Rumbo al infierno. Yeong Sang-ho. Crítica.

 



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SIENTO QUE EL MUNDO QUE CONOCÍA SE DESMORONA, DICE UN PERSONAJE DE LA SERIE ... ¿NOS SUENA LA COPLA?


CRÍTICA:


Yeong Sango-ho, el director de 'Tren a Busan' (2016) ha hecho una serie para Netflix muy perturbadora, un relato que lleva en su subtexto una amenaza latente a todo el globo, perceptible por mentes atentas a los movimientos ideológicos, sociales  y políticos que subyacen como corrientes subterráneas en una sociedad líquida que asciende por los vasos sanguíneos de los centennials  y llegan a su cerebro convirtiéndolos en colaboradores potenciales de unos extraños seres de inspiración lovekraftiana, a los que en la historia llaman ángeles, que anuncian a hombres, mujeres y niños del día y hora de su muerte, y en el momento convenido se personan y hacen una demostración pública de su poder, que emana de Dios. Una violencia que es ejecutada en parte por estos adolescentes, que evitan que huyan quienes tienen miedo, que creen que políticos, jueces y policías son simples marionetas de los hombres, carentes de toda fuerza frente a su líder. Nada menos que Dios. No son pocos quienes se han quejado de una política de autor, de un guion que mezcla una mirada muy crítica a la sociedad líquida que padecemos, a estos jóvenes que se acercan peligrosamente al estadio de la que se empieza a llamar gaseosa, con elementos fantásticos. Si en la sociedad líquida que describió Bauman ocurría como con el liquido que contiene un vaso de agua, que al mínimo empujón cambia de forma, porque no tiene solidez, aunque sin renunciar al desarrollo lineal del progreso (esto si que sería duro), la posmodernidad veía en ella una ventaja: las metáforas, que  adoptaban formas maleables y menos rígidas.

Con la explosión de la cultura snack, caracterizada por la brevedad, la fugacidad,  la fractalidad, la fragmentación, etc,, se produce el triunfo de los nanocontenidos, y de nuestra atomización con ellos; según Carlos A. Scolari *, en esta sociedad gaseosa miles de moléculas chocan y rebotan entre sí. Incluso el coronavirus, algo tan pequeño, tiene grandes repercusiones a nivel mundial. La sociedad pasa por momentos en que se frena la revolución permanente y se impone la consolidación y la reproducción de lo existente; fases líquidas, en las que se producen transformaciones colectivas orientadas hacia un gran objetivo compartido  y finalmente fases gaseosas, donde lo que reina es la hibridación, el caos, la indeterminación y la incerteza. Hay quien habla ya de estado plasmático, sin forma, ni volumen fijo.  Llegados a este punto, parece que Yeon Sang-ho nos sitúa en una hipótesis futurista, en una sociedad distópica, en la que el ser humano vive en un momento en el que los youtubers, los streamers, los instagramers, los broadcasters de todo tipo, hacen recaps  o resúmenes de lo que sucede en la actualidad, la mayor parte de acuerdo con su propia subjetividad, a menudo desinformados, y dependiendo de su particular poder de fascinación, el número de seguidores, su fama y su posición económica. Lo que dicen ellos y sus followers es efímero, dura un día, una situación  que de facto se está transmitiendo a la vieja prensa de referencia. Con los viejos informadores caen los anticuados y perversos policías y jueces, así como abogados, intelectuales, eruditos, escritores y todo aquel que antes formaba e informaba a su público, es decir todos los principios que nos conforman, y se  constituye una masa sin forma ni volumen, pero quedan los poderes coercitivos y desprestigiados de los viejos gobiernos, en los que las masas apenas confían, y la gente suele caer víctima de los responsables del cisma social, cuyo referente es el propio dios..

Pero el hombre sigue siendo lo que es, un ser con fecha de caducidad, algo que los villanos utilizan para crear un nuevo orden mediante el miedo, a través de la fusión de las Iglesias y grupos de extrema derecha cuyo objetivo es generalizar el terror que somete. El grupo 'La nueva verdad' anuncia un nuevo orden, junto con los grupos religiosos, que llaman a sus amenazas de muerte, avisos de Dios, y al hecho físico de la pérdida de la vida, demostración del poder de la deidad, que castiga a los pecadores. Los pecados los podemos imaginar, los fallos errores  de quienes no son mucho más que unos ignorantes sin escrúpulos que deciden desprenderse del culto al intelecto, lo que separa al hombre del resto de los animales, se verá en la conclusión de film, que parece quedar abierto para futuras temporadas.

No está mal que el cine se involucre en la tarea de difundir aquello de que hablan los filósofos y los sociólogos, de aquellos que estudian el comportamiento de las poblaciones. Es duro comprobar lo difícil que resulta conseguir que la gente entienda cómo puede luchar por salir de la miseria, pero es más triste todavía ver a unos jóvenes que han recibido una educación tecnológica, que desarrollan contenidos en sus móviles y tienen seguidores, matando y apaleando gente mientras la graban, y que dan más miedo que los pequeños de Narciso Ibáñez Serrador en Quién puede matara un niño (1976). Mientras otros, no con demasiada formación, son moléculas que chocan con millones de otras, de las de los perseguidos por ser funcionarios, intelectuales, escritores, investigadores, que compiten en un universo sin forma y que chocan si cesar con diferentes orientaciones y sensibilidades. El rector de este mundo es un dios que está por encima de todos, y del que se aprovecha quien tiene como objetivo en la vida el lucro personal, creando para ello un universo repleto de metáforas sobre la muerte y el castigo divino que la sucede, por pecados que en realidad habían supuesto avances en la lucha social en otros tiempos, en los que los principios que conformaban la sociedad eran más sólidos; un ejemplo es una mujer 'condenada' a morir por ser madre soltera. Esta afirmación chocará ciertamente con otras que defenderán otras moléculas vivientes con intereses diferentes.

Se ha acusado a Yeong Sang-ho de mezclar elementos lovecraftianos, ángeles del infierno evanescentes, una metáfora que los defensores del cinéma vérité no admiten, con difíciles planteamientos científicos sobre la sociedad actual, pero eso convierte la serie en especial, en muy diferente a lo hecho hasta ahora y muy útil para quien quiera que sienta que el mundo que había conocido se desmorona. Yo la aconsejo. Entretiene y nos hace pensar como es posible que no solo hayamos podido acabar con el crecimiento progresivo sin marcha atrás sensible, sino que hayamos ido a parar a situaciones parecidas a la Caza de Brujas de la Edad Media, pero muy bien acopladas a la era tecnológica. Una nueva era de oscuridad, en la que los cazadores de brujas tienen móviles, a pesar de que sus condiciones de vida sean muy precarias. La imagen final se puede interpretar como un canto a la esperanza, pero la imposibilidad de hacer spoiler nos impide llegar a una conclusión final sobre el mensaje que nos ha querido transmitir el director de "Tren a Busan". La solución, como ha ocurrido siempre en los relatos más o menos históricos y sobre todo metafóricos depende de un número muy limitado de hombres que se sacrifican por los demás; las masas siguen sin líderes propios.


*https://hipermediaciones.com/2021/08/13/adios-sociedad-liquida-bienvenida-sociedad-gaseosa/

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