Ad Astra. James Gray.





UN VIAJE ÉPICO EN BUSCA DE LA SUPERACIÓN PERSONAL DE VIEJOS TRAUMAS.


Cartel (propiedad de Foxprensa, ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí).


Crítica:



De forma sorprendente se pregunta Luís Martínez, crítico del diario 'El Mundo', si el cine habrá sido capaz de crear su propia mitología, un cuestionamiento personal que lo induce a volver su mirada a Kubrick y la única película del género de ciencia-ficción aceptada por la 'intelligentsia' , al menos española, '2001. Una odisea del espacio', que recientemente ha incorporado a su acervo 'La llegada' de Denis Villeneuve, que gira en torno al origen del lenguaje, para acabar, como la mayoría conectando con la novela corta (al fin y a la postre una pequeña obra literaria) de Joseph Conrad, 'El corazón de las tinieblas', cuya excusa es contar la historia de un marinero, Charlie Marlow, que realizó una travesía por un río tropical en busca del 'Rey del marfil', un tal Kurtz, nombre que se adjudica al monstruo que protagoniza Marlon Brando en 'Apocalypse Now'. Parece ser que muchos siguen considerando el cine como el 'entretenimiento de los pobres', como lo define Noël Burch en 'El tragaluz del infinito'. Pero alguno de estos creadores de opinión aciertan sin querer cuando designan a ciertos cineastas que han ido construyendo la mitología moderna, siempre que se llamen Stanley Kubrick o Damien Chazelle, despreciando a los auténticos maestros, los arquitectos del género de ciencia-ficción, empeñados en construir metáforas que encarnan seres monstruosos que esperan a los confiados científicos y navegantes de las estrellas que trabajan aislados en territorios hostiles. James Gray crea un nuevo episodio de este viaje 'hacia las estrellas' (Ad Astra en latín, superadas las historias de los 'nautas' clásicos, que viajan en frágiles embarcaciones por los mares, especialmente  el 'Nostrum'), que más que una historia ad usum  de los espectadores amantes de las aventuras espaciales es un drama personal, presente en otras películas del género.

Un hombre frío y racional, que no supera en ninguno de los controles a que lo somete la compañía que lo envía 'ad astra' las 80 pulsaciones, es enviado a Neptuno en busca de un padre enloquecido en la confirmación de una búsqueda que ha dado sentido a su vida, una odisea que se produce dentro de los límites de la conciencia de un individuo absolutamente racional,que jamás se altera, obligado a enfrentarse por primera vez a su monstruo particular, la representación del padre freudiano, el padre primordial, que no quiere morir, al menos intelectualmente, y con el que, finalmente, debe cortar 'el cordón umbilical' que lo une a su engendrador, un personaje que tiene un claro referente en  Darth Vather que se convierte en un monstruo en el mismo momento en el que su  esposa, Padmé, está alumbrando a sus hijos, uno de los cuales acabará dándole la muerte. ( Slajov Zizek Guía de cine para pervertidos, dirigida por Sophie Fiennes). H.Clifford McBride, interpretado por Tommy Lee Jones, igual que Anakin Skywalker, deciden alejarse de su familia y dedicar su vida a una búsqueda personal, una verdad intangible, dejando a un lado lo único que nos define como seres humanos: "Somos lo que tenemos". Una certeza que le transmite el hijo a su padre cuando tiene la oportunidad de dialogar, siendo adulto, con quien le ha dado la vida, algo que olvidamos con frecuencia sacrificando lo que 'de verdad' nos depara el porvenir en una huida tras una trascendencia que, con frecuencia, responde a una quimera, un espejismo.

James Gray prioriza, pues, la emoción, que triunfa sobre la razón pura y la búsqueda de la trascendencia y la inmortalidad a través de la religión, una contradicción que ha protagonizado películas de directores 'malditos' como George Lucas, Ridley Scott o John Carpenter, dicho esto con ironía. Luís Martínez advierte que son precisamente "las emociones las que nos sitúan por encima de la inteligencia artificial", cuyo control permite al protagonista de 'Ad astra', siempre solo, flotando ingrávido en el espacio (buena metáfora) encontrar el equilibrio en un "relato del espacio, preocupado casi exclusivamente por lo que sucede de la piel hacia adentro", una ideología que se va expandiendo entre las masas. Se podría pues etiquetar el film como un drama freudiano muy tratado en el género espacial que experimenta en otros mundos, que apenas comulga con lo que caracteriza al cine de ciencia-ficción, aunque presume de utilizar la última tecnología audiovisual, la 4K, un sistema que ya está produciendo vídeos caseros pero que exige un televisor adaptado. Un cine que huye del que hacen los maestros de la ciencia-ficción actual, y deja al espectador solo con Brad Pitt durante gran parte de los 120 minutos de metraje .En su odisea en busca de ajustar cuentas con el padre y acabar con él física o simbólicamente, Gray se aproxima a Andrei Tarkovsky y su inigualable film 'Solaris', basado en una novela de Stanislaw Lem (1961), que tuvo su réplica en Estados Unidos, de la mano de Steven Soderbergh (2002), una particular odisea que se produce en la propia psique de su protagonista que acaba encontrando, y no por casualidad, a su propio padre, sin moverse de ese misterioso lugar al que cree haber llegado.

Brad Pitt es el encargado de construir la diégesis de esta historia, en la que los  diferentes planetas de nuestro sistema solar son simples 'estaciones' de un viaje en busca del padre. Un trabajo que Carlos Boyero califica como la evidencia de que estamos no solo ante una verdadera estrella, sino un actor competente y con una inteligencia, sentido artístico y capacidad de riesgo, que soporta muy bien a sus 55 años, la gran cantidad de  primeros planos que forman parte de la estructura concebida por Gray. Decorados que evocan 'Interestellar' de Christopher Nolan, en una atmósfera decididamente malickiana, a la que contribuyen las imágenes silentes de la esposa de McBride y el escore musical formado por una partitura en gran parte monocorde, muy inquietante, en la que se inscribe la voz  que subraya el lenguaje gestual, generalmente no verbal, con vocación de trascendencia, de Pitt, que nos traslada a su trabajo en 'El árbol de la vida', dirigida por Terrence Malick (2011), son características sobresalientes del estilo visual elegido por el cineasta para su primera película estelar. Una puesta en escena que revela que, detrás de un hombre tranquilo, puede haber un verdadero volcán en erupción, la sensación de ingravidez del neonato expulsado de la gran matriz en el momento del alumbramiento, que gracias a su entrenamiento acaba encontrando el equilibrio. Una historia que responde a la sensibilidad de su autor, muy dado a contar historias de familias desarraigadas (Beatriz Martínez), como la del propio Gray, hijo de migrantes que llegaron huyendo de las razzias antisemitas de los zares rusos, que llegaron a Estados Unidos huyendo de su país natal, Ostropol (hoy Ucrania) y pasaron por Ellis Island, testigo de una tragedia humana de la que da cuenta el director en 'El sueño de Ellis', protagonizada por Marion Cotillard.

Un film que merece atención por el debate que ha propiciado en torno al cine, sus mitos y su clasificación como cine de autor o de género.


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