Infierno bajo el agua. Alexandre Aja. Crítica




UN CUENTO DE DEPREDADORES


Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí)



Cada vez que veo juntos el sustantivo blockbuster y el adjetivo taquillero, me viene a la cabeza aquel chiste antiguo en el que un hombre le decía a su amigo: "A mi me gusta jugar y perder". ¿Y ganar? le inquiría éste, a lo que él respondía: " Hombre, eso debe ser la pera" (dicho de una forma eufemística para no herir sensibilidades). Ahora se añade a una película mainstream otro apellido: 'honesta', lo cual quiere decir que la mayoría están corrompidas por la industria norteamericana, como si en estos lares todo fuera honradez e igualdad de oportunidades; quien se dedica a las 'artes liberales' en Europa sabe cómo se cuecen estos negocios. Alexander Aja y el productor Sam Raimi necesitan pocas lecciones acerca de cómo entretener y divertir a su público haciéndole gritar y acurrucarse en la butaca, acobardado por una mezcla de sentimientos en los que está presente una gama variada de actos de vio***cia, pero también son expertos en mentar a la bicha que anida en nuestro subconsciente y a la que damos salida en forma de gritos, como los que daba la protagonista de Cabaret, Liza Minnelli, para liberar tensiones aprovechando el paso del tren por el lugar de sus desahogos. Todos sabemos el monstruo que llevamos dentro, que de forma recurrente nos asalta, y al que conjuramos rápidamente sustituyéndolo por otras imágenes falsas más agradables.

Aja es parisino, y en su país de origen, si bien se encarga de matizar que el hogar de cada cual es aquel en el que convive con las personas que quiere, aprendió, inevitablemente, un credo, que no debemos olvidar, aunque lo hacemos con frecuencia: sea cual sea la ideología del que transmite, siempre abre una ventana a su mundo, a la que puede asomarse su público. En Norteamérica aprendió otra: su obra merece consideración si a la función de fascinar y entretener añade alguna idea (Noël Simsolo) y en su ejercicio creativo no sólo sigue el sendero que le marcaron los grandes maestros del terror (Carpenter, Tommy Le Vallace), sino creadores actuales como David Robert Mitchel en 'Lo que esconde Silver Lake', o Jordan Peele en 'Nosotros', que apoyados en los padres del género en el ámbito de la literatura, Edgar A.Poe y H.P.Lovecraft,  construyen un subtexto parejo al del canadiense Denis Arcand en cualquiera de sus películas, pero con usos trasladados del lenguaje, tan fingido como el del director de 'La caída del imperio americano', que nos muestran (unos y otros) los oscuros y nada permeables conductos por los que circula el poder que amenaza a millones de seres humanos, y que quienes se expresan con metáforas sitúan en las cloacas, en los subterráneos y ahora en los sótanos de las casas, que emergen en momentos de crisis provocada por tormentas perfectas. En las profundidades de lo que el padre de Haley considera su hogar, anidan y ponen huevos unos terribles depredadores anfibios, enormes cocodrilos, a los que se enfrentará una joven muy especial, a la que su progenitor no solo enseñó a nadar como pocos, sino que la bautizó con el sobrenombre de 'depredadora', una mujer rebelde, nada conformista, que se enfrentará a quienes devoran a sus víctimas sin piedad. El relato describe un infierno que evoca las profundidades del Averno que han construido los nuevos creadores en las cloacas en las que habita un payaso diabólico (It), en galerías subterráneas  en el corazón de Hollywood (lo que esconde Cristal Lake) o las estaciones del suburbano que imagina Jordan Peele, (Nosotros), que sustituye a los héroes individuales por movimientos de masas. Un cine del tiempo que estamos viviendo y que poco tiene que ver con las películas que hizo Aja  a finales del siglo pasado y principios de éste, cuando nadie imaginaba que la primera crisis bursátil global iba a hacer retroceder varios lustros a la humanidad.

Barry Pepper y Kaya Scodelario llevan sobre sus espaldas todo el peso de esta tragedia que afecta a un pueblo que está acostumbrado a soportar la constante venganza de la naturaleza en forma de tifones, tornados, huracanes, y otras catástrofes naturales que arrasan lo que los ciudadanos han construido con tanto esfuerzo, y que han proporcionado a lo largo de la historia del género el contexto inestable en el que se movía el 'teniente corrupto' de Werner Herzog, y también las consecuencias de las actitudes corruptas de quienes tienen la función de proteger a  la población en tragedias como la que denuncia Aja en Piranha3D y ocultan los riesgos a que esta sometida por una plaga, sea del tipo que sea, para proteger sus negocios, que en ocasiones pertenecen a las máximas autoridades de la localidad, y no sólo en la ficción. Algo parece que se repite, sin embargo el cine norteamericano lleva ya tiempo denunciando a los depredadores que se ocultan en la oscuridad, amenazan los hogares de los ciudadanos y se preparan para dar el  gran salto, cuando se creen las condiciones; en este caso la tormenta perfecta. Haley ha sido entrenada por su padre para rebelarse y responder a los que la atacan a ella y a su familia, en este caso monoparental, que forma únicamente con su progenitor, con sus mismas armas. Una historia que entenderíamos muy bien si la protagonizara una heroína clásica.

Un film que ha arrinconado la prensa, pero que, como ocurre con frecuencia, triunfará en el mercado del vídeo, que permite que familias que no pueden ir con frecuencia al cine y a las que aparta de la sala de proyecciones una mala crónica disfruten de ella. Es lo que suele suceder.

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