La madre del blues. George C.Wolfe. Ficha técnica y crítica.

 



LA TRASTIENDA DEL GLAMOUR


Ficha técnica:

Título original: Ma Rainey's Black Bottom

País: Estados  Unidos

Año: 2020

Duración: 94 minutos

Género: Drama biográfico


Dirección: George C.Wolfe

Guion: Ruben Santiago-Hudson, basado en la obra de August Wilson

Casting: Avy Kaufman, CSA

Director de Fotografía: Tobías Schliessler, ASC

Música: Brandford Marsalis

Edición: Andrew Mondshein, ACE

Dirección artística: James F. Truesdale

Diseñador del set: Travis Kerr

Decorador del set:  Karen O'Hara


Diseño de Vestuario: Ann Roth


Productores: Denzel Washington, p.g.a., Todd Black, p.g.a., Dany Wolf

Productores ejecutivos: Constanza Romero

Diseño de producción: Mark Ricker


Intérpretes:


Viola Davis: Ma Rainey, 

Chadwick Boseman: Levee, (In memoriam)

Glynn Turman: Toledo,

Colman Domingo: Cutler,

Michael Potts: Drag, 

Jonny Coyne: Sturdyvant,

Taylour Paige: Dussie Mae

Jeremy Shamos: Irvin,

Dusan Brown: Sylvester,

Joshua Harto: Policía,

...



Dedicada a Chadwick Boseman en homenaje a su talento y su pasión. El intérprete del primer superhéroe negro:  Black Panther.



Sinopsis:

En vísperas de la Gran Depresión (ahora ya no es la mayor de la Historia), en 1927, las tensiones aumentan cuand la Madre del Blues y su banda se reúnen en un estudio de grabación de Chicago.


Lo que se dice y crítica del blog:


Ayer, 18 de diciembre de 2020 Netflix estrenó el film de George C.Wolfe, producido, entre otros, por Denzel Washington, en un contexto de lucha racial creciente en el que el movimiento de Black Lives Matter (Las vidas negras importan) se expande un poco más, cada vez que la policía se excede con los afroamericanos. George C.Wolfe nos muestra cómo a la segregación que siguió al fin de la esclavitud de los negros, una lucha liderada por los estados de América del Norte, que iniciaban su revolución industrial, incompatible con un estado esclavista, se unió el enfrentamiento dentro del propio pueblo recién liberado que mostraba todavía, en vísperas de la caída de Wall Street el famoso Viernes Negro de 1929, sus heridas abiertas, enfrentamientos de los que se aprovecharon los blancos, como muestra de forma explícita la última secuencia del film, unas crisis que desgraciadamente se produce en el seno de los colectivos que luchan por su liberación y acaban perdiendo protagonismo frente a los que ostentan el poder. Precisamente por eso, porque pueden. En los últimos tiempos está surgiendo una nueva idea que ha dado pie a un nuevo concepto, el de la resiliencia, que impregna cada película y cada serie de potencias emergentes como la surcoreana, aunque no es poco usual que los individuos aislados pierdan muchas batallas en una sociedad que cada vez se licúa más. La sociedad líquida, el imperio de lo efímero, son ideas que constituyen el legado de Zygmunt Bauman y que han encontrado acomodo en el cine y la música indie. (Atentos a su decálogo).

El film funciona como una linterna que guía al espectador y le muestra el camino hacia la 'butaca' que va a ocupar en el futuro en el que ya hemos entrado (¡Feliz Mundo Nuevo! reza el lema de una gran franquicia), que ya sabemos que estará en nuestra propia casa, en la que tendremos asientos que nos darán masajes, mientras vemos películas en pantallas flexibles. ¿Y cómo lo hace? Sólo tenemos que fijarnos en los títulos de crédito y detenernos no solo en leer la lista de los actores que componen el elenco, el reparto, sino también en la ficha técnica, que incluye además de aquellos nombres a los que antes dábamos tanta importancia, -director. guionista, músico, fotógrafo-, el de otros que con su trabajo dan forma a los personajes, y aquí vemos algunos tan relevantes como el de Avy Kaufman, célebre directora de casting, o el de Ann Roth, diseñadora de vestuario en tantas y tantas películas. Todos ellos van buscando acomodo en las nuevas plataformas, mientras las grandes compañías cinematográficas muestran una parálisis mortal.

Entre todos ellos han hecho un gran homenaje a Ma Rainey (Viola Davis) y su trompetista Levee, interpretado por Chadwick Boseman, que protagoniza la última película de su vida. Viola Davis está genial e irreconocible en su caracterización, gracias al trabajo de los maquilladores, a cuyo frente se sitúa Matiki Anoff, de los estilistas de peluquería, capitaneados por Mia Neal, y de la reproducción de la imagen de una mujer de principios del siglo XIX merced al trabajo de Ann Roth; el director de fotografía ha optado por un  color ya no cálido, sino explosivo, casi quemado, acorde con el carácter de una diva que impone sus amantes, sus gustos, su orientación lésbica de la que hace gala en estados sureños muy conservadores, (todo se le perdona mientras atrapan en un disco su talento, algo de lo que es perfectamente consciente), sus decisiones, al mundo y a su propio grupo y muestra la otra cara, el lado oscuro de la gloria, del que ha sido pateado en el culo y quiere patear a quien está todavía más machacado; Chadwick Boseman, cuando el fin de su vida estaba ya muy cerca, reproduce la imagen de un joven soñador, al que se han cortado las alas desde niño, desempoderado, maltratado y violado por los  blancos y con una ira irrefrenable contra todo y contra todos, un sentimiento que dará forma a la tragedia. Magnífico monólogo en el que se queja del desamparo del dios de su pueblo, que jamás escucha las plegarias de sus fieles maltratados.

Un buen trabajo de todos que la prensa ha sabido valorar, más recatada en España, como refleja la página Filmaffinity que le otorga un 6 redondo, basado en el voto de 118 lectores, frente al 7,3 que publica la norteamericana Imdb, según la valoración de 2008 usuarios. Son muchos los que alaban el trabajo de Boseman, en una especie de loa mortuoria (Elisa Fernández Santos, Diario 'El País'; Irene Crespo, Cinemanía; Peter Bradshaw, The Guardian; Michael Phillips, Chicago Tribune; Justin Chang, Los Ángeles Times). Otros hacen hincapié en la influencia de la cultura negra en la música ¿popular? americana (Peter Debruge, Variety); en el reflejo de la lucha del pueblo negro por su dignidad (David Rooney, The Hollywood Reporter); otra estupenda adaptación de la obra de August Wilson (Amon Warmann, Empire)...Otros valoran el trabajo de Viola Davis (Fionnulla Halligan, Screendaily, Leah Greenblatt, Entertainment Weekly)... Los críticos hacen gala de su batería de tópicos, unidos al dolor por la pérdida de un joven que había entrado en el Olimpo de Marvel/Walt Disney, y que deja huérfanos a aquellos que representaba en la renovación de la  teogonía cinematográfica, muy valorada por el público más joven. Quiero afirmar en este escrito que el blues, el soul, el rock...son la música de nuestro tiempo (afortunadamente el Ancien Régime está superado y, aunque nos ha dejado un tremendo legado cultural, hoy nadie escribe para príncipes de este mundo, sean laicos o religiosos), y la herencia del maltratado pueblo negro norteamericano es de tal calibre que, cuando hoy contemplamos un imperio cultural, pero también económico, emergente, vemos cómo la milenaria cultura asiática asume y venera la primogenitura de Estados Unidos que deriva en artistas como Rachel Yamagata, una mujer de orígenes muy diversos (japonés-americano por parte de su padre, e italo-alemana de su madre),  cuya música, muy diferente al indie líquido que lastra a Occidente, se fusiona perfectamente con la de los países de acogida de su trabajo. En eso coincidimos con más de un crítico estadounidense.

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