Holy Motors. Leos Carax.







De nuevo los franceses se ponen al frente de la avanzadilla cultural e intelectual europea, y no  sólo inundan nuestros cines con producciones que ocupan un alto porcentaje de la cuota de la cartelera, hecho que no deja de sorprendernos, sino que empiezan a proporcionar a su público reflexiones sobre la cuestión que más preocupa al europeo actual, la primera crisis global y sus repercusiones en el estado de bienestar que hemos levantado entre todos con tanto esfuerzo. Alemania, por el contrario, exigió ayer a Grecia  la reducción de  los  salarios y  el  incremento de la  la jornada laboral sin violentar los convenios laborales ¿?. Se  desanda el camino  que ha seguido la humanidad en su lucha por la libertad.

Era su forma de luchar contra la crisis que provocó la Revolución Industrial que colocó a los obreros frente a las máquinas, algo tangible que se podía destruir, primera reacción del movimiento obrero  'ludista', seguidores del Capitan  Ludd, un personaje ficticio, creado para evitar represalias. Los nuevos medios de producción informáticos se multiplican y son absolutamente invulnerables e imposibles de domeñar, lo que obliga a los humanos a someterse a su dominio. Jason Reitman despide a los trabajadores usando como instrumento su e-mail, eliminando toda humanidad de ese trance cruel del despido cara a cara, en Up in the air.

Leos Carax y su film de estética futurista posmoderna, Holy motors, refleja el sentimieno general de que vivimos en un mundo corrupto, dominado por el dinero, dios al que veneran amplios sectores sociales, y que nos aboca al aburrimiento y la cotidianidad más repetitiva, de la que sólo nos puede salvar, según la interpretación de  Aurélien  Le Genissel, el arte, la imaginación y la fantasía y... la 'limusina', habitáculo que comparte con el francófono David Cronenberg en 'Cosmópolis', es el corazón en el que se gesta la creatividad necesaria para combatir ese gusto existencial generalizado y no el 'tanque protector' del financiero corrupto del realizador canadiense.

En España este cine de denuncia de los grandes escándalos financieros no tiene la misma tradición  que en Estados Unidos, y nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato.


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