La marsellesa. Crítica.




Ficha técnica, sinopsis (Pinchad aquí)




Nacido cuando el siglo XIX llegaba a su fin, en 1894, Jean Renoir, director, guionista y actor francés, el segundo hijo del célebre pintor impresionista Pierre Auguste Renoir, incomprendido de alguna forma en su época y muy valorado en la actualidad, gozó cierto prestigio en Francia hasta la irrupción de la Nouvelle Vague, un movimiento cinematográfico con un fuerte arraigo en los acontecimientos sociales que cambiaron el mundo en la década de los 60. Tuvo que vender varios cuadros de su padre para financiar su película Nana, basada en la novela homónima de Emile Zola (1926), un film muy influenciado por 'Esposas frívolas' de Stroheim.

'La gran ilusión' (1937) y 'La Marseillaise' (1938) fueron las dos películas más importantes de su etapa de compromiso político, cuando los nazis proyectaban su oscura sombra sobre Europa, y profundiza de tal manera en el análisis de los acontecimientos que desembocaron en el asalto de las Tullerías y la detención de la familia real por la Asamblea Nacional, que no han perdido en absoluto actualidad. Sorprende el debate entre un líder realista y un representante de los ciudadanos sobre si lo que se está produciendo es una revuelta, como intuye el rey, una rebelión o una revolución. Cuando vean al pueblo alzarse en armas y derrotar a las clases privilegiadas será ya demasiado tarde. La Francesa fue la primera revolución de la historia contemporánea, algo que nunca antes se había producido.

Renoir examinó los conflictos de su época con un estilo lírico y delicado (1); su apoyo al izquierdista Frente Popular inspiró su película Le crime du Monsieur Lange (1936) sobre un trabajador castigado por crear un sindicato; 'La gran ilusión' muestra el modo en que el conflicto modificó el orden social, como está ocurriendo en la actualidad. El lenguaje utilizado se basa en movimientos de cámara sutiles y planos largos que producen sensación de intimidad y ponen de relieve el carácter de los personajes , de entre los que focaliza a uno, el marsellés Bomier, para poner cara a la represión y a sus víctimas, y mostrar la desolación de las madres cuyos hijos no vuelven de las guerras. Las transiciones mediante fundidos encadenados permiten contrastar, por ejemplo, la frivolidad de los cambios de guardia y los desplazamientos de los soldados reales entre la misma corte, impidiendo incluso el paso de la reina, poniendo el acento en la importancia del protocolo y la marcha del ejército popular, formando los mismos manípulos y columnas, autoanimándose para jugarse la vida en su avance hacia la fortaleza de la corona. El espectador conocerá incluso el origen del célebre himno de la república francesa.



(1) La historia del cine. Blume.

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