Cenicienta. Kenneth Branagh






Ficha técnica, sinopsis, críticas (pinchard aquí).


Comentario:



Hay dos formas de ir al cine: una, la búsqueda de nuevos horizontes, el acceso a los últimos trabajos de los realizadores y guionistas que más nos complacen o el disfrute de la sala oscura; otra es buscar el divertimento y el entretenimiento del fin de semana, cargado con los refrescos y el bote de palomitas, un público al que intentan complacer las grandes compañías, ofreciendo productos mainstream que incorporan las recientes novedades tecnológicas; esta clase de espectador cada vez compite más con el que acude a las llamadas de ofertas promocionales como el día del espectador o las tarjetas que ofrecen descuentos a colectivos, que empiezan a perder peso ante las ventajas que ofertan las que fidelizan a los clientes de los cines.No carece de interés sufrir la cola de espectadores un domingo a media tarde, que en sí es todo un espectáculo, en especial si asistimos a una proyección concebida para las masas como 'Cenicienta', dirigida por Kenneth Branagh.

Desde los primeros instantes puedes predecir lo que te espera, mientras ves un corto de Frozen que provoca el jolgorio de la chiquillería, acompañada de unos padres gozosos de ver tan felices a sus niños. La diferencia entre el cine de animación y el cuento narrado con imágenes reales, (no del todo) es obvia, pero no dudamos de que la Factoria de Disney, una compañía centenaria y de gran tradición en la creación de magia y fantasía no va a defraudar a su público en lo que se refiere a la generación de imágenes de un mundo que compite ventajosamente con los sueños de los espectadores.Tampoco dudamos, aunque la película la dirija Kenneth Branagh, un realizador experto en la adaptación de William Shakespeare, que el guión va a abundar en maniqueismos visuales y discursivos, en didactismos bobalicones y fáciles adoctrinamientos, y va a triunfar en la inundación de brillo y color de la pantalla, sin demasiados riesgos en esta ocasión.

Hoy ha muerto Matilde Conesa, la famosa actriz de voz radiofónica española, que dijo algo tan sensato como que 'los buenos tienden a ser tontos'. Las primeras secuencias en las que sigue viva la madre no es que sean candorosas es que llegan a abochornar; la familia vive en un país multicolor, producto de la mezcla de diferentes texturas y modos de expresión, que se consigue mediante el montaje de animales de diversos tamaños (mariposas, ratones, lagartos, ocas...) creados en 3D e insertados de forma magistral en la película. En lo que se refiere a la moraleja del film, muy bien intencionada, reside en las enseñanzas que la madre transmite a su hija, basadas en una creencia muy dudosa, que ella comprobará bien pronto: la bondad es poder . El príncipe no se enamora de ella porque sea bondadosa, sino porque es inteligente, guapa y monta bien a caballo, porque ha recibido una buena instrucción; será el sentimiento que despierta en él lo que le hará poderosa ante la auténtica tirana: la madrastra.

Cate Blanchett está espléndidamente caracterizada, vestida y maquillada, pero sus maneras son las de un vulgar jugador de cartas de una taberna popular, que grita y gesticula en torno a una mesa llena de copas de alcohol y de cartas que recuerdan una timba antes que el salón de su casa, y por si alguien se despista y no cae en la cuenta, y tampoco es capaz de apreciar en ella las cualidades interpretativas que la aproximan a Bette Davis o Joan Crawford en '¿Quién mató a Baby Jane',  su gato se llama Lucifer (que eso lo entiende hasta un niño). El padre se refiere a los habitantes de los países con los que comercia y de los que trae regalos para la familia, como los 'súbditos', condición que, en aquellos tiempos tenía la mayor parte de la población, sometida a la tiranía de los reyes. Claro que aquí la cosa se complica, porque los monarcas son buenos, y la gracia del cuento reside en que la protagonista se case con un príncipe, necesitando toda la magia disponible para aparentar lo que no se es. El detalle de los zapatos de cristal es lo mejor de este cuento tradicional, ya que creados por el Hada Madrina, interpretada por una Helena Bonham Carter que da la impresión de haber salido recientemente de un quirófano de cirugía plástica, para los pies de su ahijada, al ser de un material nada flexible ni dúctil, sólo pueden caber en el pie que les sirvió de modelo, una especie de escudo frente a quienes pretenden abusar de ella.

La parte central del cuento se adapta plenamente al icono de la princesa de cuento, con purpurina en el pelo, vestido voluminoso, talle de espiga, carroza de oro...La espectacularidad de la transformación de seres muy modestos (ratones, lagartos...) y hortalizas en el boato que se necesita para acudir a una fiesta principesca, es tan espectacular como la reversión de todo este esplendor a su insignificante naturaleza anterior. Es aquí donde los recursos se desbordan y los niños gritan y dan palmadas ante el alborozo de sus padres. Pero no gusta a todos: "Esta Cenicienta es una porcelana Lladró en movimiento, una catedral del buen/mal gusto mucho más interesada en sus cortinajes y en el brillo de sus cristales de Svárovský que en el relato que está contando y el alma de sus personajes".(Jordi Costa. Cómo lobotomizar un cuento. Diario 'El País', 26 de marzo de 2015).

Jordi Costa quiere ver cierto fetichismo en el momento en el que el príncipe coloca el zapato en el pie de su amada, que, en verdad en el film está grabado sin interés; el momento en el que el amor platónico se encuentra con el deseo carnal se produce cuando el príncipe pone por primera vez su mano en el cuerpo de la joven Ela, alias  la Cenicienta, y la cámara nos muestra la pasión en los ojos de los dos amantes.

Pero el final del cuento parece dar la razón a los cínicos, que han visto con dolor cómo la huérfana iba cediendo poderes a su madrastra y se muestra tan contenta en un horrible desván que está en lo alto de una torre, donde vive a gusto con sus ratones, muebles rotos y polvorientos y sin cambiarse, durante meses, de vestido, que no se molesta en lavar. Aunque a la mujer de su padre le sale mal la historia de casar a una de sus hijas con el príncipe, o a las dos con hombres poderosos de la corte, cuando se descubren sus maniobras, huye con el gran duque, interpretado por Stellan Skarsgaard, su cómplice, por cuestiones de dominio y de poder. Es decir, la maldad le da rendimientos económicos y sociales, que la muerte le va arrebatando al llevarse a sus maridos. Ela las perdona, algo que parece no importarle a nadie. Disney vuelve a sus antiguas trampas, y abandona el camino hacia la modernidad que había emprendido.

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