Napoleón. Ridley Scott. Crítica.

 




¿EVOLUCIÓN FRENTE A REVOLUCIÓN? UN DEBATE HISTÓRICO QUE ENFRENTA ESCUELAS A UN LADO Y OTRO DEL ATLÁNTICO Y QUE AHORA ASUME RIDLEY SCOTT Y...TOMA POSTURA

No sé por qué me sospechaba que no era tan fiero el león como lo pintan, y que las famosas 10 mentiras eran de tal sutileza que no me atrevería a afirmar que sean verdad o lo contrario, por lo difícil que resulta demostrarlas; no sé si Napoleón disparó contra las pirámides, pero sí que sus ejércitos hicieron prácticas de tiro contra la famosa Cena de Leonardo da Vinci. No he tenido la suerte de ver ningún cuadro con el ensayo de la coronación al que asiste complaciente el papa, ni hay uniformidad en la representación de María Antonieta camino del cadalso, ni con cofia ni sin cofia, ni con el pelo corto y sin cubrir la cabeza porque hay quien dice que quemaron su cabello y el tocado fue incinerado para evitar que parte del pueblo los convirtieran en una reliquia. El arte es libre y cada uno representa estas anécdotas en función de lo que nos quiere transmitir; David, entre otros, pintó a Napoleón encima de ese caballo standard que estaba en los estudios de los pintores de hombres célebres, y no encima de un burro. Por otra parte, o yo no entiendo bien o el cartel representa al general animando a sus tropas a combatir en el centro del fragor de la batalla y no atravesando los Alpes en el sentido contrario que siglos atrás lo hiciera César. Otros detalles como, si lo que vemos en la ejecución de María Antonieta es Bonaparte o el fantasma de la revolución, pertenece a la forma de ver cine de cada espectador, que depende más de la aportación del público a la diégesis que de la voluntad del propio realizador. Luego hablaré de las pirámides.

En las típicas preguntas que hacen los internautas en la red sobre quién ha sido el mejor estratega de la historia, alguien contesta que Alejandro Magno, olvidando que su imperio y su organización se deshicieron como un azucarillo tan pronto él murió. Julio César obtuvo grandes victorias con ejércitos mucho más reducidos que los de sus contrincantes, y es conocido que Bonaparte, que tuvo que soportar sonoras derrotas, estaba obsesionado con la magistral estrategia del romano, que, al igual que él mismo,  dejó un importante legado a la humanidad; el francés frenó la revolución, pero la consolidó y, si bien todavía hubo algún rey apoyado por realistas sin demasiada fuerza para oponerse al poder de los negocios de los capitalistas emergentes, él mismo nunca aceptó la condición de monarca, sino el título de emperador, lo que no es poca cosa, ya que el imperium es un poder que emana del ejército, un poder militar, y, aunque el general soñó con una descendencia, muerto él, se acabó todo intento de implantar cualquier forma de gobierno autocrática y por la gracia de dios. Había nacido la sociedad que daría paso al capitalismo y que convertiría a las dinastías europeas en meros emblemas más decorativos que con un poder asociado a su cargo. Había nacido la Res Publica  (re pública en ablativo).

Dicho esto, vamos a intentar una interpretación del discurso de Ridley Scott y la imagen que intenta transmitir, desde una postura anglosajona, del estadista. La visión del hombre, potenciada por el trabajo que hace el tan peculiar Joaquin Phoenix, es el de un corso, un hombre rudo, tosco y primitivo, de gran corpulencia, pero con una gran capacidad de estratega, afianzada por la lectura entusiasta del militar más grande de la historia, Cayo Julio Cesar, al que adornaban otras virtudes que han hecho exclamar, plenos de admiración  a historiadores como Theodor Mommsen*. Si de algo hay constancia es de que Napoleón estaba obsesionado con la capacidad como general de Julio César, las defensas que sus soldados construían alrededor de sus campamentos, perfectamente organizados, las torres de asedio que avanzaban hacia el sitio que iba a ser atacado y que borró de cuajo la sonrisa de más de uno cuando vio que semejantes construcciones se movían y los amenazaban, sus puentes...; de hecho Scott deja ver más de una estaca con punta afilada que protege a sus soldados. Es obvio que no había trincheras en la época de la Revolución Francesa, porque aparecieron por primera vez en la Primera Guerra Mundial, pero si se nos muestra cómo camuflaban piezas de artillería y soldados bajo lonas que no identificaba el enemigo. El individualismo griego, su famosa flecha, no tienen cabida ante unos ejércitos que caminan apretados (confertim decían los romanos) y formaban manípulos que yo no conocía. Había una estrategia clara.

Pero Scott da un paso más, y reconozco que el film es árido y hay que verlo con una predisposición especial. No es 'María Antonieta' de Sophia Coppola, ni hay cortes, ni salones con rebuscadas lámparas de cristal, ni miriñaques que entretengan; la Mailmason que reproducen en CGI muestra unos suelos desgastados en la estancia que comparten Josefina y Napoleón. El hombre es tosco, pero busca la dejadez e indiferencia de las clases privilegiadas, e incluso se siente atraído por los grandes hombres de todos los tiempos, como los faraones. No sé si disparó contra las pirámides, pero el expolio que realizaron los ejércitos británicos y franceses se pueden observar en el Louvre y el British Museum; todo lo que falta en los restos emblemáticos de la cultura griega y egipcia está en estos lugares. Y ¿cuál es el paso más que da Scott? El cuestionamiento de estos grandes hombres desde una postura iconoclasta absoluta, muy norteamericana y propia del nuevo mundo, que generó nuevos líderes que partieron del racionalismo francés dando pie en EE.UU. a la primera revolución burguesa de la historia. Podemos estar de acuerdo con él o no, pero esto es lo que hace.

Comienza con una leyenda que afirma que la necesidad, el hambre y la muerte, arrastraron al pueblo a una revolución, pero esta misma revolución provocó miseria y muerte entre quienes la protagonizaron, dentro de la Asamblea, el Directorio o la calle. Sus propio líderes, emblematizados por Robespierre sufrieron el mismo castigo que los monarcas y los nobles; tras un núcleo central en el que da unas cuantas pinceladas que comparten la intimidad de Napoleón y su participación como líder en las batallas más importantes que dirigió, llega a una conclusión más terrible todavía: el número, elevadísimo, de muertos populares en estos combates. Cierto que César y Napoleón intentaron unificar Europa bajo su égida, pero parece cuestionarse si valió la pena tanto dolor. Esto cualquier europeo quizá lo tenga más claro, ya que el resultado fue la supresión de todas las trabas que impedían la expansión del maquinismo, el ferrocarril y como consecuencia el capitalismo, que erradicó el hambre de que se hacían eco escritores que militaron en el socialismo utópico como Charles Dickens, si bien el precio que hubo que pagar fue alto. Este es el subtexto que subyace en esta historia de Napoleón contada por Ridley Scott, y que nos trae el recuerdo del drama que vivió el pueblo francés que protagonizó estos eventos, que se encontró con una resistencia más consolidada y con mayor poder que la que pudieron ofrecer los hacendados de los estados norteamericanos del Sur, con consecuencias que todavía colean.

Una gran reflexión para el debate y un tipo de cine que estamos ya poco acostumbrados a ver. ¿Evolución frente a revolución?


 *" La monarquía de Julio César no era el despotismo oriental por al gracia de Dios, sino la monarquía que Cayo Graco había querido instaurar, la misma que fundaron Pericles y Cronwell: la propia nación representada por su supremo e ilimitado mandatario. En este sentido las ideas que inspiraban la obra de César no eran. realmente, nuevas; pero fue él quien les dio realización. que es siempre y en último término lo que decide, y a él corresponde el mérito de la grandeza de su ejecución, la cual habría sorprendido incluso al hombre genial que concibiera la idea, si hubiera podido presenciarla, como llenó, llena y llenará por siempre de la más profunda emoción y admiración a quien la contempló en la realidad viva o la contempla hoy o haya de contemplarla mañana reflejada en el espejo de la historia, cualesquiera que sean la época histórica a que pertenezca o las ideas políticas que profese en la medida de su capacidad de comprensión para la grandeza histórica y humana."

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