Tarántula. Jack Arnold. Ficha técnica y crítica.






CÓMO SOLUCIONAR ERRORES DE LABORATORIO




Ficha técnica:


Título original: Tarantula
País: Estados Unidos
Año: 1955
Duración: 80 minutos


Dirección: Jack Arnold
Guión: Robert M. Fresco, Martin Berkeley, basado en una historia de Jack Arnold (La mujer y el monstruo, 1954) y Robert M.Fresco.
Dirección de Fotografía: George Robinson, A.S.C.; fotografía especial: Clifford Stine, A.S.C.
Música. Supervisor: Joseph Gershenson
Edición: William M.Morgan
Dirección artística: Alexander Golitzen, Alfred Sweeney
Decoración del set: Russell A.Gausman, Ruby R. Levitt
Sonido: Leslie I.Carey, Frank Wilkinson

Estilista de peluquería: Joan St.Oegger
Maquillaje: Bud Westmore, S.M.A.

Productor: William Alland
Compañías productoras: Universal International





Intérpretes:



John Agar_ Doctor Matt Hastings,
Mara Corday: Stephanie "Steve" Clayton,
Leo G. Carroll: Profesor Gerald Deemer,
Nestor Paiva: Sheriff Jack Andrews,
Ross Elliott: Joe Burch
Edwin Rand: Teniente John Nolan,
Raymond Bailey: Townsend,
Hank Patterson: Josh,
Bert Holland: Barney Russell,
Steve Darrell: Andy Andersen.



Sinopsis:



El profesor Gerald Deemer (Leo G.Carroll) es un científico que investiga la fórmula para agrandar animales, pero algo sale mal en el experimento y uno de sus colegas aparece muerto con terribles deformaciones. Todo se complica cuando una tarántula inyectada con la fórmula se escapa del laboratorio y, convertida en un gigante de 30 metros, empieza a atacar a los humanos y animales sembrando el caos entre la población de Arizona.

Reconocida como una de las mejores películas de ciencia-ficción de los años 50 y dirigida por Jack Arnold, tras Vinieron del espacio (1953), La mujer y el monstruo (1954) o El increíble hombre menguante (1957).


Crítica:


No se encuentran críticas contemporáneas de estos clásicos del terror, probablemente porque en la primera década del siglo XX el hombre todavía entendía el cine como un entretenimiento y las carteleras indicaban tan solo, bien numéricamente o bien con una sola palabra (magnífica, huir...) el criterio del que hacía las listas, que sus fieles seguían sin plantearse una objeción. La irrupción de la generación de la Nouvelle Vague en torno a Bazin y Cahiers du Cinema, incorporó, como un complemento de la diégesis, la crítica constructiva, con la intención de abrir nuevas ventanas al mundo, considerando el cine un medio de representación, difusor de la cultura, a la altura de la literaria, algo que no satisfizo del todo a esos creadores de opinión que no siempre se caracterizan por su aceptación de criterios diferentes a los que estaban acostumbrados a dictar.

El film que dirige  Jack Arnold estaba, pues, considerado como un elemento de entretenimiento más; igual suerte corrían ciertas expresiones colectivas en defensa de la igualdad entre los hombres, la defensa del planeta Tierra, la diversidad y la diferencia entre culturas e individuos. En cierta ocasión, junto con alumnos sometidos a programas de diversificación, hicimos un ejercicio interesante. Con una bala de papel le dimos la vuelta a la clase, pegándola en las paredes y asignando a cada espacio un valor temporal; los alumnos pudieron ver que desde que comenzó el proceso de hominización hasta el siglo XVIII, el hombre apenas había descubierto otra cosa que cómo fundir el bronce y el hierro, cómo hacer cerámica, una agricultura y una ganadería más selectiva que racional, y la rueda. De pronto en un pequeño pedazo de papel no les cabían los posits que indicaban lo que el hombre había inventado en los últimos trescientos años. Cualquier observador atento podrá comprobar que los sectores más conservadores de la sociedad se resisten a cualquier cambio (en la actualidad mucha gente se manifiesta contra las nuevas tecnologías, pero con sus preferencias de consumo, -teléfonos móviles, ordenadores y televisores de última generación, y otros nuevos artilugios -, están impulsando un cambio económico, político y social que nadie es capaz de imaginar). En la década de los 50 del siglo XX, la gente era de la opinión de que para combatir el mal valía cualquier procedimiento; el mismo cine dirige una mirada bastante diferente al uso del napalm en 'Tarantula' y en 'The Host' de Bong Hoon-Jo (2006), en la que el director coreano (Parásitos, 2019) denuncia que el uso de remedios extremos es peor que la enfermedad. Pero no toda la humanidad ha evolucionado en la misma dirección. Hay sectores que, empeñados en hacer divisiones del bien y el mal (considerándose ellos mismos portadores de toda la verdad y como consecuencia la bondad), como la idea que parodió Italo Calvino cuando escribió su 'Vizconde demediado', se empeñan en la defensa de principios de otras épocas, en las que se celebraba el avance de la ciencia, pero no se contemplaban sus aspectos negativos, convirtiéndose en negacionistas de la realidad.

El film que dirige  Jack Arnold es, por otra parte, pre-científico. Sus protagonistas, con la excepción del guapo y benigno  protagonista , el  Doctor Matt Hastings, interpretado por John Agar, son doctores malignos, que experimentan rozando los límites permitidos, desde una perspectiva casi creacionista (lo que Dios ha hecho que no lo mejore nadie), con resultados diferentes entre los animales y los seres humanos: los primeros crecen, los segundos se deforman, como revelando en su exterior la monstruosidad que anida en su interior. Sin embargo el 'Good Doctor' idea la forma de acabar con los monstruos: destruyéndolos con napalm (la película está hecha en 1955, el año en que comenzó la Guerra de Vietnam, que duró hasta 1975 y que fue la primera contienda que perdieron los Estados Unidos), que había sido experimentado por el ejército norteamericano en la Segunda Guerra Mundial, en el bombardeo de Dresde y Japón, y empleado profusamente en la Guerra de Vietnam. Como se ve, incluso en películas de entretenimiento el perfil humano del que cuenta es bastante diferente.

Curiosamente, quien empezó su carrera con películas de terror muy emblemáticas e impactantes, relatos visuales muy poderosos (Guillermo del Toro se inspiró para crear su criatura en 'La forma del agua', en el que protagoniza la película de Arnold ''La mujer y el monstruo", con un perfil significativo bien diferente), abandonó pronto el género y diversificó los temas de sus creaciones, combinando sus trabajos para la gran pantalla con su colaboración en series televisivas, algunas de la importancia de Peter Gunn y Perry Mason. A pesar de lo dicho, la contextualización de sus historias de terror se convierte en la crónica de un mundo que no medía las consecuencias de un desarrollo que se defendía como sostenible, a lo que se suma el hecho de que nos ha dejado un legado visual impresionante, que ha ejercido una enorme influencia en directores como el citado director mejicano, realizador de películas como "Pacific Rim" , o Alexander Payne en "Una vida a lo grande", protagonizada por Matt Damon  (2017), que imagina un mundo mejor en el que los hombres tienen un tamaño reducido. Unas películas muy difíciles de olvidar y una fuente de inspiración en una época en la que el modo de representación de la ficción y la realidad han avanzado hasta extremos que en la época que Arnold hizo sus películas nadie era capaz de imaginar. Curiosamente los títulos de crédito iniciales se pueden interpretar como un spoiler visual que preside la historia desde el comienzo.

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