Drive My car. Ryûsuke Hamaguchi. Ficha de identificación y crítica.

 



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LA VIDA MATA, VIVIR DETERIORA, Y ESTE ES EL TERRIBLE MENSAJE QUE NOS ENVÍA CHEJOV; A PESAR DE LAS DECEPCIONES, POR MIEDO O COBARDIA, POR TEMOR A PERDER LO POCO QUE TENEMOS TRANSIGIMOS Y TRABAJAMOS HASTA LA VEJEZ POR LOS DEMÁS. AL FINAL MORIMOS RESIGNADOS, DEJANDO CAER ALGUNA TÍMIDA LÁGRIMA.


Ficha de identificación:


Título original: Doraibu mai kâ
País: Japón
Año: 2021
Duración: 179 minutos

Ficha técnico-artística: 


Dirección: Ryusuke Hamaguchi
Guion: Ryusuke Hamaguchi, Takamasa Ose, basado en el relato Drive My Car de Haruki  Murakami, en el libro Hombres sin Mujeres
Dirección de Fotografía: Hidetoshi Shinomiya
Director de iluminación: Taiki Takai
Música: Eiko Ishibashi
Editor: Azusa Yamazaki

Diseño de Vestuario: Haruki Koketsu

Productor: Teruhisa Yamamoto
Diseño de producción: Seo Hyeonsun
Compañías productoras: The Match Factory,  Bitters End, Culture Entertainment, C&I Entertainment, asociadas a "Drive My Car" Production,  Ashai Shimbun; Distribución : Bitters End,  The Macht Factory, y ahora Filmin


Reparto:


Hidetoshi Nishisima: Yûsuke Kafuku
Toko Miura: Misaki Watari
Reika Kirishima: Oto Kafuku, esposa de Yûsuke
Park Yurim: Lee Yoon-a
Jin Daeyeon: Kon Yoon-sun
Sonia Yuan: Janice Chang
Satoko Abe: Yuhara
Masaki Okada: Koji Takatsuki


SINOPSIS:


Pese a no ser capaz de recuperarse de un drama personal, Yusuke Kafuku, actor y director de teatro, acepta montar 'Tio Vania' en un festival de Hiroshima, donde conoce a Misaki, una joven reservada que le han asignado como chófer. El tiempo compartido en el vehículo y las conversaciones entre ellos les obligará a enfrentarse a su pasado.


PREMIOS:



El film consiguió los siguientes a la Mejor Película Internacional y de Habla extranjera:  Oscar, Globos de Oro, BAFTA, Círculo de Críticos de San Francisco, Asociación de Críticos de New York, Asociación de Críticos de Los Ángeles, Critics Choice Awards, Premios Independent Spirit, Asociación de Críticos de Chicago, Asociación de Críticos de Boston, Premios Gotham, Satellite Awards, y nominada por la misma categoría a los Premios Céar..Además añadió otros premios al mejor guión y diversas nominaciones en los mismos certámenes.


LO QUE SE DICE:



Con independencia de la distinción del título en los certámenes más importantes del área Occidental, 'Drive My Car' ha recibido el aplauso de las páginas que se dedican a recomendar películas a sus lectores, y les dejan un espacio para sus valoraciones. La española Filmaffinity le otorga una nota media de 6,9, basada en el voto de 7,462 lectores, una media que Imdb eleva a 7,6, basada en las valoraciones de 46,000 usuarios.

El  análisis de Elisa Fernández Santos es un epitome de todas las virtudes que ciertos críticos, que se quedaron apalancados en la Nouvelle Vague, atribuyen a una película que merece ser vista: viaje al mejor cine,  una de las películas más hondas y excepcionales de los últimos años, una obra maestra sobre el 'duelo y la incomunicación' (Diario 'El País' ); una belleza por momentos insoportable, una obra maestra (Luís Martínez, Diario 'El Mundo'); obra maestra indiscutible (Sergi Sánchez, Diario La Razón); Carlos Boyero confiesa que se ha aburrido y que se ha sentido amodorrado desde el principio, e insiste en que Ryusuke Hamaguchi alarga la historia por que no es un buen stroyteller, dicho esto en román paladino (Diario El País); película con ritmo sosegado, para sentarse y sentir con ella (Oti Rodríguez Marchante, diario ABC). El resto  de críticas españolas siguen con su bla-bla-blá a que nos tienen acostumbrados.

El mundo indie hace su trabajo con dos etiquetas, que sí para Elisa Fernández Santos eran 'el duelo y la incomunicación', para David Erlich son 'la confianza y la traición; cada uno ha visto una película (Indiewire); para Gregory  Ellwood (The Playlist) el guión es el Santo Grial, En fin...


CRÍTICA:


No comparto el aburrimiento de Carlos Boyero, ni el entusiasmo de la mayor parte de los críticos, que ven aparecer en el horizonte asiático, en este caso en Japón, una cuestión nada baladí, un cine que se aleja del cinema verité coreano (pero ahora hablaremos de ello), que pone al frente a ídolos consagrados, no carentes de magia y formados desde niños como músicos y actores, haciendo gala de un utilitarismo propio de un país que ha estado sometido por los nipones desde 1910 hasta 1945, cuando el régimen nazi, aliado de Hitler, perdió la guerra, y de forma nada gratuita, el núcleo principal de la acción se ubica en Hiroshima. Yûsuke Kafuku le pide a la runner que le pone la dirección del Teatro, donde se va a representar Tío Vaina de Anton Chejov, que le enseñe lo más significativo de la ciudad y, sorprendentemente, en lugar de llevarlo a un Museo del desastre de la Bomba nuclear que dejaron caer los americanos sobre la población, lo lleva a una planta de residuos urbanos, un lugar nada poético, pero que muestra la preocupación por el calentamiento de la Tierra. Pero Ryusuke Hamaguchi sabe cómo conectar con la intelligentsia occidental y opta por un cine de encuadre (se pueden contar los minutos en los que el plano), dotado de significación, que no sufre ningún corte, y, en ocasiones, un salto de eje sin demasiada explicación. No es que el cine sea lento porque su realizador no sepa contar historias, sino porque opta por el cine de encuadre y desprecia el de montaje, algo de lo que daría buena cuenta Jacques Aumont; pero esto no es peor ni mejor, porque EisensteinVsevolod Pudovkin son un magnífico referente de una forma de hacer absolutamente contraria a la de Hamaguchi, en los comienzos del cine.

Drive My Car, un título que se justifica en parte por un glaucoma que le detectan en un ojo a Yûsuke Kafuku, a causa del que debe dejar la conducción de su coche en manos de Oto, su esposa, primero, y en manos de otra, la runner, cuando llega a Hirosima por una política de empresa del teatro donde se va a representar Tio Vaina. El protagonista tenía como costumbre cuando vivía su esposa, como ocurre ahora con la conductora impuesta, ensayar la obra en el coche, escuchando una cinta que reproducía las voces de él y de Oto. Claro que aparecen el duelo, la incomunicación, pero también el miedo y si se quiere la traición, unos sentimientos que van naciendo a medida que la vida causa nuestro deterioro; la vida mata y destruye y eso le preocupa a Chejov, y se dejan ver los rastros de la cuarta ola feminista en un personaje, un actor y también autor, que el protagonista elige deliberadamente porque conoce su relación con su mujer, otra autora cuya creatividad se desarrolla con la práctica del sexto,  y que ha sido incriminado se supone que por alguna mujer, aunque el film no se detiene demasiado en esto (sólo tiene tres horas y mucho que contar), solo apunta el tema, porque lo que importa de verdad al hombre que tuvo un pasado irrelevante porque la vida lo castigó, no puede esperar un futuro mejor. La conclusión a la que llega Kafuku, aconsejada por la conductora de su coche que no ha tenido una vida fácil es que no hay que esforzarse en conocer todo de los demás, sino conocerse uno a sí mismo. Aunque trabaje para los otros, incluso en la vejez, dejará la vida, al final, con resignación y el rostro empapado en lágrimas (pocos se mueren resistiéndose). Un mensaje poco optimista para los excesivamente vitalistas y especialmente los no creyentes.

El contexto en el que Ryusuke Hamaguchi inscribe su historia no es nada inocente, No se puede decir que la película es una road movie, pero si que el coche circulando por carreteras y modernas vías de comunicación niponas, (ese es el tema de Drive My Car), nos muestra el caos que produjo la burbuja inmobiliaria del Japón del fines del siglo XX, del que no se ha librado todavía. Un film impresionante  de Takahiro Miki (2021), Puerta al verano,  cuenta una historia terrible: un joven se criogeniza en 1990, y debe mantenerse en este estado treinta años (el momento en el que estamos), con el objetivo de que los problemas lo pillen durmiendo, No se puede ser más pesimista. Cada vez que Ryusuke Hamaguchi quiere significar a sus personajes en planos generales, contextualizándolos, apenas queda un resquicio del segundo plano sin construir, de la forma más anárquica sin criterio de proporcionalidad y armonía urbanística. Ese es el Japón que han legado a nuestras generaciones y las de los centennials y alphas generaciones, que llegan a dormir en sarcófagos apilados, en los que  cabe un colchón y poco más, mientras que el atrezzo que señala las condiciones de vida de las clases populares, es muy modesto y contrasta con lo que vemos en las series coreanas. ¿David ha vencido a Goliat?

Pero la clase que protagoniza el film de Hamaguchi no es la que representa la historia de  Pachinko, protagonizada por Lee Min-ho con gran éxito de audiencia, la que humillaba a los coreanos diciéndoles que habían sido educados por perros porque no levantaban la cabeza del cuenco. Son intelectuales progresista que dirigido por Kafuku van a representar sus personajes en las lenguas maternas, las que hablan y las que entienden (chino mandarín, japonés, coreano e inglés, e incluso lenguaje de signos coreanos). Cada actor conoce la obra, pero solo recita y aprende su papel, algo que les cuesta de entender; al final lo conseguirán, mientras en una pantalla, como ocurre en la opera, se pueden seguir los diálogos en las diferentes lenguas en las que se representa Tío Vaina; un esfuerzo por derribar barreras, por defender la diferencia y la diversidad, sin olvidar de dónde viene cada cual. Entre los actores hay varios coreanos, actores no japoneses, que interpretan a personajes de su país. Una historia bonita, sabiendo de donde parte cada cual.

La película no tiene grandes héroes, sino hombres sacrificados que podían haber llegado muy lejos y se sacrificaron por los demás, ya sea el amigo o la esposa que compiten contigo y a los que perdonas por temor a perderlos. Este es el mensaje de Tío Vaina, una obra de un autor ruso que se adapta a un mundo diferente, al universo más occidentalizado de Oriente, Japón, que todavía no ha superado las crisis del siglo XX, pero que goza de un grupo de intelectuales que están dispuestos a destruir los muros que se levantan entre los hombres, conscientes de su insignificancia. Y ahí radica la belleza de este cuento, que ha optado por una escritura lenta, por dotar de la mayor significación al encuadre, quizá porque el mensaje que nos quiere lanzar no es fácil de entender en la sociedad líquida que denuncia Bauman. Hay diferentes formas de contar, y esto nos enriquece, y hay que saber disfrutar con el cine de acción (esto no significa irreflexión), el que abre ventanas al mundo y opta por un clima relajado y tranquilo, la ciencia-ficción, a la que con frecuencia supera ya la realidad, la animación...y todo lo que el hombre sea capaz de crear.































































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