse al conocer la nueva esclavitud que la ¿humanidad? ha inventado para mejorar su rendimiento económico; forman un grupo, todos iguales, igual de miserables y condenados a morir irremisiblemente, engañados, sin contacto con el resto de los hombres (no hay comunicación con el exterior ), mientras la nave de regreso a casa es el sarcófago en que serán incinerados. La sangre, ese elemento tan humano, sin el que no podemos vivir, está presente, vista en primer plano, en la escafandra, en la ropa, en el dedo cortado con un cuchillo. No se puede dudar: son humanos, son el resto del que la sociedad ni se ocupa ni le preocupa; su humanidad, mucho más humana que la de muchos humanos, les inclina a cuidar de la naturaleza, en un pequeño jardincillo que montan en la estación lunar. Incluso ellos mismos reivindican su condición ante el robot, pero cuando uno de los dos intenta evadir su destino y escapa a la Tierra para cumplir sus deseos y hacer realidad sus sueños de hombre, una voz en off le recuerda su verdadera naturaleza de resto social.
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