La sociedad literaria y el pastel de piel de patata.Mike Newell. Crítica





SOLO LA MALDAD CONSIGUE LA UNIDAD


Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí).

Crítica:


Quien nos hiciera disfrutar en otros tiempos con una política de autor militante en diferentes géneros, con películas como el thriller 'Donnie Brasco' (1997),  la comedia 'Cuatro bodas y un funeral' (1994), o el drama de género, 'La sonrisa de la Mona Lisa' (2003), vuelve en 2018, cuando se aproxima a los 80 años, con un film que se ha calificado de muy 'británico' (algo que no comparto del todo), al que ha decidido nombrar con un título muy largo y difícil de recordar, 'La sociedad literaria y el pastel de piel de patata', dos términos estrechamente relacionados, así como sus correspondiente complementos, y muy aptos para la ocasión,  que se suma a una tendencia revisionista de la historia, que pone el acento en un espejismo, el del nacionalismo esencialista que se extendió desde Alemania y tuvo su réplica en los países ocupados y masacrados que comenzaron a ver en cualquier alemán un enemigo público a abatir, olvidando que era un hombre como cualquier francés o inglés, en muchos casos obligado a enrolarse en el ejército y combatir, a la fuerza, incluso sus propias ideas; uno de sus protagonistas señala que sólo el mal puede agrupar a los hombres y mujeres de cualquier país bajo una misma etiqueta, y esta sola reflexión enriquece el discurso del cineasta, (hay que recordar los millones de muertos con que contribuyó Europa durante la Segunda Guerra Mundial a fortalecer esta idea),seres humanos que, si en situaciones de paz serían incapaces de 'matar una mosca', ahora, no sólo venden a sus vecinos a los verdugos, en este caso a las mujeres que mantienen relaciones con los soldados germanos, sino que se enriquecen con estas acciones. Si bien teóricamente el discurso feminista rechaza el amor romántico, el discurso poético, literario y cinematográfico, lo fortalece y atraviesa el film de principio a fin, como ocurre con la mayor parte de las historias que genera la imaginación de hombres y mujeres, una pasión que, en muchas ficciones desemboca en la tragedia, como ocurre con la película de Newell, un grado de poesía que exige el público y la crítica de cualquier país, del que se exime a las creaciones de carácter documental.

Ese título tan extravagante, habitual en directores como Paul Greengrass, está sin embargo justificado: tanto la sociedad literaria como el pastel de piel de patata, unas horribles tiras con las que se adornaba el guiso, son en el film el símbolo de una época en la que proliferaban los clubs de lectura con el objetivo de reunir a un grupo pequeño de personas sin levantar sospechas, que animaban sus veladas con el pastel de patata que carecía de condimentos (mantequilla, huevos, especias...) y que los hambrientos comensales hacía tragable con un chupito de ron u otra bebida fuerte, necesaria  cada vez que alguien  metía la cuchara en la boca. Todo un emblema del sufrimiento pasado que unió a los que lo padecieron, una vez terminada la contienda, que explica la cantidad de licores que producían los isleños, obtenidos mediante el procesamiento de las citadas patatas (el único alimento que les dejaron los nazis cuando se llevaron todo el ganado), y  todo tipo de hierbajos que daba generosamente el monte; "A nosotros nos mataban de hambre, a los presos no les daban de comer hasta que mueren de inanición", le dice Dawsei (Michiel Huisman) a Elizabeth (Jessica Brown Findlay). Metidos en harina, el film, como muchos otros que se realizan en la actualidad aborda el tema de la megalomanía de los dictadores de la primera mitad del siglo XX, que no sólo sacrificaron a los pueblos sometidos, sino que persiguieron las relaciones sentimentales que se establecían entre los soldados alemanes, mezclados con las gentes de los pueblos ocupados y sus mujeres, objeto de atención de otras películas (Beyond Borders, Maurizio Zaccario), con graves consecuencias para los amantes que dejaban heridas profundas en sus conciudadanos, divididos en delatores y víctimas; la delación es una mala acción y más si está recompensada económicamente o con otro tipo de privilegios, y los odios que genera en quien la padece se arrastran durante toda la vida de las personas que, justificadamente, los inocularon. Este es el núcleo del relato de Mike Newell, que se basa en  Annie Barrow de Mary Ann Schaffer, una escritora que rinde homenaje a las Hermanas Brönte, y especialmente a la menos conocida, Anne, que está adquiriendo relevancia por su denuncia de la violencia contra las mujeres, una obra que pertenece al género epistolar, una forma de expresión muy libre que se basa en un tipo de texto que conocemos como 'carta', cada vez más inusual, sustituida por los 'emails' o correos electrónicos, más fríos y distantes, y muy difícil de trasladar a la gran pantalla, como ocurrió en otro tiempo con 'Las amistades peligrosas ', un experimento del también británico Stephen Frears, (1988) , que adaptaba un texto de Chordelos de Laclos). Hasta qué extremo la ideología impregna al que hace y al que critica lo prueba el hecho de que algunos éxitos han querido ver en el relato la defensa del Brexit. 

La crítica ha tratado con respeto, pero también con cierta tibieza el film de Mike Newell que es, en efecto, muy británico en la representación de esos acantilados de Britannia que hizo  célebres Julio César en el libro IV de 'La Guerra de las Galias', ese 'verde' que llega hasta el mar, algo propio de un país húmedo y lluvioso como Inglaterra, en algunas reacciones de sus gentes y poco más. En la forma, en la escritura cinematográfica, es tan norteamericano como las últimas producciones británicas en torno a Wiston Churchill (El instante más oscuro de Joe Wright, 2017;  Churchill, Aina Sabaté-Giralt, Jonathan Teplitzky., 2017, Su mejor historia, Lone Scherfig, 2016...): fragmentación constante de la imagen,  del tiempo del relato mediante el flashback con cualquier excusa, inquietud de las cámaras, planos aberrantes, unos más que otros, e incluso cae en la trampa de las exitosas sagas, estirando durante casi dos horas una historia de amor imposibilitada por los odios que se materializan en la guerra más cruenta que ha sufrido Europa, de la que no se libró Inglaterra, a pesar de su política de aislacionismo continental, cayendo en el más incomprensible amor romántico, al que juega de manera no demasiado limpia: el amante inglés de la escritora protagonista, que se hace millonaria con la venta de tan solo 28 libros (matiza su editor), salvo elipsis incomprensibles, no puede competir en atractivo con el rebelde isleño, el héroe trágico rodeado de un aura romántica, el resistente y sacrificado superviviente de la Guerra Mundial, que cuida de una niña que no es suya y que se dedica a la ganadería porcina. Existe una gran distancia con el Mike Newell que todos recordamos, que se sumó al gran espectáculo del mundo con su colaboración en la multimillonaria empresa editorial y cinematográfica que es Harry Potter, un icono dentro del propio cine. Recordad 'El diablo se viste de Prada' de David Frankel, y el empeño de Miranda, interpretada por Meryl Streep de conseguir un ejemplar de la última entrega de la escritora, también británica, J.K.Rowling, antes de que se publicara.

Un film que hay que tomarse con paciencia y con menos dosis de 'Feel Good Movie' o comedia para sentirse bien, de lo que algunos/as creen.

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