Midsommar. Ari Aster. Crítica





¿WICKER MAN EN LA SOCIEDAD LÍQUIDA?


Ficha técnica, Sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí)



Parece que la prensa, cada vez más escasa  de verdaderos top crítics, ha decidido dar una nueva oportunidad al director de 'Hereditary', una película más compleja visual y discusivamente que Midsommar, en especial porque la primera se introduce en el terreno más trillado de los conflictos que se producen en el seno de un hogar, mientras que ahora el director entra de lleno en el análisis, o al menos la contemplación, de una pequeña célula social del Norte de Europa, en concreto en Hargä, Suecia, país  co-productor del film,- al que le preocupa el número de estadounidenses que mueren en el país nórdico-, de carácter sectario que va a ser observada de cerca por un grupo de jóvenes estadounidenses, algunos con serios problemas mentales, que han sido invitados por un compañero de la comunidad, alguno de los cuales tiene intereses científicos en esta aventura: la observación de una sociedad blanca, que parece inspirada en el cuento de Herbert George Wells  'La máquina del tiempo' (1895) que  en un contexto de modernidad, ha resucitado festividades y ritos paganos, que evocan con fuerza la historia de Robin Hardy,'The Wicker Man', (1971, en la que un santón, Lord Summerisle, encarnado por Christopher Lee  preside siniestras procesiones, de las que Ari Aster saca de campo todos aquellos que contribuyen al mantenimiento y solaz de unas criaturas edonistas, una especie de Elois que hacen posible la supervivencia de estas criaturas celestiales, con gran presencia en otros relatos cuyo background está constituido por sociedades cerradas en sí mismas, un camino que parecen querer emprender sociedades prósperas actuales, capitaneadas por la, hasta ahora, primera potencial mundial, los Estados Unidos, que levantan muros que va a acabar aislando al país, una reflexión que encontramos en las últimas realizaciones cinematográficas, incrementada desde la llegada al poder de Donald Trump. Un grupo de seres humanos con vestiduras tan blancas como su piel, que se han cerrado tanto al exterior que necesitan 'extranjeros' para asegurarse la supervivencia como especie sin caer en uno de los principios más sólidos de cualquier religión, el incesto. Un círculo cerrado dotado de una idiosincrasia que lo individualiza y los convierte en protagonista colectivo del film.

Con estos mimbres, Ari Aster podía haber construido un buen relato, generar inquietud y expectación, algo que consigue en los primeros momentos con el recurso a escalofriantes procesiones de vírgenes blancas, e imágenes truculentas del sacrificio de los miembros de la tercera edad, la última etapa en la que de manera infantil han dividido su sociedad, impactos visuales que van perdiendo eficacia a medida que avanza la historia. Un relato visual que no puede soportar su relación con la potente historia que llevaron a la pantalla Robin Hardy (1973) y de Neil Labute (2006), The Wicker Man, o 'El bosque' de M.Night Shyamalan (2004), películas que nos hablan de matriarcado y castigo al hombre por el hecho de serlo, o de la búsqueda de medicamentos cundo se produce la tragedia  que amenaza a uno de los miembros del grupo, reacciones de grupos disidentes sustituidas por Ari Aster por la necesidad de procrear sin pecar. Un análisis, el nuestro, tan discutible como cualquier otro, en el que nuestras líquidas interpretaciones adoptarán la forma del recipiente que las  contiene.

La colaboración entre estadounidenses y europeos del Norte, en especial suecos, tiene su reflejo en la forma del discurso que corresponde al fondo del mensaje. Ari Aster, el cineasta neoyorkino, como tantos otros norteamericanos que no han querido quedarse reducidos a la linea de fuerza de su cultura materna, la acción, al 'film improvisation', alude a la influencia en su discurso estético de  Bergman en 'Escenas de matrimonio' , -podríamos hablar también de la luminosidad del danés Dreyer -, de Lars Von Trier, - para el diseño de Dani, Florence Pugh, se inspira en el personaje de Nicole Kidman, desempoderado por diferentes razones, en su particular versión de Dogville -, ( Eric Kohn, IndieWire escribe que “Aster reelabora The Wicker Man como una película de ruptura perversa, que difumina la mitología sueca en la desesperación de Bergman”, y que también incluye películas de las que lo que más le interesa es el tema de la brujería, especialmente las de Ben Wheantley , Kill List (2011), 'A Field in England. Una visión tan insoportable como la anti-humana que vimos en 2009 en 'El cienpiés humano' de Tom Six, o de 'Tusk'(2014) en la que Kevin Smith 'castiga' al intruso, colaborador junto a un amigo de un Podcast, realizando en él una metamorfosis que evoca la de Christian, una de las 9 víctimas, tratadas de igual manera, elegida por la reina de Mayo, que se arrastara sospechosamente cubierta por un manto de flores y que en su papel de 'Final Girl', última mujer que se enfrenta al monstruo y sobrevive, dedica una sonrisa a los espectadores,

Todo cabe en la batidora de Ari Aster, y acaba adaptándose, como su background a la forma del recipiente, que si contrapone  la luminosidad de 'Hereditary' a una narración visual en la que todo es blanco, brillante y muy colorista, buscando generar inquietud con ritos caídos en desuso y prácticas que se enfrentan abiertamente con la religiosidad profunda del cine de Bergman, en el que las dudas se equiparan en intensidad a la fe de sus protagonistas, como el suicidio o la eutanasia. Ignoramos si de forma deliberada o no, en los momentos más trágicos, los coros de gritos y sollozos provocan la hilaridad de un público que ignoramos hasta qué punto ha empatizado con la historia.

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