La mirada de Ulises. Theo Angelopoulos. Crítica




UNO DE LOS MAYORES MONUMENTOS QUE SE HA LEVANTADO AL CINE COMO GUARDIÁN DE LA MEMORIA HISTÓRICA, CUANDO GRECIA PARECE HABER LLEGADO AL FINAL DE SU CICLO HISTÓRICO.


"CUANDO REGRESE LO HARÉ CON LAS ROPAS DE OTRO, EL NOMBRE DE OTRO, NADIE ME ESPERARÁ",  RECITA UN INCONMENSURABLE HARVEY KEITEL

Ficha técnica, sinopsis, premios, breve biografía del autor (Pinchad aquí).


Crítica:



Theo Angelopoulos, en la búsqueda de su Itaka perdida, nos legó 'La mirada de Ulises', una título repleto de alegorías que parecía presagiar la crisis de la actual Grecia, cerrado su ciclo de grandeza histórica declinante, pieza de un puzzle indispensable para entender por donde caminan los nuevos cineastas, entre los que destaca Yorgos Lanthimos, cuyos prolongados fuera de campo, heredados de su predecesor, son mucho más elocuentes que grandes discursos pretendidamente didácticos. Mientras que el autor de Canino, contaminado por el ambiente de cinismo reinante, vacía de humanidad su discurso, Theo dota de calidez los tristes y sórdidos escenarios que dejaron tras de sí las crueles guerras en que se vieron involucrados los pueblos de los Balcanes, de las que más de cien años después todavía no se han recuperado, y en los que hoy nos parece casi imposible ubicar personajes como  los que inundan las pantallas de este cineasta. Entre las secuencias que constituyen el film llaman poderosamente la atención las cenas de fin de año, en las que el empleo sucesivo del recurso del 'fuera de campo' con fines semánticos, se va mostrando en una serie de planos consecutivos fechados, la reducción de una familia por diversas contingencias, entre las que, como en las bobinas perdidas de los Manakis, no faltan los dramas políticos. A estas imágenes se unen otras grotescas como la del traslado por los ríos de los gigantescos pedazos de una enorme escultura de Lenin, con destino a la parte de Alemania ocupada por los rusos, en la que viaja 'A', que lee en un libro este fragmento de la historia de los Manakis:"En 1905 nos dijeron en Rumanía que en Inglaterra y Francia vendían cámaras para tomar fotos con movimiento. No nos lo creíamos, nos quedamos sin habla. Tuvimos que creerlo porque vimos una de esas fotos. Las personas que se veían parecían marionetas, se movían a trompicones. Estábamos totalmente fascinados. Mi hermano Yannakis estaba tan emocionado que no cejó hasta conseguir aquella cámara mágica y se la llevó a Monastir. La  veía en sueños, le encantaba. Mientras yo volvía a casa, él embarcó hacia Londres, para comprar una Bioscope 300 de la marca Charles Urban ." Yamakis abre el film en una escena en la que muere repentinamente filmando un barco azul.

'A', una alegoría del propio cine, en su viaje en busca de su Itaka perdida, entrará en contacto con diferentes personajes que demorarán su marcha, entre ellos una mujer genérica con la que se encuentra en tiempos y conflictos distintos  y un amigo, reportero gráfico, que como otros camaradas de la profesión buscan emociones intensas; en uno de estos encuentros, ambos reflexionan en torno a los sentimientos que invaden al ser humano cuando acaba una contienda, que hace exclamar al cineasta que "la guerra está tan cerca que parece estar lejos"; decididamente izquierdistas lloran por el mundo que no cambió, a pesar de sus sueños, y ambos, el que capta la realidad de forma más inmediata y el que se toma más tiempo, brindan por Charlie Mingus,  Kavafis, el Che Guevara,  el mayo del 68, Santorini, Murnau, Dreyer, Orson Welles, Eisenstein y por las tres bobinas de los Hermanos Manakis. Terminan sus celebraciones con un tremendo epitafio: "Nos dormimos dulcemente en un mundo...y nos hemos despertado brutalmente en otro." 'A' no se resigna y sigue buscando sus orígenes, que toman la forma de tres rollos en los que que los dos cineastas primitivos griegos recogieron imágenes de la vida cotidiana de su pueblo, pero también de la revolución y la guerra, una alegoría de un hecho real, que funciona como motor de la incansable y traumática búsqueda del realizador ; en este recorrido tras sus orígenes que tienen sus punto de partida en el nacimiento del nuevo modo de representación de la realidad  y la construcción de la diégesis con elementos nuevos, cuyo producto es una imagen constativa, que como demostró Michelangelo Antonioni en Blow up, perdida o secuestrada, puede hacernos dudar de que nuestros recuerdos nos engañan, 'A' confiesa a un camarada, celoso Cancerbero de la memoria, Ivo Levy, interpretado por Erland Josephson,  que al principio él mismo creía que lo había inventado todo, más tarde se convirtió en algo perdido, hasta transformarse en una mirada que lucha por salir de la oscuridad, para revelar el nacimiento de la guerra, la locura y la muerte.Unas cuestiones centrales que se comprenden mejor si caemos en la cuenta de que en la elaboración del guión  colaboró con Angelopoulos Tonino Guerra, guionista de Tarkovsky, Fellini y Antonioni.

De este modo, el propio cine se rinde homenaje a sí mismo, y se convierte en protagonista de esta historia.de muerte y destrucción, sometido a un tratamiento temporal que lo acerca al gran escultor del tiempo que fue Andrei Tarkovski, en cuya película 'Nostalgia' Josephson interpreta al entrañable Doménico, que se quema vivo, aupado a la estatua ecuestre de Marco Aurelio que preside la Plaza del Capitolio en Roma ante la desesperación de su perro, atado a un pilar. La mirada atenta de Angelopoulos nos brinda un detalle que apenas tiene presencia en otras películas: los ciudadanos que huyen de las guerras (cualquiera de ellas; la última representa el asedio de Sarajevo en la última guerra de los Balcanes, entre 1994-96) son conscientes de que pueden estar varios días sin comer, pero no sin beber, por lo que quienes corren hacia los refugios llevan consigo una gran garrafa de plástico llena de agua. Pero el cine no sólo es testigo y cronista de los acontecimientos históricos, sino también víctima de ellos, una realidad de la que el cineasta hace testigos a sus espectadores sentado en un patio de butacas derruido, así como de la lucha de algunos hombres por conservar estos testigos, que pretenden mostrar al mundo 'Una mirada encerrada durante casi un siglo" (esta película se hizo en 1995). El mismo día que se firma una paz se siguen enterrando muertos y las cámaras recogen estos hechos, triste epílogo que queda fijado en la retina de los cineastas; serán, frente a ellos, los jóvenes y los niños que sobrevivan a las matanzas los encargados de hacer renacer la vida y de intentar forjar nuevos sueños como los que les negaron los que los precedieron en el tiempo. ¡Nunca imaginé que bailaría en Sarajevo! concluye 'A', pero Ulises debe seguir sin descanso su eterno viaje. Hay muchas Itakas que recuperar.: detrás de las guerras llegan las posguerras y sus vendettas, seguidas del nacimiento de nuevos seres humanos que ya han olvidado su pasado y que necesitan amar, cantar, bailar y volver a vivir, mientras la serpiente descansa.

Un film en parte documental, en parte intenso drama y potente poesía que reclama lo mejor del ser humano, protagonizado por uno de los mejores actores que ha dado el cine, Harvey Keitel, que en las últimas secuencias comparte su labor interpretativa con uno de los actores fetiche de Andrei Tarkovsky,  el cineasta ruso que nos ha legado películas imprescindibles: Erland Josephson. Una obra maestra que nos habla de nuestras propias vidas, que nadie se debiera perder.

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