Bong Joon-ho, absoluto ganador de los Premios Oscar de 2020
Nos hemos levantado con una buena noticia: el coreano Bong Joon-ho se ha alzado con todos los premios que convierten a su película Parásitos como la mejor, no sólo en la competición internacional, sino con la que la señala como la merecedora del galardón que la eleva por encima de todas las producciones que se han hecho en la meca del cine, Estados Unidos, por primera vez en la historia, que recompensa una trayectoria que nos enamoró desde que en 2006 vimos 'The Host', que nos conmovió en 'Mother' (2009) y la simpática y comprometida Okja (2017). 'Snowpiercer' (2013) está agotada en nuestro país, y es probable que, ante la notoriedad que va a adquirir el cineasta coreano, se vuelva a lanzar al mercado.
El 30 de octubre de 2019 escribíamos este post sobre 'Parásitos':
"El autor de 'Crónica de un asesino en serie' (Memories of murder, 2003) , The Host (2006), Mother (2009), o Rompenieves (Snowpiecer, 2013), irrumpe de nuevo en las pantallas con una película que más de un crítico profesional considera su obra maestra, una película que, de acuerdo con la moda muy extendida en el género de terror de convertir el espacio en el principal protagonista del film (el arriba y el abajo), se sitúa estilísticamente entre el Ciné-Corps que practica François Ozon, un cineasta comprometido que hace de la alta burguesía, de bella apariencia, su protagonista no exenta de las más graves contradicciones, y el blockbuster, más democrático, de la costa oeste de Estados Unidos, que dota del mismo esplendor a los 'ligados' de Jordan Peele, aquellos que buscan, desprotegidos y desprevenidos, la llegada de la 'Ocasión' y el abrazo de la 'Fortuna', que aquí ayuda a los desgraciados a dar el golpe en el momento oportuno después de haber sido elegidos para recibirlo de su parte. La batalla se da en un cine que surgió en tierra de colonos, ocupada cuando los Estados Unidos eran ya independientes de sus colonias y elegían a sus representantes, ya fueran el sheriff, el juez o el fiscal, libres de las clases altas y funcionariales procedentes de Europa, que en su arribada al nuevo continente se quedaron en la costa Este, el primer puerto de las tierras recién descubiertas, una práctica que fue usual tanto en el Cono Norte como en el Cono Sur. Una idea que apunta Pedro Vallín en su libro recientemente publicado 'Me cago en Godard'.
Herbert George Wells, considerado padre de la ciencia-ficción, inició un género muy relacionado con el de terror en su libro The Time Machine (La máquina del tiempo, 1895), una novela que mezclaba la aventura con la denuncia social y política y que utilizaba la cuarta dimensión, el tiempo, para demostrar la constante explotación del hombre por el hombre a lo largo de los siglos (per saecula saeculorum) en un mundo en decadencia, habitado en la superficie por unos seres (aquí los Park) hedonistas y muy simples, sin fuerza ni inteligencia, atemorizados por un sentimiento de aporofobia, (Adela Cortina), miedo a los pobres, a los que detectan por su 'olor a metro', el suburbano en el que se desplazan, (allí los Eloi), que temían y temen al subsuelo y la oscuridad, ocupado por una rama de la especie humana, que se ha acostumbrado a vivir en las tinieblas, y que en el relato de Bon Joon-ho, habita en las profundidades de un hogar en el que sus propietarios, que adoptan una actitud similar a la del sirviente de Joseph Losey respecto a sus señores, han construido un búnker , que lejos de protegerlos de los conflictos con que los amenazan los pobres, se convierte en la guarida de los 'Morlocks', unas siniestras criaturas que amenazan con extinguirlos, algo que se siente en el ambiente desde que la familia de Gi Taek fue introduciéndose en una casa abierta en la que el sol penetra por sus muros de cristal, que desplaza a los de piedra. Sin embargo, su referente más claro es la última película de Jordan Peele, 'Nosotros' (Us, 2019) y su inquietante personaje de la niña Adelaide Wilson, interpretada por una convincente Madison Curry, que desciende a los infiernos a través de un portal que se abre en una atracción de feria, por medio de una escalera mecánica que sólo tiene una dirección, la de bajada, ante la que los ojos inmensos de la pequeña, perpleja y desorientada, muestran su desconcierto impotente. Otros directores recurren a estas metáforas, entre ellos Guillermo del Toro en su adaptación del héroe de cómic Hellboy y las secuelas que se suceden; Terry Gilliam (12 monos, 1995) y tantas otras obras pergeñadas en el imperio hollywoodiense y el cine independiente que nace y se desarrolla a su calor, a cuya distribución contribuyen algunas de las grandes compañías tradicionales, Warner, Paramount, Fox, Universal...Otros directores como David Robert Michell se ha servido de las mismas figuras retóricas en 'Lo que esconde Silver Lake' (2018) con un objetivo diferente, que también tiene relación con la distribución de la riqueza y el poder.
Bong Joon-ho otorga la misma categoría a cada uno de los miembros de la familia de Gi Taek, contemplados individualmente por su cámara mediante la estrategia de hacerlos entrar en campo de uno en uno, capitaneados por el hijo, Gi-woo, interpretado por Woo-sik Choi, un joven que constituye el paradigma del buen estudiante coreano, un país que ha sido capaz de levantar el mejor sistema educativo del mundo, pero que ha mantenido en la más absoluta miseria a una población estratificada en diferentes capas de miseria, que van desde el nivel del suelo, en barrios en los que parece imposible no electrocutarse con los cables que se mezclan con las aguas cuando llueve, los que viven en semisótanos y los que no ven jamás la luz, hacinados en profundas cavernas excavadas, búnkeres preventivos, en el subsuelo de las casas de lujo, que emulan las profundidades poenianas de la Casa 'Usher'. Los miembros de esta familia están filmados en bellísimos planos, en los que sus rostros compiten con los de Ozon; los más jóvenes gozan de la mejor formación y están adiestrados en las nuevas tecnologías, pero carecen de la más mínima oportunidad, excepto la que les proporcione su picaresca, apoyada en la amistad con otros jóvenes de clase media universitaria. No hace falta mucha perspicacia para esperar que pronto la comedia hilarante dará un vuelco, y que pondrá de relieve que no sólo se ha destruido el sueño americano con la detención del ascensor social, parado en seco por un nuevo modo de producción impulsado por la era tecnológica, sino que con él el de la mayor parte de los pueblos de cualquier latitud, desarrollados al calor de una globalización explotadora. Magnífica metáfora la de la fabricación de cajas de pizza por parte de esta pobre familia, y la música de Franco Battiato para el uso y disfrute de una burguesía occidentalizada, cuyo diseño, desde la ropa hasta el mobiliario, se ha impuesto en la clase media occidental, de cultura indie, que ha decidido renunciar a su historia, que ha vuelto a los discos del vinilo, usa anglicismos e introduce a sus hijos en la cultura anglófona y los iconos del cine de Hollywood, y ha prescindido de libros, cuadros y todo lo que reúne polvo a su alrededor y que en otro tiempo caracterizó el 'rancio abolengo'; de su pared cuelgan enormes, cutres y bizarras fotografías de boda, junto a algún cuadro enmarcado, realizado por un niño traumatizado porque en una ocasión vio a un pobre, que identificó con un fantasma
Un film que no te puedes perder, porque lo vas a disfrutar y vas a profundizar en la iconografía que denuncia la expansión de la sociedad líquida.
Nuestra apuesta estaba clara desde el principio, pero nunca pudimos soñar, desde que vimos The Host, que un día Bong Joon-ho se erigiría con la estatuilla destinada al mejor director en la cuna del cine, Estados Unidos, ese lugar del que la Nouvelle Vague decía que hablar de 'cine americano' es una redundancia. Nos sumamos a la alegría de todos, incluido Tarantino y Scorsese, fans del cineasta coreano, que han entendido que el talento de los realizadores de cine debe ser interpretado de forma global, y que no sólo las mercancías circulan por el mundo sin trabas. Un importante paso adelante, en una cita en la que han pululado películas que oponían un frente a los populismos que avanzan en todo el mundo, encabezados por Trump, Lepen o Bolsonaro, lo que aumenta el brillo del director de Parásitos.
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Nuestra apuesta estaba clara desde el principio, pero nunca pudimos soñar, desde que vimos The Host, que un día Bong Joon-ho se erigiría con la estatuilla destinada al mejor director en la cuna del cine, Estados Unidos, ese lugar del que la Nouvelle Vague decía que hablar de 'cine americano' es una redundancia. Nos sumamos a la alegría de todos, incluido Tarantino y Scorsese, fans del cineasta coreano, que han entendido que el talento de los realizadores de cine debe ser interpretado de forma global, y que no sólo las mercancías circulan por el mundo sin trabas. Un importante paso adelante, en una cita en la que han pululado películas que oponían un frente a los populismos que avanzan en todo el mundo, encabezados por Trump, Lepen o Bolsonaro, lo que aumenta el brillo del director de Parásitos.
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