# Vivo. II Cho, Ficha técnica y crítica.



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Ficha técnica:

Título original: # Saraitda
País: Corea del Sur
Año: 2020
Duración: 98 minutos
Género: Terror, thriller, Pandemias
Dirección: Il Cho
Guión: Il Cho, Matt Naylor
Dirección de Fotografía: Son Won-ho

Música: Kim Tae Seong
Diseño de Vestuario: Choi Eui-Yeong
Jefe de Departamento de maquillaje: Hwang Hyo-Kyun
Productores: Kim Saemi, Kim Saeron, Lee Eugene, Oh Hyo-jin

Productor ejecutivo: Chung Kygung-chae
Diseño de producción: Seo Seong-Gyeong
Compañías productoras: Perspective Pictures, Zip Cinema; distribución: Lotte Entertainment, Netflix


Intérpretes: 


Yoo Ah-in: Oh Joon-woo,
Park Shin.Hye: Kim Yoo-bin,
Lee Hyun-Wook: Sang-Cheol,
Lee Chae Kyung: La esposa del hombre marca,
Jeon Bae-soo: Hombre Marca,
Oh Hye-Won: Oficial de policía,


Sinopsis:

La rápida propagación de una infección desconocida provoca el caos absoluto en una ciudad. Sin embargo, un ciudadano que vive completamente solo logra permanecer al margen de ella. Esta es su historia.



Lo que se dice:



El film ha sido recibido con discreción como ponen de relieve las páginas española Filmaffinity, que da una nota media de 5,7, basada en 263 votos, y la norteamericana Imdb que eleva esta media hasta 6,2, basada en 2,359 valoraciones de usuarios. Hay escasas reseñas de prensa, y sus análisis no son demasiado enriquecedores: película valiosa que puede interesar a los buscan en el género "ideas que planteen desafíos formales y narrativos para los directores (Diego Lerer, MicropsiaCine,com); Karina Adelgaar, Heaven of Horror ).


Crítica:


A pesar de su corta duración, el film cae en su núcleo central en un relato reiterativo y muy convencional de ataque de zombis caníbales, demasiado visto en pantalla, si bien le salva un planteamiento en el que relaciona la crisis con la contaminación de la atmósfera y su repercusión en el organismo humano, un relato visual sin mas apoyo verbal que alguna que otra noticia que informa al espectador a través de las pantallas de televisión que presiden viviendas de clase media trabajadora, muy bien dotadas de todo tipo de máquinas que permiten al protagonista su relación con el exterior de una casa en la que se encuentra sitiado. Los coreanos no pierden ocasión de mostrar al mundo su inmersión total en la era tecnológica, que adquiere tintes de propaganda en la última imagen que cierra el film. En occidente sorprende la similitud de los signos con los que se dan en la pandemia del Covid-19, una crisis zoonótica que por primera vez azota de forma masiva a Occidente, mucho más depredadora que la que representa el film, en el que el peligro es visible y da oportunidad a la víctima potencial de defenderse. En Parásitos Bong Joon-ho advertía de la invisibilidad del riesgo que acechaba  a la humanidad cuando los 'orcos' salían de las profundidades de la tierra, donde se los había recluido para que trabajaran para los habitantes de la superficie, los Eloi, a los que el desastre pilla desprevenidos, bien hacinados en barrios diseñados con bloques de edificios de más de 8 alturas, los más modestos, y apiñados en sus mansiones, los ricos, lo que favorece el contagio.

Pero además hemos creado una profunda brecha entre las diferentes clases sociales en torno a un elemento protector, las mascarillas (el virus que nos amenaza no se transmite por un mordisco, sino por el aire), que los asiáticos se ponen voluntariamente cuando están enfermos, para no contagiar a los demás, en primer lugar porque en esta parte del mundo sólo la usaban los sanitarios, y ahora porque llevarla o no delata la ideología del que se esconde detrás de ellas: liberales, terraplanistas y negacionistas los que se niegan a ponérselas, lo que no impide feroces denuncias si escasean, y obedientes al poder y pusilánimes los pertenecientes a las clases bajas que confunden, según los primeros, el respeto con la cobardía. Nada de esto hay en el film, pero si otras similitudes interesantes.

No hay nada nuevo en el diseño del zombi, el representante de las masas, que se mueve como pollo sin cabeza y sin las formas aristocráticas de los vampiros. Estos zombis, según Max Brooks (hijo de Mel Brooks), a diferencia de los muertos vivientes de Las Antillas, los zombis-vudú que muestran emociones, piensan, sienten dolor, reconocen el fuego y lo que hay a su alrededor, si bien carecen de supersentidos pero pueden comunicarse, lo que los hace más vulnerables, el zombi hollywodiense, cuyo paradigma elige Il Cho tienen como principal enemigo a los críticos y algunos sectores del público a los que molesta el tratamiento fantástico y poco realista del muerto viviente por sus cuerpos físicamente imponente y su carácter mágico e invencible, unos trucos con los que, según el escritor, se intenta distraer y entretener a la audiencia, especialmente la menos entregada, para que no caiga en el sopor y el aburrimiento.

A pesar del escalofrío que produce escuchar términos que ahora forman parte de nuestro vocabulario habitual,- brotes, confinamiento, distancia social de los infectados, densidad de población (mayor en los barrios más pobres; recordad Guerra Mundial Z, basada en una novela del propio Max Brooks), parloteos de teóricos expertos en los medios que se llenan de charlatanes -es cierto que Il Cho cae en algunos de los errores que hemos señalado, quizá en su búsqueda de la originalidad. Al dejar que gran parte de la historia en manos de dos jóvenes actores para que la defiendan, Yoo Ah-in, continuamente conectado, bien en skipe o en plataformas del estilo de Youtube (aunque no se hacen explícitos estos lugares), un chico que ha quedado solo en su hogar y se propone resistir, y Park Shin-hye, una joven cuya soledad no se explica, bien dotada para la supervivencia, ambos carentes del carisma necesario para este tipo de relatos, ralentiza el discurso y no logra provocar emociones fuertes. Cuando los zombis entran en acción y se sitúan en primer plano la narración se torna redundante y a ratos aburrida, e incorpora alguna novedad frente al zombi de Hollywood: los muertos vivientes coreanos son feroces y caníbales como los norteamericanos, pero no se les extingue de la misma manera. Se los mata a tiros de metralleta o a golpes en cualquier parte del cuerpo, lo que les aleja de sus camaradas de las antípodas donde los no-muertos, tras dejar de latir su corazón (otra vez según Mel Brooks) mantienen algún tiempo vivo su cerebro, por lo que sólo hay una forma de matarlos: disparándoles en la cabeza.

Más allá de estos aspectos iconográficos, lo que une unos y otros relatos es la construcción de una terrible metáfora de todos nosotros, condenados a una muerte terrible como castigo de nuestras agresiones a la Madre Tierra. Los coreanos están más acostumbrados que nosotros a combatir estas epidemias, y sus denuncias al escaso respeto del hombre por el ecosistema son frecuentes en documentales como Pandemic, o películas que tratan cualquier tema. Crash Landing on You ubica su historia en el contexto de la fiebre porcina. Aquí las diferencias entre las víctimas de la enfermedad no es ideológica, sino que tiene más que ver con el cariño al ser querido que se ha perdido, cuya ausencia el superviviente, de forma irracional, se niega a aceptar, especialmente porque le queda un resto de vida por muy horrorosa que ésta sea.

Ignoramos si el film se concibió después de la pandemia que azota al mundo, ( con toda probabilidad sí), pero Il Cho ha preferido, sin despreciar una 'nueva normalidad' que todos padecemos, entretener a su público con un espectáculo clásico del género de terror.

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