Velvet Buzzsaw. Dan Gilroy. Crítica.







NO VENDEMOS BIENES DURADEROS, VENDEMOS PERCEPCIÓN. NUESTRO NEGOCIO ES COMO UNA BURBUJA...


Ficha técnica:


Título original: Velvet Buzzaw
País: Estados Unidos
Año: 2019
Duración: 109 minutos

Dirección: Dan Gilroy
Guión: Dan Gilroy
Casting: Victoria Thomas, CSA
Director de Fotografía: Robert Elswitt, ASC
Música. Marco Beltrami y Bucj Sanders. Supervisor: Deva Anderson
Edición: John Gilroy, ACE
Coordinador de especialistas: Mike Smith
Supervisor `posproducción: Andrew Blau, Graham Stumpf
Dirección artística:Christa Munro
Decorador del set:Jan Pascale

Diseño de Vestuario: Isis Mussenden, Trish Summerville
Jefe de Departamento de maquillaje: Donald Mowat
Jefe de Departamento de pelquería: Gloria Casny

Productor: Jennifer Fox, p.g.a.
Productores ejecutivos: Betsy Danbury
Diseño de producción: James D.Bissell
Compañías productoras: Jennifer Fox Production. Dease Pictures Inc., Netflix



Intérpretes:


Jake Gillenhaal: Morf Vandewalt,
Rene Russo: Rhodora Haze,
Toni Collette:  Gretchen
Zawe Ashton: Josephina,
Tom Sturridge: Jon London,
Natalia Dyer: Coco,
Daveed Diggs: Damrish,
Billy Magnussen: Bryson,
John Malkovich: Piers,
Alan Mandell: Dease
Mig Macario_ Cloudio
Nitya Vidyasagar: Gita

Sinopsis:


Un tímido crítico, una gélida galerista y una ambiciosa asistente se adueñan de los cuadros de un artista recientemente fallecido...con terribles consecuencias.


Lo que se dice:


El film, un producto Netflix, tildado de pretencioso y absolutamente fallido, no logra ni siquiera un aprobado, ( nota media de 4,7, basada en 1571 votos en Filmaffinity), una realidad  que da parcialmente la razón a David Ehrlich (Indiewire) cuando afirma que esta sátira del mundo del arte es tan brillante y está tan vacía como uno de los perros de Jeff Koons, a la vez que necesita un 60% mejor o un 20% peor para trascender  la estupidez y la mediocridad de su existencia. El crítico sigue denostando el film de Dan Gilroy con argumentos tan pedestres, como la denuncia de que intentar dar miedo con unos cuadros de un pintor maldito,por razones que se desconocen, por mucho que revierta su ira sobre quienes tienen en su mano la capacidad de maniobrar sobre su valor, ya sea desde la crítica, las galerías y los creadores apadrinados por los poderosos, sin mostrar a la víctima de sus excesos, ni  su rabia difícilmente contenida, sino solo la avaricia superficial de los que controlan el cotarro, es harto difícil. Un fiasco más, que ni siquiera logra expresar cierto grado de glamour que se supone a estos ambientes. Pero si nos detenemos un poco y nos acercamos a los citados perros de Koons, el sentimiento que se instalará en nosotros es por qué 'Moments' e 'Instagram' marcan como tendencias estos productos, ya se trate del que se cubre cada vez que hace falta de cientos de flores, el terrible Terrier Puppy, ubicado a las puertas del Gugenheim de Bilbao, o el 'Baloon Dog'. el perro fluorescente, del que se fabricaron cinco de diferentes colores, y se ha convertido en una de las piezas más cotizadas del arte moderno actual; por uno de ellos, el magenta, que acabó en una subasta de la Christie, se pagaron 43 millones de euros, una figura que reproduce el más sencillo de los animales que puede salir de las manos de un vendedor de globos, apto para hacer figuritas de globoflexia. Una tendencia de perros-globo-fluorescentes, fabricados en porcelana por la casa francesa Bernadau, que se puede adquirir en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, por el 'módic' (dicho en tono irónico) precio de 9000 dólares. Los herederos de los primeros colonos norteamericanos han demostrado que no sólo pueden vender petróleo extraído del subsuelo, sino especular con el 'cielo' que se sitúa sobre nuestras casas, que los californianos pagan a precio de oro, algo que han denunciado varios cineastas, entre ellos Steve Antin en Burlesque, o poner una  cifra a las quimeras vicarias de los pobres que aspiran al boleto dorado para visitar la fábrica de chocolate de Charlie. Como señala Pedro Vallin en 'Me cago en Godard', mientras los funcionarios y burgueses que buscaban una oportunidad en el Nuevo Mundo, desplazados por la institución del mayorazgo , que según Ander Berrojalbiz en 'Los herejes de Amboto', no sólo dejaban en la calle a los segundones, sino que arrebataban toda posibilidad de supervivencia a las mujeres, las solteras y las viudas que trata como excedentarias, que en muchas ocasiones eran acusadas de brujas y acababan en la hoguera, los más aguerridos y emprendedores buscaban fortuna a cualquier precio en el Oeste, dando lugar a todas las leyendas que cristalizaron en el género norteamericano por excelencia: el western.


La red está llena de denuncias de verdaderos artistas, artistas sustanciales como los denomina  Morf Vandewalt, interpretado por Jake Gillenhaal, de los que el mejor paradigma en Vincent Van Gogh, que al igual que el 'protagonista' ausente del film, Vetril Dease, pintó sus cuadros con su propia sangre. Una metáfora muy elocuente que nos habla del via crucis de aquellos que no siguen el consejo del periodista de la Agencia Reuters, Lucas Jackson: jugar sus cartas con cabeza y ponerse al servicio del mercado con la máxima de que el público es el que manda; Dan Gilroy no sólo se pone del lado de quienes en la ya vieja disputa en torno a qué hay que hacer, si descender al nivel del público o elevar la cultura de éste al nivel del arte, sino que demuestra que el argumento que da Jackson es torticero y absolutamente falso.El capitalismo, del que tanto se habla pero da la impresión de que la mayoría no entiende, vive de comprar barato y vender caro, más cuando lo que es objeto de intercambio es un bien intangible, como el arte, se vende percepción, y ésta depende de todos aquellos que intervienen en un negocio en el que los inversores se aprovechan del esfuerzo de los auténticos creadores, los que abren nuevas fronteras a la expresión. toda una fauna que integra a galeristas, comisarios de museos, críticos, artistas que se doblegan a sus intereses (arte del vórtice, fluxuas... y otras formas que entran al trapo de los especuladores), de los que no solo el cine, sino también la literatura ha dado buena cuenta. Todos ellos constituyen una verdadera corporación cerrada, que sirve a sus intereses: el crítico aconseja a un galerista o comisario sobre u determinado artista, sobre el que va a escribir favorablemente, lo que atrae a los inversores. La obra sube potencialmente de precio y entra en el mercado de valores. Vetril Dease es un hombre invisible, que aparece por primera vez en el censo de Los Ángeles en 1930. En un hogar con escasos recursos, maltratado por un padre,al que acaba asesinando, y cuya  familia fue víctima de un incendio muy sospechoso, que destruyó su casa, aunque madre e hija salvaron sus vidas. El joven ingresó en un orfanato, y nadie supo nada de él hasta tres décadas después,cuando aparece en una fotografía de una Asociación de Veteranos, de la que es conserje. Un hombre del que nada se sabe, que usaba el arte para librarse de sus demonios, y que advirtió a sus vecinos de que destruyeran toda su obra cuando él muriera, con tan mala fortuna que su herencia cae en manos de Josephina (Zawe Ashton), que forma parte del círculo que se ha formado en torno  a Rhodora Haze, la galerista interpretada por Rene Russo,  la mujer de Dan Gilroy, que hace caso omiso de la advertencia y se pone al frente de la especulación, negociando la envergadura de su 'tajada', una experta en la tarea de comprar a los críticos, no siempre con dinero, y presionar a los cazadores de talentos.

El perfil de los críticos espúrios ha sido cuestionado tanto por la literatura, (destacamos el magnífico relato de Patrick Süskind  'La atracción de la profundidad'), como por el propio cine, incluido el dirigido a los más pequeños, el de animación, en una de las historias más exquisitas, elaborada por Brad Bird para Pixar, 'Ratatouille' , unos profesionales con demasiada frecuencia venales que ponen precio a las percepciones de los clientes, previamente dirigidos por ellos en la dirección que les es más rentable. Uno de estos personajes que,como Ego, el crítico de Brad Bird, descansa en un ataúd, el nightcrawuler o rastreador de la noche, es uno de sus personajes más notable, que recibió múltiples premios;  un hombre que no es capaz de ganarse la vida, se dedica a hacer fotografías de los incidentes que se producen en la ciudad de Los Ángeles al anochecer. Ahora,el tema es abordado por un cineasta de una saga de trabajadores de la imagen: el padre Frank D.Gilroy, Premio Pulitzer, su hermano Tony Gilroy, guionista y director, escritor de los guiones de las cuatro primeras películas y director de la cuarta e hizo el guión y dirigió Michael Clayton, y su hermano gemelo. el editor John Gilroy, que trabajó también en Michael Clayton, The Bourne o Pacific Rim, entre otras producciones importantes. Las dos secuencias finales no son muy fáciles de interpretar, o sí, según se mire.Desaparecidos los máximos responsables de la mercantilización del esfuerzo, un 'clochard' que sonríe maliciosamente, vende fragmentos muy modestos de la obra de Vetril por unos cuantos centavos; Mientras se inscriben en la pantalla los créditos finales, un pintor que no acepta las reglas del juego de este gran negocio, Piers, interpretado por John Malkovich, realiza con una gran caña una serie de figuras efímeras en la orilla de la playa, que desaparecen tan pronto avanza una ola.¿Es éste el arte puro que defienden los artistas.que sienten necesidad de crear constantemente sin buscar una recompensa económica? Es lo que parece que nos quiere transmitir Dan Gilroy,  quien tampoco se olvida,como hiciera en Nightcrawler, de que el hombre no es un espíritu puro, sino un ser abrumado por la necesidad de alimentar su cuerpo y disfrutar de un techo, lo que lo empuja a ganarse la vida de forma con frecuencia dudosa. En uno y otro caso, se inclina por Jake Gillenhaal, el inquietante protagonista de Enemy , un film dirigido por Denis Villeneue (2013), que no desdeña trabajos en el cine indie más inteligente, como Okja de Boonj Joon-ho.



Podéis ver este film en Netflix.




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