Winchester. La casa que construyeron los espíritus. Crítica







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CRÍTICA: 



Los hermanos Spierig han construido un discurso literario y visual muy oscuro, en el que el mal penetra por todas las rendijas que se le ofrecen, por muy selladas que estén con 13 clavos, tantos como comensales en la última cena que Jesús ofreció a sus apóstoles, lo que dota a la historia de connotaciones religiosas, que junto a una puesta en escena que emula el trabajo de Akira Kurosawa en Rashomon, combina lo sobrenatural, lo físico y mental, y las diferentes adicciones de sus protagonistas, de tal manera que la madeja se enreda tanto que es difícil llegar al faro que ilumine el desconcierto reinante. Nada queda resuelto. La protagonista de este enredo es la 'casa que construyeron los espíritus' (como todas), uno de los mayores poderes de integración de los pensamientos, los recuerdos y lo ensueños, según Gastón Bachelard * quien nos invita repensar el espacio desde la perspectiva de nuestra vida íntima, pues la casa es nuestro rincón en el mundo, nuestro primer universo, en el que todas las habitaciones tienen valores de onirismo constante. En la distribución de los espacios, vemos a Price ascender por unas claustrofóbicas escaleras hacia la parte elevada de la casa, que funciona como el desván de Poe, el espacio propio del hombre prudente, mientras que en la parte baja del edificio, la que conduce al sótano, reside el inconsciente y se alojan nuestros terrores más primitivos, reforzados por una atmósfera gótica y favorecidos por una coyuntura histórica en la que todavía no existía luz eléctrica y los ocupantes de la casa se alumbraban con velas en sus desplazamientos. Un esquema de distribución de espacios que hemos visto recientemente en  Hereditay ; en uno y otro caso, sus protagonistas deberán bajar a los infiernos para proceder a su propia catarsis.







De este modo, la arquitectura, física y mental, se pone al servicio de la redención del sentimiento de culpa norteamericano (anclado en la extinción de los pueblos aborígenes, la construcción de urbanizaciones sobre cementerios indios o la proliferación de armas en manos de civiles que provocan abultadas estadísticas de muertes violentas) al que Hartung convirtió en motor de su obra. Los Spierig intentan una réplica de los laberintos imposibles de Escher, recorridos por claustrofóbicas escaleras cuya única dirección concreta es ascendente, una construcción que se intenta justificar por la enfermedad artrítica de una dama, cuyo esposo le legó una herencia manchada con la sangre de miles de ciudadanos norteamericanos: la fábrica de armas Winchester. No se trata exactamente de una mansión encantada en la que quedaron apresadas las víctimas de una matanza injusta, sino de algo más parecido a un fenómeno poltergeist, una manifestación paranormal que engloba cualquier hecho perceptible de naturaleza inexplicable, de tal manera que los espíritus que se congregan en el lugar no murieron exactamente allí, pero acuden a la casa en busca de venganza o de redención; la presencia de fantasmas malignos con sed de vendetta impone a Sarah la construcción de una réplica del espacio en el que se produjo su tragedia, que una vez terminado se sella con los 13 clavos citados.





Los personajes elegidos son la representación idónea de lo que la diégesis del relato pretende transmitir: El Doctor Price ha estado muerto y ha vuelto a la vida en un suceso trágico en el que falleció por un disparo, un episodio que acabó con la muerte de su querida esposa; desde entonces es adicto al alcohol ya las drogas, y es, por lo tanto, un científico muy vulnerable a las supersticiones y sensible a las visiones que atormentan a Sarah Winchester y a su nieto. Un científico poco apto para la misión que le encomienda la junta de accionistas, que ven en la debilidad del galeno una posible aliada para su plan de incapacitar a la viuda de Winchester. Esta  misma flaqueza, basada en la mala conciencia, es la que empuja a la viuda a construir sin descanso y a derribar cuando es preciso, algo que no tardará en descubrir Price, mucho más cercano a la mujer que a quienes lo contratan. La cuestión estriba entonces en la dificultad para deslindar la verdad de la ficción. Todos ven muertos, pero ninguno de ellos desprecia a la ciencia ni le hace una enmienda a la totalidad. Así ocurre en la vida real. No todos los norteamericanos mantienen la misma posición respecto a la facilidad con la que se puede comprar un arma en su país, ni todos sienten que el elevado número de crímenes que se produce cada año constituya una mancha en el alma americana. Sarah Winchester es además una firme creyente en que hay algo más  allá de la muerte, habitado por espíritus, que, consecuentemente con su vida, se encuentran en situaciones muy diferentes que tienen su réplica en la casa que construye para ellos. El psiquiatra, refuerza sus dudas en la mansión, ya que también necesita creer que su esposa muerta está 'viva' en otra parte. Los mismos Hermanos Spierig dejan abierta la puerta a la confusión en un film que ha recibido un tremendo varapalo a causa de una ambiciosa temática que algunos críticos piensan que no ha sabido resolver, al tiempo que les acusan de haber desaprovechado un magnífico elenco.



* La poética del espacio. www.booksgoogle.com

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